sábado, 31 de julio de 2021

MI NOMBRE ES FORKY Y ESTA ES MI HISTORIA (2ª PARTE)

 Un día, mientras desayunábamos, Susana recibió una llamada:

—Asociación “Una nueva vida para ti”, ¿dígame? —contestó Susana.

—¡Buenos días! Mi nombre es Ana, nos gustaría adoptar un galgo y hemos visto uno muy bonito en su página web y estamos interesados en conocerlo personalmente —dijo Ana.

—¿Recuerda el nombre del galgo que le gustó? Es que en estos momentos, tenemos muchos galgos en adopción y así podría decirle si en estos momentos está disponible o no —contestó Susana.

—Sí, se llama Forky —dijo enseguida Ana.

—Forky es una maravilla de galgo. Sí, lo tenemos disponible. Deberíamos quedar primero para hacer una pequeña entrevista y así conocernos. A la hora de dar un galgo en adopción procuro asegurarme que será compatible con la familia y el lugar donde vivirá, es muy importante —explicó Susana.

—Sí, sí por supuesto. ¡Lo entendemos perfectamente! —dijo Ana.

Y así lo hicieron, quedaron una tarde en el despacho de la Asociación. Susana me llevó con ella para tener un primer contacto con la familia y ver qué tal.

—¡Buenas tardes! —los saludó Susana cuando llegaron.

—¡Hola! —dijo la familia.

Se trataba de  Ana, su marido Raúl y su hija Patricia de ocho años, ¡qué ilusionada estaba con la idea de tener una mascota!

Al principio permanecí sentado junto a Susana, aquellas personas eran desconocidas para mí y yo al principio siempre era muy desconfiado.

—¡Es precioso! —dijo Ana mientras se sentaban para iniciar la entrevista.

—Sí lo es. Forky es un perro muy bueno la verdad, es muy tranquilo. Le gusta salir a pasear, dormir en el sofá y recibir muchos mimos, es muy cariñoso cuando coge confianza. Su vida no ha sido fácil, como podréis imaginar, así que necesita de una familia comprensiva y paciente que sepa aceptarlo con sus miedos y traumas —explicaba Susana.

—¡Nosotros estamos dispuestos a respetarlo y quererlo mucho! Patricia quiere tener una mascota y pensamos que ésta sería la mejor opción —explicó Ana.

—Me parece muy bien la verdad. ¿Tenéis jardín en casa? A Forky le gusta salir a la terraza a tomar el sol, así que necesitará un pequeño espacio exterior —comentó Susana.

—Sí, tenemos un jardín muy grande. Vivimos en una casa a las afueras de la ciudad —contestó Raúl.


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—¡Perfecto! Me gustaría visitar vuestra casa para asegurarme que  es el lugar adecuado para Forky. Disculpad la rigurosidad de todo el proceso, pero es que antes de dar en adopción a uno de nuestros galgos me gusta asegurarme de que lo hacemos correctamente. Pensad que la mayoría de estos perros han pasado por abandonos y eso les crea mucha inseguridad y miedos. No estoy dispuesta a que vuelvan a vivir la experiencia y por ello me aseguro mucho antes de entregarlos en adopción a una familia. Espero, sepáis comprenderme —explicó Susana.

—¡Sí y tanto! Entendemos que no debe ser fácil. ¡Pobrecitos por todo lo que llegan a pasar! —dijo Ana entristecida.

Aquella familia era buena y tenían buenas intenciones, lo percibí mientras hablaban con Susana. Así que, me acerqué a Patricia y le lamí la mano. La niña se puso tan contenta que no pudo evitar lanzarse a darme un abrazo. Yo contento movía la cola como nunca antes la había movido.

—¡Parece que Forky también os ha escogido! —dijo Susana muy contenta.

Estaban todos muy contentos y Patricia quería llevarme ese mismo día a su casa, pero sus padres le explicaron que primero Susana y yo debíamos conocer su casa para ver si era el lugar adecuado para mí.

Esa misma tarde, se despidieron y quedamos en volver a vernos en unos días.

¡Y llegó el gran día!

Susana me subió en su coche.

—¡Vamos campeón a conocer tu nuevo hogar! ¡Pronto tendrás una nueva familia! —me decía mientras me arrascaba por detrás de las orejitas, ¡cómo me gustaba!

Cuando llegamos a casa de Patricia y sus padres, nos esperaban en la puerta, ilusionados y esperanzados de que su hogar fuera adecuado para mí y así pudieran adoptarme.

La casa era preciosa y tenía un gran jardín que la rodeaba. Enseguida me tumbé en el césped y Patricia empezó a acariciarme. Los adultos, permanecían de pie contemplando la escena.

—¡Ojalá, podamos adoptar a Forky! Porque Patricia está muy ilusionada y contenta con él —decía Raúl.

—Después de ver vuestra casa y este precioso jardín, no tengo duda alguna de que es el lugar perfecto para Forky. Sólo hay que ver lo feliz que está —dijo Susana emocionada de verlo así de radiante. ¡Cómo había cambiado desde que Antonio lo rescató de aquellos campos!

—¿Es nuestro entonces? —preguntaron los padres de Patricia.

—Después de firmar estos papeles, sí —dijo Susana sacando una carpeta de su bolso.

—¡Forky quiere quedarse! —dijo la niña que venía corriendo hacia sus padres y Susana.

—¡Y se quedará! —dijo su padre feliz.

Entonces la pequeña saltó de alegría. Por fin iba a poder tener su primera mascota. ¡Desde aquel momento comprendí que empezaba una nueva vida para mí!


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Escrito por: Yolanda Martínez Duarte


miércoles, 28 de julio de 2021

MI NOMBRE ES FORKY Y ESTA ES MI HISTORIA (1a parte)

 


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Desde que nací, vivía en el Caserío de Pepe, situado en Andalucía.
El Caserío de Pepe, era una casa muy grande situada en medio de unos campos de secano, donde yo y mis compañeros corríamos sin parar cada día. Unas veces corríamos para entrenar y ser cada vez mejores y más rápidos. Otras veces corríamos para trabajar. Sí, sí desde bien pequeños nuestro dueño Pepe nos hacía jugar con liebres, nos hacía correr tras ellas hasta que las pillábamos. ¡Qué contento se ponía él! Nos hizo creer que se trataba de un juego, pero con los años me di cuenta de que no era un juego, era nuestro trabajo: la caza de la liebre le decía Pepe.
Él nos hacía coger liebres para alimentar a su familia.

Una mañana, me desperté muy cansado y débil.
Llevaba siete años corriendo sin parar y mi cuerpo ya no podía más. Durante el entrenamiento, hubo un momento en que me flojearon las piernas y me caí. Entonces vino Pepe hacia mí y me obligó a ponerme en pie de nuevo de muy malas maneras.

—¡Perro viejo que ya no sirves para nada! —me decía enfadado.

Menos mal que al menos el resto de mis compañeros sí que me cuidaban. Por las noches, los más jóvenes de la manada, se escapaban a la cocina cuando ya no había nadie y robaban comida para dármela.

—¡Toma Forky! —me decían al dármela.

—¡Comed vosotros también! —les decía yo. Pues todos estábamos hambrientos, Pepe no nos cuidaba bien y pasábamos mucha hambre.

—No te preocupes por nosotros. Tú lo necesitas más, tienes que recuperar tus fuerzas. Si vuelves a caerte, Pepe te echará del Caserío —le dijo Lili, una galga preciosa, la más joven de todos.

—¡Lo sé! No tardará mucho en deshacerse de mí porque ya soy un perro viejo y no sirvo para cazar —dije yo.

Por momentos, pensaba que eso era lo mejor que podía pasarme, no sabía lo que me esperaba fuera de allí pero seguro que sería mucho mejor.

Y entonces llegó el día…

Aquella tarde no cogí liebres suficientes para Pepe y se enfadó muchísimo.
Y fue aquel  mismo día, el que me cogió por la correa con brusquedad, me subió al coche y después de un largo viaje, me dejó abandonado en medio de unos campos, sin comida y sin agua.

Estuve caminando durante muchos días en busca de un cobijo donde protegerme de aquel sol abrasador, pero no encontré nada. Aquello parecía el desierto, hacía un calor horroroso y no tenía nada que comer, ni beber, nadie que pudiera ayudarme… me desvanecí y lo último que recuerdo son los rayos del sol sobre mí.

Estuve así un par de días, luchando por sobrevivir, pero no podía más. Me moría, sentía que me moría y entonces una lágrima calló por mi rostro delgado y ese morrito de lápiz, como solían decir todos, por lo alargado y puntiagudo que es…

Pero de pronto, cuando me había rendido y creía que había llegado mi final, ¡apareció él! ¡Mi ángel de la guarda!

Se acercó a mí y lo primero que hizo fue mirar si aún estaba vivo y darme agua.

—¡Hola pequeño! Soy Antonio y voy a sacarte de aquí —me dijo mientras me acariciaba. Luego me cogió en brazos y me llevó hasta su coche.

Volví a desvanecerme de nuevo… y cuando abrí los ojos estaba sobre una mesa de veterinario con suero puesto en una de mis patitas.

Allí estaba Antonio y a su lado una chica que en cuanto abrí los ojos se acercó, me acarició con suavidad y me dijo:

—¡Ya estás a salvo Forky! ¡Nosotros cuidaremos de ti!

—¿Cuándo se terminará todo esto Susana? Es el séptimo galgo que rescatamos en esta semana.

—Y así seguirá pasando mientras las autoridades giren la cara hacia otro lado y las leyes no se endurezcan para esos cretinos —dijo Susana.

—Pobrecito, la de días que llevaría vagando por esos campos, sin comida, sin agua…se ha quedado muy flaquito, es un saquito de huesos —dijo triste Antonio, que aunque estaba acostumbrado a ver aquello a menudo, le seguía doliendo en el alma.

—Me lo llevaré a casa hasta que se recupere por completo y entonces le buscaremos una nueva familia que lo quiera de verdad y le de la vida que se merece —dijo Susana.

Sí, es cierto que desde el principio Susana me cuidó muy bien. En su casa tenía todas las comodidades: un plato lleno de comida, un sofá blandito donde dormir, paseos por la naturaleza…



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Pero la verdad, no fue fácil. Mis miedos no me dejaban disfrutar de todo aquello a lo que no estaba acostumbrado. Al principio me escondía en un rincón y temblaba, otras veces se me escapaban los pipis y volvía a temblar pensando que Susana se enfadaría y me pegaría.
Pero no, ella no era como Pepe, ella me respetaba y tenía mucha paciencia conmigo. Aún recuerdo aquel día, ella estaba sentada en el suelo haciendo unas llamadas telefónicas y entonces yo me acerqué a ella y la olí, luego le lamí la mano por primera vez.

—¡Muy bien Forky! —se puso muy contenta por mi gesto de afecto y me premió con una chuche y desde entonces fui cogiendo confianza en ella y nos volvimos inseparables.

Así fue, como en mi nuevo hogar perdí gran parte de mis miedos y recupere mi peso dejando de ser aquel saquito de huesos que fui al conocer a Antonio y Susana.

Pero… lo mejor estaba por llegar.


Escrito por: Yolanda Martínez Duarte

lunes, 26 de julio de 2021

MI INFANCIA DEL AYER Y LA SOCIEDAD DEL AYER Y DEL HOY.

 


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Hoy he visto una peonza y me ha hecho retroceder en el tiempo y recordar mi infancia.

Una infancia feliz, llena de: momentos familiares, juegos en la calle con mis vecinos, amigos, hermanos y primos, aquellas meriendas viendo la televisión tranquilamente sin estrés, aquellos días en la playa con todo el campamento a cuestas… sí, sí yo soy de aquella generación que pasábamos el día entero en la playa e íbamos cargados con: la mesa de playa, la nevera repleta de refrescos y comida, la sombrilla, las toallas, la colchoneta, los juguetes de playa… ¡vamos que no faltaba nada!

Yo soy de aquella generación que nos subíamos a los árboles, a las montañas, jugábamos en parques hechos de hierro que reconozco, no eran nada seguros pero teníamos la suerte de que nunca nos pasaba nada y ¿si nos caíamos? ¡Pues nos levantábamos y seguíamos divirtiéndonos! Aún recuerdo como llevaba siempre las rodillas, ¡raspadas!

¿Y aquellos paseos de verano? Heladito y a pasear con la familia, ¡qué felicidad!

No necesitábamos grandes lujos, ¡con poco ya éramos felices!

Son tantos los recuerdos que tengo de mi infancia… no me importaría retroceder en el tiempo y volver a aquella época. Una época donde todo era más natural: la crianza de los hijos, el colegio, la sociedad y ¡la vida en sí!

¡Han cambiado tanto las cosas!

La sociedad actual se ha vuelto egoísta, individualista, materialista… se ha perdido la naturalidad de las personas, de las cosas, de la vida. Ahora todo es “postureo” como suelo decir yo, la gente vive fingiendo una vida que, en muchos casos, no le pertenece y una Felicidad que, en muchos casos, es falsa. Porque yo pienso una cosa, cuando uno es Feliz de verdad se nota y no tiene necesidad de compartirlo constantemente con el mundo a través de todo aquello que compra o adquiere… uno no es Feliz por comprarse un cochazo, un caserón, un perfume caro o un viaje. Uno es Feliz porque vive la vida, la disfruta y la comparte con personas maravillosas. Uno es Feliz al valorar los pequeños detalles y momentos de la vida, que normalmente se tratan de cosas no materiales: un paseo por la naturaleza y observar aquella mariposa que vuela, un chapoteo en el río, un ratito de lectura en el jardín, un paseo con tu mascota…son cosas que no tienen precio y nos llenan el alma de satisfacción y felicidad.

Estoy hablando también de: sensaciones, sentimientos y emociones. ¡Pero claro! Todo esto no está de moda y así nos van las cosas, viviendo en una sociedad cada vez más insensible y crítica. ¿Así cómo pretendemos que sean los adultos del mañana? Si no creamos una buena base y no criamos a nuestros hijos en una educación basada en: valores, respeto por sí mismo y por los demás, amor, es necesario que el ser humano conozca el amor para que luego sea capaz de amar… ¡es algo indispensable!

Es dificilísimo educar, eso lo sabemos todos, pero también lo fue para nuestros padres y abuelos que tenían menos información y recursos que nosotros y sin embargo, ¡mira lo bien qué lo hicieron! Me atrevería a decir, que lo hicieron incluso mejor de lo que se pueda estar haciendo actualmente.

Al menos ellos fueron capaces de crear una generación trabajadora, respetuosa, educada, humilde, noble… ¡ojalá todo esto volviera a ponerse de moda en los tiempos actuales!

Estoy segura de que todo iría muchísimo mejor…


Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.


jueves, 22 de julio de 2021

REFLEXIÓN SOBRE LAS PERSONAS QUE SUMAN, QUE APORTAN, QUE TE ACARICIAN EL ALMA Y TE ENRIQUECEN LA VIDA.

 


En la vida, hay dos tipos de personas: esas personas tóxicas que restan en tu vida y no te aportan nada y esas otras personas que te acarician el alma y te enriquecen la vida.

Hoy os hablaré de esas personas que suman en tu vida, que aportan y que te ayudan a crecer como persona.

¿Alguna vez te ha pasado que en tu camino por la vida apareció una persona así? Estoy segura de que sí, todos tarde o temprano topamos con este tipo de personas y ¡qué gran experiencia! ¿Verdad?

A lo largo de mi vida, he tenido la suerte de conocer muchas personas que suman y aportan. Estas personas son: optimistas, sencillas, positivas… son personas que actúan con el corazón siempre dispuestas a ofrecerte lo mejor y a ayudarte si lo necesitas. Ellas lo dan todo a cambio de nada. Son personas que suman en tu vida y te hacen crecer como persona, dándote buenos consejos.

Pueden ser más jóvenes o menos, niños o adultos, este tipo de personas no tiene edad. Es su esencia y nacen con ello.

Cuando conoces a este tipo de personas, sientes que las conoces desde siempre, no busques explicación ni lógica sólo disfruta de esa compañía y experiencia.

Con estas personas, puedes estar tranquilo/a y ser tú mismo al cien por cien sin miedos a que te juzguen, te critiquen o te traicionen. Porque sin duda, ese no es su estilo de vida.

Son sinceras y cualquier problema que tengan contigo lo solucionarán contigo directamente, sin intermediarios, porque así son ellos “van de frente” como suelo decir yo.

Y aunque a veces la sinceridad puede doler o molestar, yo personalmente lo prefiero. Todo aquel que haya vivido una traición, sabrá entenderme estoy segura.

Es tal la conexión con estas personas, que muchas veces sin necesidad de hablar os entenderéis perfectamente y sabréis si la otra persona está bien o no, ¡con tan sólo una mirada lo descubrirás!

Es curioso, ¿verdad?

Es una sensación increíble, hay que vivirlo para entenderlo.

Estas personas pueden ser personas que forman parte de tu vida o entorno como: una madre, un padre, una abuela o un abuelo, una amiga o un amigo, un hermano o una hermana, la pareja, compañeros de trabajo, etc.

O bien, pueden ser personas desconocidas que acabas conociendo por circunstancias de la vida.

Sea como sea, ¡es una experiencia única que toda persona debería vivir!

Además, son personas capaces de equilibrarte en momentos de tensión y con sus consejos te orientan hacia donde ir en esos momentos de duda, desconcierto, etc. ¡Todos alguna vez nos hemos sentido perdidos y hemos necesitado que alguien vuelva a meternos en el camino, ¿verdad? Y el que diga que no, es mentira. Porque al final llego a la conclusión, de que todo ser humano acabamos pasando por las mismas experiencias en esta vida y sino son las mismas son muy semejantes, porque al final te das cuenta que aquí estamos todos para aprender.

Y eso no es malo, lo malo sería no tener a esa persona o esas personas para guiarte y apoyarte.

¿Te imaginas pasar los momentos más difíciles de tu vida solo? ¡Que triste!

Pero de la soledad hablaremos en otro momento.


Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.

 

miércoles, 21 de julio de 2021

RELATO FANTÁSTICO: LOS CAMPOS DE MOLINASECA

Mi nombre es Lorena, tengo ocho años y vivo con mis padres en la ciudad de Madrid. Todos los que me conocen, dicen que soy una niña muy nerviosa y que no puedo estar ni un momento quieta, siempre estoy inventando historias y viviendo aventuras. ¡Qué le vamos a hacer, así soy yo! ¡Y lo bien que me lo paso!

Cansados de estar siempre en la ciudad, rodeados de estrés y ruidos, mis padres decidieron comprar una casa antigua en un pueblecito llamado Molinaseca, situado en el Bierzo, en la provincia de León.
Molinaseca es un pueblo muy tranquilo, donde vive muy poquita gente. Está rodeado de naturaleza y hay muchos animales: caballos, vacas, ovejas…

La primera vez que visitamos la casa antigua, me quedé sorprendida porque era toda de piedra y las puertas y ventanas eran de madera. ¡Qué diferente era a las casas que habían en la ciudad!


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—¡Qué bonita, nos la quedamos! —dijo mi madre enseguida. Quedó enamorada de ella desde el primer momento en que la vio.

Así que la compramos y allí es donde pasamos todos los fines de semana y vacaciones.

Al principio, me costó estar allí porque todo era tan diferente a la ciudad. En aquel pueblo había tanto silencio y tanta tranquilidad,  ¡que se me hacía rarísimo! No sabía qué hacer y me aburría muchísimo.

¡Hasta que descubrí que era el sitio ideal para inventarme nuevas aventuras!

Mi lugar preferido, era sin duda el Puente de los Peregrinos por donde pasaba el río Meruelo y por donde pasaban también muchas personas que caminaban haciendo el Camino de Santiago.

Puente de los Peregrinos (Imagen de Google)

Un fin de semana que fuimos a la casa antigua, mientras papá y mamá arreglaban el jardín, yo jugaba en mi habitación con mis juguetes. ¡De pronto uno de los cojines que tenía en la cama se movió! Me asusté, ¿Por qué se movía? Me acerqué con mucho cuidado y cogí el cojín, ¿sabéis qué me encontré? No os lo vais a creer… ¡una ardilla con gafas de sol y un sombrero verde!

—¿Cómo? ¿Qué haces tú aquí? —le pregunté, inocente de mí como si la ardilla pudiera contestarme.

—Esta es mi casa. Yo vivo aquí desde hace muchos años. Me llamo Pitusa, podemos ser amigas si quieres —dijo la ardilla, que para mi sorpresa sí sabía hablar.

—Pero… ¿hablas? ¡No puede ser! —dije sorprendida.

—¡Pues claro que sé hablar! —dijo Pitusa algo molesta.

—Bueno, tampoco hace falta que te pongas así —dije yo.

—Es que estoy cansada de que todo el mundo se piense que las ardillas no sabemos hacer nada más que comer piñas y subir a los árboles. ¡Y las ardillas somos muy inteligentes! —me explicó Pitusa.

La escuché y después seguí jugando con mis juguetes.

—¡Tengo que explicarte algo muy importante! —me dijo de pronto Pitusa.

—¿Sí? Dime… —le dije yo con curiosidad por saber de que se trataba.

—¿Has conocido ya a Rey y sus hermanos? —me preguntó. Al ver mi cara enseguida supo que no. Y entonces siguió explicándome —Ya veo que no los conoces, Rey es un caballo muy poderoso que vive aquí en Molinaseca. Lo reconocerás enseguida cuando lo veas porque todo su cuerpo es de color negro y su cola, sin embargo, es blanca. Él quiere quedarse con todos los campos del pueblo y no quiere compartirlos con el resto de animales. Sus hermanos, Luz y Tom, son los que le ayudan vigilando esos campos. ¡Me parece tan injusto! ¡Los campos deberían ser de todos! —dijo indignada Pitusa.

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—¡Vaya! ¡Pues, sí que es egoísta ese Rey! Si hay muchos campos debería compartirlos y que todos pudieran disfrutar de ellos—dije yo.

—¿Me ayudarás a pensar en un plan? —me preguntó la ardilla.

—Pero, ¿Qué plan quieres qué hagamos? —pregunté yo.

—Pues no sé, pero algo se nos ocurrirá. Vayamos pensando —dijo Pitusa y salió corriendo por la ventana hasta llegar a su escondite en el árbol que teníamos en el jardín junto a la casa.

Aquella misma tarde, mis padres y yo fuimos a pasear por el pueblo y paramos un ratito en el parque para que yo jugara. No era habitual, pero aquella tarde había muchos niños y niñas jugando en él.

Justo me iba a tirar por el tobogán cuando noté una mano sobre mi hombro.

—¡Hola! Me llamo Joel, eres nueva por aquí, ¿verdad? ¿Quieres ser mi amiga? —me preguntó un niño de ojos azules.


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Sí soy nueva. ¡Claro que sí podemos ser amigos! —le dije yo entusiasmada con la idea, ¡por fin mi primer amigo en Molinaseca!

Estuvimos jugando toda la tarde, ¡lo pasamos genial!

Con el paso del tiempo nos fuimos haciendo muy buenos amigos, pasábamos mucho tiempo juntos compartiendo largos ratos de juegos y aventuras.

Una tarde, mientras jugábamos en su casa, le expliqué la historia que me había contado Pitusa.

—¡Conozco a ese caballo, es muy grande y muy bonito! Pero no pensaba que fuera tan egoísta como para querer quedarse con todos los. ¡Tenemos que pensar en un plan! —dijo Joel que también era muy aventurero como yo.

—Ya… Pitusa y yo llevamos días pensando en un plan pero no se nos ocurre nada —dije yo.

—¡A mí se me ocurre una cosa! —dijo Joel de pronto y fue corriendo a su armario y cogió una chaqueta.

—¿Una chaqueta? ¿Ese es tu plan? —le pregunté decepcionada.

—¡Es una chaqueta mágica! Cuando te la pones te vuelves invisible y nadie puede verte. Me la compró mi tío Josué en un viaje que hizo —me explicó Joel.

Entonces me probé la chaqueta y me miré al espejo que tenía en su habitación, ¡era verdad, me volví invisible!

—¿Qué te parece? —me preguntó Joel.

—¡Alucinante! —dije muy sorprendida.

—Pues bien, se me ocurre el plan perfecto: tú te pondrás la chaqueta y te meterás en el establo de Rey y sus hermanos, como no te verán porque serás invisible aprovecharás para hacer travesuras y así los asustarás y entonces saldrán corriendo al campo. En el campo, Pitusa y el resto de ardillas entrarán en acción y se tirarán encima de los tres caballos despistándolos mientras yo invento algo para que no puedan escaparse —me explicó Joel.

—¡Este plan tiene muy buena pinta la verdad! —dije yo.

—Ahora sólo tengo que pensar en algo para que no puedan escaparse una vez los tengamos atrapados. Ya pensaré… ¡seguro que se me ocurre algo! —dijo Joel pensativo.

Aquel mismo día, cuando llegué a casa y encontré a Pitusa debajo del cojín que tenía en mi cama le expliqué el plan que se le había ocurrido a Joel y enseguida me dijo:

—¡Está genial! ¡Claro que sí, avisaré a toda mi familia de ardillas para que participen también!

De lunes a viernes, como mis padres trabajaban y yo tenía que ir al colegio, estábamos en Madrid. La verdad, es que cada vez se me hacía más difícil estar en la ciudad, había tanto ruido y tanto estrés. ¡Me gustaría tanto vivir para siempre en Molinaseca!

Así que… cuando estaba en Madrid, Joel y yo hablábamos todos los días por  teléfono y nos explicábamos cómo nos iba la semana.

Una tarde mientras merendaba me llamó:

—Lorena, ¡ya se me ha ocurrido una idea para que Rey y sus hermanos no puedan escaparse cuando las ardillas los tengan atrapados! Construiré un tractor de madera con la ayuda de mi padre. Un tractor de esos que riegan los campos. Pero este tractor, en lugar de regar con agua, regará con gelatina y así los caballos se quedaran enganchados a la hierba y no podrán escaparse y entonces aprovecharemos para hablar con ellos y hacer un trato para que compartan los campos con el resto de animales. ¿A qué es buena idea? —dijo muy entusiasmado.


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—Síííí —contesté yo. ¡Me parecía una idea genial!

—Este fin de semana ya tendré el tractor terminado, así podremos poner en práctica nuestro plan —dijo Joel muy contento.

Cuando llegó el viernes…

¡Era viernes! Mi día preferido de la semana porque por las tardes, mis padres me recogían en el colegio y nos íbamos a Molinaseca a pasar el fin de semana.

—Mañana, vendrá Joel a jugar conmigo a casa —les explicaba en el coche a papá y mamá.

—¡Nos parece muy bien Lorena! ¿y qué haréis? —me preguntó mamá.

—Iremos a los campos a jugar, nos inventaremos alguna aventura de las nuestras —dije yo.

—¡Qué dos aventureros estáis hechos! —dijo mi padre sonriendo.

—Síííí —contesté yo.

Al día siguiente…

¡Había llegado el gran día! ¡Era sábado e íbamos a poner en marcha nuestro plan! Joel, las ardillas y yo nos fuimos a los campos que había cerca del establo dónde vivían Rey y sus hermanos.
Nos escondimos detrás de unos arbustos y entonces Joel me dio su chaqueta, me la puse y… ¡me volví invisible!

Así que pude entrar en el establo sin problemas porque nadie podía verme. Rey y sus hermanos estaban durmiendo así que aproveché para empezar con mis travesuras…

Primero moví el cubo, donde Rey tenía su comida, lo tiré al suelo y entonces Rey se despertó asustado.

—¿Qué es ese ruido? —preguntó Rey.

—El cubo de la comida se ha caído, no te preocupes —le dijo su hermana Luz.

Después cogí el cepillo y empecé a peinar a los tres caballos.

—¡Luz para de hacerme cosquillas! —dijo Tom.

—Yo no te estoy haciendo cosquillas —dijo Luz.

Y entonces, se miraron extrañados. ¿Qué estaba pasando?

Lo mejor vino cuando empecé a jugar con las luces. Me dediqué a encenderlas y apagarlas muchas veces, ahí sí que se asustaron y salieron corriendo hacia fuera hasta llegar a los campos.

—Algo raro está pasando hoy… —dijo Tom.

—Sí y no me gusta ni un pelo —dijo Rey.

Y justo en aquel momento, aparecieron todas las ardillas, eran muchísimas y se tiraron sobre los tres caballos dejándolos atrapados.


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Y poco después, apareció Joel montado en su tractor de madera y empezó a dar vueltas alrededor de Rey y sus hermanos regándolo todo con gelatina de colores, mmm… ¡qué bien olía!

¡Funcionó! Los caballos se quedaron enganchados en la hierba sin poder moverse.

—¿Estáis locos? ¿Qué nos habéis hecho? —Decía Rey muy enfadado.

—Os hemos hecho lo que os merecéis. ¿Tú crees que puedes quedarte con todos los campos y dejar que los demás animales se mueran de hambre y de tristeza? Ellos también necesitan estar en el campo —dije yo.

—¡Los campos son míos! —dijo Rey.

—¡Eso no es verdad! —dijo Pitusa que estaba sobre mi hombro.

—¡Sí! Yo soy el más poderoso de todos los animales de Molinaseca. Y por tanto, ¡mando yo! —dijo Rey.

—Eso no es así y lo sabes Rey. Lleguemos a un acuerdo —dijo Joel.

—¿Qué me proponéis? —preguntó Rey.

—Te proponemos que compartas los campos con el resto de animales y nosotros a cambio, os traeremos hierba fresca cada día, además de zanahorias y manzanas que sé que os gustan mucho —dije yo.

Rey se quedó en silencio y miró a sus hermanos, éstos tenían los ojos tan abiertos como naranjas y sonreían, parecía gustarles nuestra propuesta.

Rey entonces dijo:

—Vale. ¡Aceptamos!

—¡Bieeeen! —dijimos todos y empezamos a saltar de alegría. ¡Lo habíamos conseguido!

Así que…

Desde aquel día, todos los animales de Molinaseca disfrutaban: comiendo la hierba fresca de sus campos, corriendo, saltando, jugando… ¡eran muy felices!

Y Rey y sus hermanos, aprendieron que el egoísmo no lleva a ningún lugar y que es mejor compartir. Si compartimos, ayudamos a los demás y los hacemos felices al mismo tiempo que nos hace felices y afortunados a nosotros también.

Escrito por: Yolanda Martínez Duarte

jueves, 15 de julio de 2021

LA VIDA DE ROSALÍA (3a parte)

 


Imagen de Google (Editada por mí)

No soportaba mirarse al espejo. Cada vez estaba más desmejorada y demacrada, había perdido mucho peso y su piel estaba cada vez más pálida. ¿Y esas ojeras? ¡Qué horror! Esa mujer que se reflejaba allí no era ella.
Un día, decidió quitar todos los espejos que tenía en casa, pensó que sería la mejor opción para no deprimirse todavía más.

Llevaba ya muchas sesiones de quimioterapia, los resultados de las analíticas eran optimistas.

—Rosalía, ¡lo estás haciendo muy bien! Tengo buenas noticias, en esta última analítica que hicimos, parece que los niveles tumorales se han reducido. Eso es señal de que la quimioterapia está funcionando —le decía el Doctor en la última visita.

—¡Me alegro! —dijo Rosalía.

—Te recetaré unos complementos vitamínicos. ¡Necesitas recuperar fuerzas! —decía el Doctor mientras preparaba la receta médica.

Al despedirse, como siempre, el Doctor dio un abrazo a Rosalía y la animó a seguir luchando, iba por buen camino.

Cuando salió del Hospital, Rosalía fue a unos jardines que habían allí cerca, iba a menudo después de sus sesiones de quimioterapia, se sentó en un banco y respiró profundo aliviada.

“Soy afortunada por estar viva y por tener este Doctor, ¡qué gran persona es!” pensó.

El Doctor Ballesteros, no sólo era un gran profesional sino que también era una bellísima persona. Se implicaba al máximo con sus pacientes y los trataba con respeto y cariño, cosa que hacía que el proceso fuera menos duro.

—¡Rosalía, disculpa llego tardísimo! ¡Quería acompañarte pero nos falta una profesora en la Escuela y vamos a tope! ¡Ya te imaginas! —dijo Sofía interrumpiendo ese momento de reflexión personal de Rosalía.

—Tranquila, no te preocupes. El Doctor me ha dicho que parece que la quimio está dando buenos resultados y mis niveles tumorales están bajando —le explicó Rosalía feliz.

—¡Qué bien, como me alegro! Te lo mereces, por todo lo que estás luchando mi guerrera —le dijo con cariño Sofía.

Eran más los días en que Rosalía se encontraba mal y débil, que los días que se encontraba bien. Por ello, había decidido coger la baja y dejar de trabajar al menos hasta que recuperase sus fuerzas y se encontrase mejor.

Aún así, en esos días en que se encontraba bien, visitaba la Escuela de Danza y así veía a sus compañeros y sus alumnos. ¡La llenaban de vida! Pues echaba mucho de menos su vida de antes… pero debía seguir siendo fuerte y luchar, ahora más que nunca después de que el Doctor le diera tan buenas noticias.

Y con el paso de los meses…

Cuando todo parecía estabilizarse y arreglarse, y Rosalía había recuperado la esperanza por salir de aquella pesadilla llamada Leucemia.


Imagen de Google (Editada por mí)

Una ambulancia vino a buscar a Rosalía a su casa, llevaba muchos días con fiebres altas que no bajaban, así que Rosalía fue ingresada de urgencia, su salud corría peligro ahora que estaba tan débil no podía permitirse ningún intruso en su cuerpo: ni virus, ni bacterias, ni infecciones.

¡Infecciones!

Resultó que a Rosalía se le había infectado la herida dónde estaba el catéter puesto, por ello tenía fiebre.

En cuanto ingresó y los médicos descubrieron el origen de su fiebre, quitaron el catéter y se lo pusieron al otro lado del tórax. La mitad del problema estaba solucionado, ahora sólo faltaba lo más importante, vencer a la infección y conseguir que bajase la fiebre.

Sofía pasaba todo el tiempo que podía con ella en el Hospital, ¡no podía dejarla sola!

—¿Cómo evoluciona Doctor? —le preguntó un día Sofía.

—De momento, no hay evolución Sofía. No acabamos de estabilizar la fiebre, siguen habiendo picos y ella está muy débil. No sé si podrá aguantar mucho tiempo más, la verdad —contestó triste el Doctor.

Él también estaba muy pendiente de Rosalía, incluso a veces cuando terminaba su turno de trabajo y veía que Rosalía estaba sola, se sentaba en la butaca que había al lado de su cama y le leía un libro o le explicaba anécdotas de su día a día. La mayor parte del tiempo ella estaba dormida pero él sabía que de todos modos lo escuchaba. ¿Y porque le dedicaba tanto tiempo? Era una paciente más…


Imagen de Google (Editada por mí)

Pero él sabía que no era así. Llevaba mucho tiempo tratándola y era la paciente más joven que había tenido hasta ahora. ¡Le tenía mucho aprecio y le dolía verla pasar por todo aquello! ¡No se lo merecía!


Escrito por: Yolanda Martínez Duarte

martes, 13 de julio de 2021

CUENTO INFANTIL DE FANTASÍA: EL VIAJE DE LUCÍA

 Lucía tenía ocho años y vivía con sus padres y su abuela en una casa en la montaña. A Lucía le gustaba mucho vivir allí, disfrutaba de largos paseos por las montañas, ayudaba a su abuela con el huerto,  ponía de comer a las gallinas y cogía sus huevos, ayudaba a la abuela a cuidar del jardín, se bañaba en el río… ¡eran tantas las cosas que podía hacer allí!

Lucía, era una niña con muchísima imaginación, tanto que desde bien pequeña había inventado una amiga imaginaria que se llamaba Mariduende. Mariduende era una mariposa con orejas de duende y alas de hada, sólo Lucía podía verla y hablar con ella.
Además,  a Lucía también le gustaban mucho los cuentos de fantasía, podía tirarse horas y horas leyendo historias de: duendes, hadas, ogros, etc.

Aquella tarde de verano, en la casa de la montaña todos iban corriendo de un lado a otro preparando las maletas para irse de viaje a Sevilla, dónde vivía Luisa la hermana de la abuela de Lucía.

—¡Qué ganas tengo de ver a mi hermana! ¡Hace tanto tiempo que no la veo! —decía la abuela mientras metía su ropa en la maleta.

—Saldremos de viaje después de cenar. Es un largo viaje y mejor hacerlo de noche que no hace tanto calor —dijo el padre de Lucía.

Y así lo hicieron, después de cenar se subieron todos al coche y viajaron a Sevilla.

Llegaron allí por la mañana. Luisa los esperaba en la puerta de su casa con los brazos bien abiertos lista para abrazarlos a todos, ¡ella era así, muy cariñosa!

—¡Bienvenidos! —dijo Luisa al mismo tiempo que los abrazaba.

—¿Cómo estás hermana? —le preguntó la abuela.

—Bien. Pero hay que ver lo guapa que estás, ¿eh? —le decía Luisa a su hermana con cariño. Se querían mucho y siempre se habían llevado muy bien.

Cuando ya habían guardado las maletas y habían desayunado, se prepararon para ir a pasear por la ciudad y ver las maravillas de Sevilla: la Catedral, la Torre del Oro, la Giralda, el Parque María Luisa y la Plaza España.


Catedral de Sevilla (Foto de Google)

—¿Has visto Lucía, qué bonita es la Catedral? —le dijo Luisa.

—¡Sí! ¡Y qué grande! —dijo la niña.

—Sí, es una de las catedrales más grandes del mundo —dijo Luisa.

—Lo que no entiendo Luisa es porque a la Torre del Oro le llaman así, yo no he visto oro por ningún lado —dijo la niña con curiosidad.

Todos se echaron a reír y entonces Luisa le explicó:

—Tienes razón Lucía, no tiene oro por ningún lado. Pero… ¿sabes? Hace muchos años, toda la torre estaba recubierta de azulejos de oro y por eso la llamaron así.

—¿Azulejos? —preguntó la niña. Aquella palabra era nueva para ella.

—Sí Lucía, los azulejos son como las racholas que tenemos puestas en las paredes de la cocina o el lavabo de casa —le explicó su madre.

—Ahhh, vale. ¡Qué bonita era entonces toda la Torre llena de Oro! ¡Seguro que con el sol brillaba mucho! —dijo la niña.

La Torre del Oro (Foto de Google)

Todos se echaron a reír de nuevo. Lucía era una niña encantadora, tan curiosa y espontánea siempre.

—¡Es increíble lo alta que es la Giralda! —dijo el padre de Lucía.

—Sí, es preciosa —dijo Luisa.


La Giralda (Foto de Google)

Y por último visitaron la Plaza España y después el Parque María Luisa que estaba muy cerca. En el parque habían unos jardines muy grandes, lleno de flores de colores y también habían fuentes muy bonitas al puro estilo andaluz con azulejos de colores.

—¡Cuantas flores! —dijo Lucía asombrada y las iba oliendo todas.

—¿Sigue estando la estatua de Bécquer? —preguntó la abuela a su hermana.

—¡Sí! Está por allí, ¡vamos! —contestó Luisa.

—Siempre me ha gustado tanto esa estatua. Aún recuerdo cuando conocí al abuelo, allí fue donde nos dimos nuestro primer beso —recordaba la abuela con nostalgia.

—¡No te pongas triste abuela! —dijo Lucía mientras la abrazaba.



Estatua de Bécquer (Foto Google)

Se hizo la hora de comer y aprovechando que estaban cerca del Río Guadalquivir, donde estaban los mejores Restaurantes, Luisa propuso ir a comer al Restaurante “La Flor de Azahar”. Allí se comía muy bien y además podían disfrutar de unas vistas muy bonitas del río.

—¡Qué bonito es este Restaurante y qué rica la comida! —decía la madre de Lucía.

—Mamá, ya he terminado de comer. ¿Puedo ir a jugar a la orilla del río? —preguntó Lucía.

—Sí, pero con cuidado de no caerte al agua, ¿vale? Que está muy profundo y te puedes ahogar —le dijo la madre.

—Vale —contestó Lucía.

Y se fue a la orilla del río, tenía tanta calor que se sentó, se quitó las bambas y metió los pies en el río.

—¡Qué bien! ¡Qué fresquita está el agua! —dijo Lucía.

Pero de pronto, notó un cosquilleo como si un pez hubiera rozado sus pies. Al sacar los pies del agua, vio un duende muy pequeño en su pie.


Foto de Pinterest

—¿Cómo? —dijo la niña sorprendida.

—Shhh, ¡no grites! Tranquila, me llamo Pi y quiero ser tu amigo —le dijo el duende.

Entonces se cogió a la mano de la niña y de pronto apareció una luz blanca muy intensa y cuando ésta desapareció y Lucía abrió los ojos…

—¡Un bosque! —dijo Lucía sorprendida.

Era de noche y el bosque estaba lleno de luciérnagas que revoloteaban de un lado a otro sin parar.

—¡Bienvenida a mi casa! —le dijo el duende que estaba sobre el hombro de Lucía.

—Pero…¿cómo hemos llegado aquí? Y.. ¿mi familia? —dijo la niña preocupada.

—Tranquila, volverás con tu familia. Te he traído aquí porque toda mi familia y yo necesitamos tu ayuda —entonces el duende Pi silbó con suavidad, era la señal para que su familia de duendes supieran que había llegado y ya podían salir de nuevo.

Y así fue, poco a poco fueron apareciendo todos. ¡Era espectacular ver tanto duende junto! Lucía estaba muy contenta de estar allí, ella adoraba a los duendes.

—¡Necesitamos tu ayuda Lucía! Llevamos muchos días sin comer. Resulta, que un día vinieron los pájaros con alas doradas y brillantes, que viven al otro lado del río, y nos quitaron toda la comida. Nosotros no podemos acercarnos a eso pájaros porque al ser tan pequeños nos comerían. Así que necesitamos a alguien grande como tú para que los pájaros tengan miedo.

—¡Vale, os ayudaré! ¿Cuál es el plan? —preguntó Lucía.

—¿Sabes nadar? —le preguntó Pi.

—Sí —contestó la pequeña.

—Pues la idea es que lleves esta bolsa para poder guardar nuestra comida y nades hasta aquel árbol de allí, que es donde viven los pájaros. ¿Podrás hacerlo? —dijo Pi señalando un árbol que se veía al otro lado del río.

—¡Claro que sí! —dijo Lucía decidida.

Después, Lucía se colgó la bolsa en la espalda, se metió en el río y empezó a nadar.

Los duendes la miraban desde la orilla del río con la esperanza de que lo consiguiera.

Y…. ¡lo consiguió! Por suerte, todos los pájaros estaban durmiendo profundamente, así que Lucía cogió toda la comida de los duendes, la metió en la bolsa y volvió nadando hasta la Aldea de los duendes que ya estaban celebrando la victoria saltando, aplaudiendo y silbando a Lucía.

—¡Gracias! —le dijeron cuando llegó y todos los duendes fueron corriendo hacia ella y la abrazaron. Lucía, ¡estaba muy feliz! ¡Nunca antes había tenido duendes tan cerca, eran encantadores!

—¡Vamos a celebrarlo! —dijo Pi.

Y entonces, prepararon una fiesta con: música, comida y baile. ¡Los duendes eran muy bailarines y Lucía lo pasó genial!

Cuando terminó la fiesta, ya empezaba a amanecer en la Aldea de los duendes y los primeros rayos del sol se dejaban ver entre los árboles.

Fue entonces, cuando todos los duendes se pusieron en círculo rodeando a Lucía, que estaba en el centro, Pi se acercó a ella con una pulsera llena de flores hecha por todos los duendes. Era una pulsera muy especial y se la daban a Lucía como regalo de agradecimiento por haberlos ayudado a recuperar su comida.

—¡Esto es para ti Lucía por habernos ayudado! Es una pulsera muy especial, verás que por las noches estas flores se iluminarán y te harán recordar esta aventura que hemos vivido juntos —dijo Pi y se la colocó en la muñeca.

—¡Gracias! ¡Me gusta mucho, es muy bonita! —dijo Lucía muy feliz.

Había llegado el momento de irse, Lucía tenía que volver con su familia pero antes, la pequeña abrazó a todos los duendes y se despidió de ellos, les había cogido mucho cariño.

Después, Pi la cogió de nuevo de la mano y de pronto volvió a aparecer aquella luz blanca intensa y cuando ésta desapareció y Lucía abrió los ojos… ¡estaba sentada de nuevo en la orilla del río Guadalquivir, como si nada hubiera pasado!


Foto de Google

Pero sí había pasado y Lucía estaba feliz, feliz por haber vivido esa aventura junto a los duendes.

—¡No te olvidaré Pi! —dijo la pequeña mientras miraba el agua del río. En su reflejo vio revoloteando a su alrededor a Mariduende.

—¡Hombre Mariduende! Llevaba muchos días sin verte —dijo la pequeña sorprendida de verla de nuevo.

—¡Cierto! He estado muy ocupada cuidando de uno de los Trolls de la Casa de la Montaña, estaba enfermo pero ya se ha curado y entonces he podido volver contigo. ¡Estaba deseando conocer Sevilla! Todos dicen que… ¡Sevilla tiene un color especial!

Lucía sonrió y dijo:

—Yo diría más bien que Sevilla tiene un duende muy especial.

Mariduende no entendió nada, pero ambas se echaron a reír.


 Escrito por: Yolanda Martínez Duarte

 

miércoles, 7 de julio de 2021

LAMISIA UNA CIUDAD ABANDONADA

 


Imagen de Google

La ciudad de Lamisia nada tenía que ver con la ciudad que había sido años atrás. Nada quedaba de aquellas calles transitadas por personas que iban a: trabajar, comprar, al colegio… de un lado a otro todo el tiempo sin parar.
Así era Lamisia, una ciudad llena de: flores, tiendas, cines, teatros, jardines… ¡una ciudad llena de vida!

Pero ahora Lamisia lo había perdido todo:  su gente, su alegría, su luz… se había vuelto una ciudad oscura, triste, vacía y destrozada. Con el paso del tiempo la mayoría de los edificios se habían deteriorado y eran pocos los que quedaban en buen estado ¿qué había pasado?

Laia y Marcos, eran una pareja de recién casados que volaban en su avión con destino Indonesia para celebrar su viaje de luna de miel. Estaban felices y pletóricos. Llevaban mucho tiempo queriendo viajar a Indonesia y ahora por fin harían realidad su sueño, estaban tan ilusionados que hasta habían hecho un “planning” con todo lo que visitarían: el Parque Nacional de Tanjung Puting, los templos de Prambanan y Borobudur, las Islas Gili y los volcanes entre otras muchas cosas. Tenían veinte días para disfrutar de ese viaje tan especial, un viaje que sin duda nunca olvidarían.

¡Pero de pronto el avión empezó a hacer movimientos bruscos!

—¿Qué sucede? —Preguntó Marcos.

—Parece que estamos en zona de turbulencias señor —le dijo una de las azafatas.

Pero cada vez más el avión se movía de forma inestable y brusca e iba demasiado rápido. Laia y Marcos se cogieron de la mano asustados, aquello no eran turbulencias…

Al abrir los ojos Marcos se vio tirado en el suelo ensangrentado, tenía heridas en los brazos y la pierna derecha pero se puso en pie y comprobó que podía caminar.

—¿Laia? ¿dónde estás Laia? —Llamó a su mujer.

Había mucha niebla y no lograba ver nada.

Siguió llamándola durante mucho rato pero no recibía respuesta. Marcos estaba muy preocupado ¿y si le había pasado algo? Él estaba herido y por lo poco que había podido ver entre la niebla dedujo que el avión donde viajaban se había estrellado.

¡De pronto vio dos siluetas humanas entre la niebla!

Parecía un adulto y un niño, se acercó a ellos con la curiosidad de saber quiénes eran ¿y si eran más supervivientes del avión?

—¡Laia! —Exclamó al reconocerla.

—¡Marcos! —Dijo ella, corrió hacia él emocionada y se abrazaron.

—¿Cómo te encuentras? —Le preguntó Marcos.

—Bien. Por suerte sólo me hice unos pocos rasguños. ¿Y tú? —Preguntó ella mirándolo de arriba abajo.

—Yo tengo heridas en los brazos y el golpe más fuerte me lo he llevado en la pierna derecha pero por suerte puedo caminar —contestó Marcos.

—El avión se estrelló —dijo ella.

—¿Pero cómo? Yo lo último que recuerdo es que nos cogimos de la mano —dijo Marcos.

—Lo mismo que recuerdo yo. Pues resulta que después de eso el avión empezó a perder combustible y calló en picado hasta esta ciudad abandonada, se llama Lamisia. Me lo ha explicado Ganesh —le explicó Laia señalando al niño que permanecía tras ellos.

—¿Ganesh? —preguntó extrañado Marcos.

—Sí. Ganesh es un niño nepalí, tiene diez años y vive en esta ciudad abandonada. Él me ayudó cuando desperté tirada en el suelo, me llevó a su casa, me curó las heridas y me dio de comer. Ven te lo presentaré —dijo Laia.

Se acercaron al pequeño y Laia los presentó:

—Él es Marcos mi marido, Marcos él es Ganesh mi salvador.

Se estrecharon las manos y Marcos le dijo:

—¡Hola Ganesh, gracias por cuidar de mi mujer!

—No hay de qué. Tenemos que irnos de aquí. Acompañarme iremos a un lugar más seguro —dijo el niño.

Marcos se quedó sorprendido, Ganesh hablaba perfectamente su idioma. Era así porque Ganesh había vivido durante muchos años en Lamisia y en sus mejores tiempos había sido ciudad de mucho turismo, así que había aprendido diferentes idiomas.

Cuando llegaron a su casa, los recibió un precioso Leopardo de las Nieves, un animal común de Nepal, sólo que éste era diferente a los demás y muy especial, tenía la habilidad de adaptarse a todos los climas.


Imagen de Google

—Tranquilo Marcos, no te asustes. Él es Everest, mi fiel compañero. Mi abuelo me lo regaló cuando yo tenía dos años para que me protegiera y fuera siempre conmigo —le explicó Ganesh al ver a Marcos algo asustado.

Laia enseguida se acercó a acariciarlo, habían congeniado muy bien.

—¡Es muy cariñoso! —dijo mientras lo acariciaba.

—Ya veo, ya… ¡es increíble! Nunca había visto un leopardo tan de cerca —dijo Marcos muy sorprendido.

Ganesh les preparó un té y unas galletas. Después se sentaron a merendar y empezaron a hablar:

—Sois los únicos supervivientes del accidente y por tanto, ¡sois los elegidos! —decía Ganesh.

—¿Los elegidos? —preguntó extrañado Marcos. Entonces Laia lo cogió de la mano y asintió con la cabeza.

—Sí. ¡La ciudad de Lamisia os necesita! Esta ciudad era una ciudad maravillosa, llena de gente y de vida…pero entonces llegó Ion para cambiarlo todo. Ion es un ser desagradable y cruel, disfruta haciendo daño, sólo así es feliz. No se deja ver fácilmente, pero si algún día lo veis lo reconoceréis enseguida por su aspecto, tiene cuerpo de pulpo y lengua de camaleón. Con esa larga lengua y esas ocho patas lo controla todo —les explicaba Ganesh.

—¡Qué horror! —Dijo Laia.

—Pero eso no es lo peor. Lo peor es que cuando él llegó a esta ciudad, echó una maldición para que esta ciudad permanezca abandonada para siempre y nadie pueda visitarla, sólo así puede tenerla en su poder. He intentado romper la maldición de varias maneras pero ninguna ha servido —decía el niño algo triste.

—¡Vaya! —dijo la pareja entristecida también.

—Aquí es donde necesito vuestra ayuda. Una noche tuve un sueño muy curioso, era algo así como una revelación. En el sueño aparecían mis ancestros y me mandaron este mensaje “dos elegidos llegarán a la ciudad abandonada y con su ayuda la maldición de Ion será eliminada”. El sueño acababa con el pozo de Lamisia lleno de luz, una luz blanca, muy intensa que llegaba hasta el cielo.

—¡Pues entonces adelante con la aventura! Tengo ganas de conocer a ese pulpo con lengua de camaleón —dijo Marcos muy entusiasmado, pues él siempre había sido muy aventurero.

—Mañana os enseñaré su guarida. Ahora será mejor que descansemos —dijo Ganesh.

Al día siguiente, iniciaron su ruta hacia la guarida de Ion.

—Por las mañanas Ion duerme profundamente, así que es el mejor momento para enseñaros donde se esconde —les explicaba Ganesh.

Por el camino toparon con un pozo, que justamente estaba en el centro de la ciudad.



Imagen de Google

—¡Qué bonito es! —dijo Laia mientras se asomaba para ver su interior.

Era un pozo precioso, por fuera el típico pozo de piedra, pero en su interior las paredes estaban recubiertas de espejos con lo que cuando hacia sol su agua se reflejaba en ellos, creando un efecto muy bonito.

—Este pozo es el corazón de la ciudad. Aquí es donde Ion echó la maldición y aquí será donde nosotros la haremos desaparecer —dijo Ganesh, que a su temprana edad se mostraba muy maduro.

—¡Qué curioso es todo! —Dijo Laia asombrada.

—Laia, toma este bote, es un ácido que he preparado yo mismo con plantas. Si en algún momento Ion se despierta, no dudes en tirárselo a los ojos así podremos huir, ¿vale? —dijo el niño.

—Vale —dijo ella y se lo guardó en el bolsillo de su pantalón.

Cuando llegaron a la guarida de Ion, allí estaba él durmiendo plácidamente. Así que Ganesh y Marcos aprovecharon para atarle todas las patas para que no pudiera atacarlos si se despertaba. Pero justo cuando Marcos estaba atando la última pata, Ion se despertó y al verlo sobre él no dudó en atacarle. Enseguida Ion sacó esa larga lengua de camaleón y agarró a Marcos con fuerza.

—¡Ahora Laia! —Le dijo Ganesh.

Entonces Laia sacó el bote de su bolsillo y le lanzó el ácido a la cara de Ion, éste entonces perdió la fuerza de su lengua dejando caer a Marcos que ya estaba inconsciente.
Aprovecharon que Ion estaba con los ojos cerrados, Ganesh y Laia cogieron a Marcos y con la ayuda de Everest lo llevaron corriendo a casa de Ganesh, allí estaría a salvo. Pero Marcos estaba muy débil y al llegar a casa y tumbarlo sobre la cama…

—Cariño, ¿me escuchas? Despierta, estamos a salvo —le decía Laia mientras le acariciaba la cara.

—Está muy débil, Ion lo ha golpeado demasiado fuerte —dijo con prudencia Ganesh.

Y justo en ese momento, Marcos emitió un suspiro muy profundo y se fue, se fue para siempre.

—¡Marcos! ¡Marcos no puedes irte, por favor cariño te quiero, no me dejes… ¡vuelve conmigo! —Lloraba desconsolada Laia.

—Laia… —le dijo Ganesh poniendo su mano sobre el hombro de ella a modo de apoyo y consuelo.

Pero sin saber cómo ni porqué Laia salió corriendo de la casa sin rumbo alguno. Estaba muy triste, sentía impotencia por haber perdido a Marcos de esa manera tan cruel. Ion merecía sufrir, merecía un castigo cruel, Laia sólo pensaba en vengarse de él pero entonces se topó con el pozo y no pudo evitar asomarse, aquel pozo le daba paz cada vez que se asomaba a él y miraba su interior, ahora más que nunca necesitaba esa paz.
Pero esta vez se asomó triste con los ojos inundados de lágrimas, no podía dejar de llorar la vida le había arrebatado lo que más quería.

Sus lágrimas empezaron a caer en el pozo…

Ganesh salió corriendo en busca de Laia, le preocupaba que cometiera cualquier locura. Pero cuando llegó al pozo, allí la encontró mirando al vacío llorando y una luz blanca muy intensa salía del pozo hacía el cielo.

¡De pronto el suelo empezó a temblar como si se tratase de un terremoto! Y de pronto paró…

—¿Estás bien Laia? —Le preguntó Ganesh y visitaron de nuevo la guarida de Ion.

—¡No está! —Dijo sorprendida Laia.

—Tus lágrimas en el pozo… ¡ahora lo entiendo! ¡Tus lágrimas hicieron que el pozo se iluminara! Y esa luz… ¡claro el sueño que tuve! ¡En mi sueño el pozo se iluminaba y esa era la señal de que la maldición de Ion había desaparecido! —Dijo Ganesh feliz.

Ambos se abrazaron y saltaron de alegría.

—Lástima que Marcos no pueda estar vivo para verlo —dijo Laia triste.

—¡Se me ocurre una cosa! Vamos a casa —Propuso Ganesh.

Y al llegar a casa…

Ganesh preparó una especie de aceite con plantas medicinales y un pelo de Everest. Después encendió velas alrededor del cuerpo de Marcos y empezó a untar el aceite que había preparado por todo el cuerpo de Marcos. Everest permanecía tumbado a su lado. Una vez untado en aceite todo el cuerpo de Marcos, Ganesh se sentó en posición de meditación, cerró los ojos y desde su interior y en silencio se comunicó con sus ancestros:

“Hoy vengo a pediros una sola cosa. Necesito que Marcos vuelva a la vida, lo merece después de enfrentarse a Ion y acabar con su maldición. Abuela he seguido tus pasos con el ritual de vida que me enseñaste, por favor dame luz y ayúdame para que se cumpla mi deseo”.

Tal era el cansancio que todos se quedaron dormidos alrededor del cuerpo sin vida de Marcos.

Por la mañana con el primer rayo de sol Everest se desperezaba y lo primero que hizo fue lamerle la cara a Marcos, pero claro éste no reaccionó y Everest volvió a insistir…

—Ya Everest ya sé que es hora de levantarse y quieres salir —dijo Marcos.

Everest movía la cola contento.

—¡Ha funcionado! —Dijo Laia que al escuchar la voz de Marcos se había despertado de golpe y lo estaba abrazando y besando llena de alegría y felicidad.

—¿Cómo? —Preguntó Marcos.

—Nada… es una historia muy larga —contestó Laia.

Laia y Ganesh se miraron y sonrieron felices.

Ganesh miró al cielo y dirigiéndose a sus ancestros dijo:

—¡Gracias!

Desde entonces, aquella ciudad abandonada fue recuperando su vida de antes: su gente, el turismo, las flores, las tiendas, los cines y teatros, los coches, trenes y autobuses… ¡Lamisia volvía a estar viva al igual que Marcos!


Pintura de Leonid Afremov


Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.

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