jueves, 30 de diciembre de 2021

LA JOVEN DEL BANCO


Ella, una joven adolescente incomprendida, pasaba las horas sentada en aquel banco. Allí se sentía segura y a menudo, reflexionaba y se refugiaba de sus días más grises.

Ella, era una adolescente con las ideas muy claras y desde bien pequeña soñaba con ser pintora de cuadros en París. Pero, en casa todos rechazaban la idea.

—Déjate de tantos pajaritos y céntrate, pues deberás seguir nuestros pasos con el negocio familiar —le decía constantemente su madre.

Aquello, la entristecía enormemente y entonces se sentaba en aquel banco, donde era capaz de olvidarse de todo aunque fuera sólo por un instante.

Desde allí, podía apreciar escenas muy bonitas. Desde aquella anciana dando de comer a los gatos callejeros, pasando por aquel niño que aprendía a ir en bicicleta con la ayuda de su padre, hasta llegar a aquella pareja de enamorados que se miraban con un brillo especial en los ojos.

Pero, aquel día fue diferente. Ya había oscurecido cuando cerró los ojos por un momento soñando que estaba en París presentando su primera colección de cuadros en una galería de arte. Pero… ¡algo la interrumpió!

Una luz intensa sobre su rostro, hizo que abriera los ojos de golpe y entonces… ¡descubrió la magia de los colores! ¡Había llegado la Navidad y la decoración del barrio se había iluminado por primera vez!

Aquello, la invadió de nostalgia y le hizo recordar un momento de su infancia que no olvidaría jamás.

Era una niña, tenía apenas cuatro años y deseaba tener una muñeca Nancy, de esas tan bonitas repletas de complementos y ropa. Pero, sus padres siempre le decían:

—Seguramente, los Reyes Magos no puedan traértela pues esas muñecas son muy caras.

Ella nunca perdió la esperanza en sus tres Reyes Magos y cuando llegó la noche más mágica del año, les puso comida y agua bajo su árbol navideño.

A la mañana siguiente, se despertó y bajó de la cama corriendo ilusionada por abrir sus regalos. Su abuela, vivía con ellos y como siempre, había sido la primera en levantarse y ya tomaba su habitual café matutino sentada en su butaca junto a la ventana.

—Mira a ver qué te han traído los Reyes mi niña —le dijo.

La pequeña, se acercó al árbol, cogió el único regalo que había para ella, fue junto a su abuela y lo abrió.

—¡Una Nancy abuela! ¡Es una Nancy! —brincaba la pequeña al descubrir su regalo.

—Ven acércate un momento pequeña.

La niña se acercó a su abuela, ésta sonrió feliz y rodeando la cara de su nieta con sus manos, le dijo:

—¡Todo es posible mi niña! ¡Nunca pierdas la esperanza en todo aquello que desees porque sólo así los sueños se hacen realidad!

Al recordar aquello, la adolescente no pudo evitar emocionarse y una lágrima cayó discretamente por su mejilla y comprendió cuanta falta le hacía su abuela, la única que siempre la había apoyado.

—¡Por ti cumpliré mi sueño abuela, pase lo que pase! —susurró la joven.

Se levantó, dispuesta a volver a casa. Pero, esta vez firme y segura de si misma. Nada ni nadie la detendría, era su vida y su sueño, nadie podía decidir por ella.

Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.

jueves, 23 de diciembre de 2021

REFLEXIÓN NAVIDEÑA

Mañana, llegará la Navidad y es por ello que decido escribir y reflexionar sobre ella.

Cuando hablamos de esta época del año, podemos encontrar dos perfiles de personas totalmente diferentes. 

Por un lado, están aquellas que adoran la Navidad y que demuestran tener un gran espíritu navideño.
Por otro lado, están aquellas otras que la detestan y en estos días lo pasan realmente mal metidas en su amargura y malhumor.

Tú, ¿con qué perfil te identificas más?

Yo, soy más del primero. Desde que era niña, adoro la Navidad, me gusta la ilusión y la magia que desprende, el colorido de sus luces y decoraciones, la melodía de sus villancicos, etc.

Independientemente de la historia religiosa que se esconde tras esta festividad, que siempre mantengo a un margen porque yo soy de las que prefieren darle otro sentido y por tanto, otra historia. 

¿Qué historia? Pues, la historia de esas comidas y cenas familiares, de esos abrazos y sonrisas, esos brindis, esos reencuentros... Para mí, ¡todo esto es lo realmente importante! ¡Es la verdadera esencia navideña!




Pero como todo, debemos ser realistas y recordar que esta época del año y esta festividad tan tradicional, también tiene su parte oscura.

Todos sabemos una cosa y esa es que... ¡La perfección no existe! Y la Navidad no es perfecta para nada. ¡Entremos en detalle a ello!

En estos días, recordamos a aquellos seres queridos que ya no están con nosotros y nuestro corazoncito se estremece de dolor y tristeza, los echamos de menos y los tenemos más presentes que nunca. Es tal el vacío que sentimos, que buscamos consuelo pensando que de algún modo u otro siempre estarán con nosotros. ¡Es así como sobrellevamos o aliviamos ese dolor! ¿Verdad?

Otra imperfección navideña, es la hipocresía que se crea entre familiares, amigos y/o conocidos. ¡Hace siglos que no se ven! ¡Su relación se ha vuelto más fría y distante! Pero, sin embargo en estos días juegan un papel y aparentan que nada ha cambiado entre ellos.
¿Es esto realmente posible? Pues sí, sobre todo para  esas personas que tienen la habilidad de falsear con tantísima naturalidad.

Y de la mano de la hipocresía, va cogida la envidia que también suele aparecer a menudo en estas ocasiones. Envidia por ver a los demás felices, por ver como evolucionó el negocio de aquel amigo, por el coche nuevo que se compró su prima, etc, etc... cualquier motivo puede ser bueno para un envidioso/a que no tiene la nobleza ni la humanidad de alegrarse por el bien ajeno.

Seguimos buscando los defectos de la Navidad y es cuando topamos con los conflictos familiares. Sí, sí, no olvidemos, cuantas familias han discutido en plena comida o cena navideña por debatir temas tan delicados como pueden serlo: el fútbol o la política. ¡¿No habrán más temas de los qué hablar?!

Es realmente curioso, pero así es la Navidad puede ser tan maravillosa como caótica, tan mágica como realista, tan cálida como fría. Y en realidad, ello depende en gran parte de ti, porque tú decides cómo y con quién vivirla. ¡Elige bien! 😉

Podríamos seguir hablando, o mejor dicho escribiendo, largo y tendido sobre este tema pero no quiero extenderme más de lo que ya lo he hecho. ¿Por qué? Porqué quiero darte la oportunidad, a ti que me estás leyendo, a que aportes todo aquello que desees y que venga a tu mente. Ya sabes, ¡qué me encanta leerte!

Y ahora sí, quiero desearte...

¡FELICES FIESTAS Y PRÓSPERO AÑO NUEVO!

Mis mejores deseos para todos/as.

Yolanda Martínez Duarte (Las_letras_de_Yolanda)

viernes, 17 de diciembre de 2021

EL MONO RICHY (Relato corto infantil)

 Aquella tarde, Tommy jugaba con sus amigos en el parque a la pelota. Lo estaban pasando muy bien hasta que Robin chutó taaan fuerte que la pelota fue a parar a un arbusto.

—Ala Robin, te has pasado —le dijo Tommy al mismo tiempo que se dirigía al arbusto en busca de la pelota.

El arbusto quedaba alejado de la zona de juego. Tommy buscó y buscó pero no daba con el arbusto que se había tragado su pelota.

—¿Dónde estará? —murmuraba Tommy que empezaba a desesperarse.

Pero, de pronto el balón salió rodando de uno de los arbustos. Tommy se quedó sorprendido al ver que la pelota rodaba hasta llegar a sus pies, como si estuviera viva. Pero... ¡no podía ser! ¿estaba viva de verdad? Noooo. 

Tommy cogió la pelota. Tanta era la curiosidad que sentía, que decidió acercarse al arbusto y entonces descubrió dos ojitos redondos que lo observaban escondidos dentro de él.

—¿Hola? —preguntó Tommy.

Esos ojitos se escondieron aún más intentando pasar desapercibidos.

—No tengas miedo, ¡quiero ayudarte! 

Viendo que nada salía del arbusto, Tommy decidió esperar y se sentó frente a él con sus piernas cruzadas y la pelota sobre ellas.

Al cabo de unos minutos...

¡Salió! ¡Se trataba de un monito!

Imagen de Google

Tommy, permaneció quieto para no asustarlo de nuevo.

El monito se le acercó y curioso empezó a olisquearlo. Luego saltó sobre la pelota y miraba a Tommy con aquellos ojitos tan expresivos.

—Soy Tommy y quiero ser tu amigo.
—Yo, soy Richy y soy un mono parlanchín.
—Pero... ¿hablas? 
—Claaaaaaro. Los monos somos muy listos, ¿no lo sabías?
—Sí, pero tanto como para hablar...
—Por eso trabajaba en el circo, allí todos se reían conmigo porque hablaba muchísimo y contaba muuuchos chistes —hizo una pequeña pausa antes de continuar y bajó la cabeza con expresión triste. —Hasta que un día ya nadie se reía con mis chistes y entonces el circo me abandonó. 
—Eso no está bien. ¡Te vendrás conmigo! 

Y así fue como Richy se convirtió en el mejor amigo de Tommy, iban juntos a todas partes: al colegio, al cine, al parque, de viaje... ¡incluso dormían juntos! 

En casa de Tommy, todos estaban encantados con Richy porque además de ser muy parlanchín, también ayudaba a la familia con el jardín y las labores de casa. Era un mono muy listo y además ahora, también era muuuuy feliiiz. 

Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.

miércoles, 15 de diciembre de 2021

ME DEJO LLEVAR POR LA MÚSICA...

 


Música de fondo, suena la canción Hijo de la Luna de Mecano, nos trasladamos a los años ochenta y nos dejamos llevar por esa melodía que acompañada de una voz suave, tierna y dulce nos cuenta, una historia que probablemente ruborizó a más de uno en aquellos años.

Dejémonos llevar y escribamos pues.

Paseando por la vida, a veces sin ver nada y otras viéndolo todo, a veces corriendo y otras parada, descubro que quien se deja llevar en la vida disfruta de verdad de ella.

Vivimos condicionados a: las manecillas del reloj, a los "plannings" semanales, las notas de agenda en el móvil y un largo etcétera.
¿Y por qué no vivir condicionados a la espontaneidad e improvisación? Todo sería más llevadero y divertido, tendríamos motivación por levantarnos por las mañanas, ansiosos por saber que nos depara ese nuevo día.

A veces, resulta necesario seguir nuestros pasos sin rumbo y romper con lo establecido. Y aunque, soy consciente de que esto a menudo resulta imposible, ¿por qué no intentarlo? ¡Volvamos a ser niños! 

Sí, sí a vivir sin prisas, a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida y sobre todo a dejarnos llevar por nuestro YO INTERIOR más que por el qué dirán los demás.

Recordemos, que la vida sólo se vive una vez y que estamos en ella de paso. ¡Gocemos de nuestra propia libertad siempre que sea posible y sin dañar a los demás! Y aprendamos al mismo tiempo, a mirar más por nosotros mismos, porque también es necesario cuidarnos y mimarnos. ¿Por qué? Porque sólo si estamos plenos al cien por cien con nosotros mismos, podremos estarlo también con los demás.

Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.




domingo, 12 de diciembre de 2021

EL HOMBRE DE LA CALLE (EL FINAL)

Como si se tratara de una niña asustada, salí corriendo del hospital sin rumbo alguno.

Después de un buen rato callejeando decidí pararme junto a  la fuente del Olvido. Era una fuente muy conocida por su forma de pirámide y sus azulejos plateados.

Siempre, me había llamado la atención y aquel día con el corazón encogido y el alma triste y dudosa por lo ocurrido busqué consuelo en ella. Sin darme cuenta, la fuente había conseguido cautivarme con el sonido del agua.

Y aquello, me hizo retroceder en el tiempo y entonces recordé…

Recordé, aquel día cuando tenía cinco años y mi tía Angelines compraba pescado en la tienda que había justo en frente de aquella preciosa pirámide plateada.
Mientras tanto, yo jugaba a pasear por encima del pequeño muro que rodeaba la fuente. ¡Yo, tan aventurera como siempre! Mi tía nunca me dejaba subir allí por miedo a que me cayera al agua, pero aproveché que estaba ocupada para subirme y disfrutar así de aquella pequeña travesura.

¡Qué bien me lo estaba pasando!

Hasta que llegó Josué, un compañero del colegio, que siempre andaba incordiando a los demás. Pues aquel día, me tocó a mí. A Josué no se le ocurrió idea mejor que empujarme y entonces caí al agua. ¡Acabé empapada y llorando!

Fue en ese momento, cuando un hombre se acercó a ayudarme. Me tapó con su chaqueta y me dijo:

—Tranquila bonita. Ya está. ¿Estás sola?

Lo miré extrañada y no contesté pues tía Angelines me tenía prohibido hablar con los desconocidos. Pero, su mirada me llamó muchísimo la atención.

—¿Quién eres tú? —le pregunté.

Pero, justo en ese momento, Angelines salió de la tienda escopeteada y me cogió de la mano y estiró con brusquedad muy nerviosa.

—Te tengo dicho que no hables con desconocidos.

—Pero, me ha ayudado y su mirada…

—¡Basta ya! —me interrumpió.

Angelines, apenas miró al hombre, sabía perfectamente quién era y no merecía su atención.

Cuando ya nos alejábamos, grité hacia el hombre:

—¡Graciaaaaas!

El hombre, seguía allí de pie contemplándonos y se despedía con la mano.

Después de analizar aquel recuerdo, descubrí la verdad de nuevo y susurré:

—Era él, Rodrigo. Ahora lo comprendo, su mirada…

Por miedo, él me había abandonado sintiendo que no tenía el coraje para enfrentarse sólo a la vida con una niña pequeña. Pero sin embargo, siempre estuvo ahí, protegiéndome y velando por mí desde la distancia.

Comprendí enseguida que huir no era la decisión más acertada, así que volví al hospital.

Allí seguía Rodrigo, sentado en su fría cama de hospital mirando a través de la ventana triste. Entré sigilosamente y cuando llegué a él, puse mi mano sobre su hombro, me miró y con los ojos inundados de lágrimas dijo:

—¡Has vuelto!

—Tú me salvaste cuando caí en la fuente de niña…

Él asintió con discreción, yo le sonreí y lo abracé con fuerza.


Después, lo miré a los ojos y le dije:

—Papá, ha llegado el momento de volver a casa junto a tu familia.

Él sonrió y volvió a abrazarme.

Y fue así como Rodrigo, dejó de ser “el hombre de la calle” para convertirse en mi padre.

Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.

miércoles, 1 de diciembre de 2021

EL HOMBRE DE LA CALLE (3ª PARTE)

Enseguida avisé a las enfermeras de que el hombre había despertado. Vinieron tan pronto como pudieron y le hicieron un pequeño chequeo para comprobar que todo estaba en orden.

Yo, mientras tanto esperaba en el pasillo.

—Luisa, ya puedes pasar —me dijo una de las enfermeras cuando terminaron.

Al entrar, allí estaba el hombre observándome con una mirada muy diferente a la que tenía en la calle.

—Ven, siéntate —me propuso señalando la butaca que había junto a su cama.

Le hice caso y me senté, intrigada por su cambio de actitud, se mostraba mucho más cercano y confiado.

—Las enfermeras han dicho que está todo bien.

—Sí.

—¿Y qué harás cuando salgas de aquí? A la calle no puedes volver, vaya a ser que vuelvan esos adolescentes y…

—Luisa, no pienses en eso ahora —me interrumpió.

—¿Cómo sabes mi nombre? —pregunté extrañada.

—Sé muchas cosas sobre ti.

—No puede ser, apenas nos conocemos —le dije.

—Tenías tres años cuando te fuiste a vivir con tu tía Angelines porque tu madre falleció de cáncer y tu padre, te abandonó. Huyó como un cobarde sin saber afrontar la situación.

—Es cierto, ¿cómo es posible que lo sepas?

Pero, no recibí respuesta, él siguió explicándome más cosas.

—Con tu tía Angelines eras muy feliz. Te llevaba al zoo, al circo y cada tarde después del colegio, ibais al parque, donde jugabas con tus mejores amigas Sara y Marisol. ¡Os encantaba jugar en los columpios y ver quién llegaba más alto! —hizo una pequeña pausa y un suave suspiro salió de su boca —. ¡Siempre decíais que queríais llegar hasta las nubes y dormir en ellas!

Dejó de hablar al ver que me había levantado, dispuesta a irme y ruborizada al mismo tiempo, por no comprender nada de lo que estaba sucediendo.

—Tu padre, se llamaba Rodrigo, ¿verdad? —dijo de nuevo.

—Así es. ¿Lo conocías? ¿Eráis amigos? —pregunté.

—Sí, lo conocía mucho —hizo una pequeña pausa y se incorporó en la cama, sentándose en ella —. Yo soy Rodrigo.

En ese momento, me quedé petrificada, mis oídos lo habían escuchado perfectamente, pero mi mente no era capaz de asimilarlo. Habían pasado cincuenta años desde que me abandonó y ahora debía asumir que aquel hombre, al que había estado ayudando durante todo este tiempo, ¡era mi padre!

Salí corriendo de la habitación con los ojos inundados de lágrimas, sin rumbo alguno. Sólo, necesitaba estar a solas conmigo misma y reflexionar sobre lo sucedido.

Rodrigo, entendió perfectamente mi reacción y se quedó pensativo mirando a través de la ventana al mismo tiempo que una lágrima caía por su mejilla.

Fue en ese momento, cuando comprendió que volvía a estar sólo.


Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.


 

LUKA, CARLOTA Y UN PROYECTO DE VIDA EN COMÚN (micro relato)

Imagen de Google Tras una semana ajetreadísima, Luka y Carlota consiguieron hacer un hueco para tomar un café juntos. El reencuentro fue de ...