miércoles, 30 de marzo de 2022

NATHAN (EL FINAL)

Últimamente, Nathan había sacado a la luz su faceta más celosa y aunque Jorge mantenía la calma e intentaba sobrellevarlo, reconocía que era agotador y agobiante. Hasta tal punto, que por momentos se sentía "asfixiado".

¿Se plantearía Jorge poner fin a la relación? O, ¿Seguiría adelante a pesar de los celos de Nathan?

Pero, los meses iban pasando...

Llegó Junio y con él nuevos proyectos para Jorge y Nathan.

Un día, mientras Jorge almorzaba, sonó su teléfono:

—¡Bonjour mon amour!

—¡Hola querido! —dio un sorbo a su café —. ¿Cómo estás?

—¡Emocionadísimo! ¡Tengo muy buenas noticias!

—¿De que se trata? 

—¿Recuerdas que estaba trabajando para un cliente muy importante aquí en Londres?

—Ahá —asintió Jorge.

—Pues, resulta que ha comprado una nueva galería y busca un profesor de arte que forme a nuevos artistas y utilice su galería para exponer los cuadros que éstos realicen.

—Tiene buena pinta... —lo interrumpió Jorge.

—¡Síííí! Les he hablado de ti y quieren conocerte —exclamó Nathan.

Jorge permaneció en silencio, estaba sorprendido y no sabía que decir la verdad.

—Podríamos pasar este fin de semana juntos y el lunes, podríamos hacer un café con ellos para que te conozcan mejor. ¿Qué te parece?

—Está bien, iré.

Aquella misma tarde, al terminar las clases de arte, Jorge pidió a Manuela que se quedara un momento pues quería compartir con ella la gran noticia de su nueva oportunidad en Londres.

—¡Quiero que te vengas conmigo! —le propuso a la joven.

Ella, se quedo muy sorprendida y aunque deseaba vivir esa nueva experiencia junto a él, fue realista y comprendió que no sería posible pues sus padres no la dejarían marchar.

Pero, una vez más Jorge, que se había convertido en su apoyo incondicional, la animó a coger las riendas de su propia vida y hacer lo que realmente la hiciera feliz.
Así que, la joven finalmente aceptó su propuesta.

Aquella semana, Jorge andaba ajetreado preparándolo todo para su fin de semana en Londres. Estaba algo nervioso, si todo salía bien, este nuevo proyecto cambiaría su vida por completo. ¿Estaba realmente preparado para convivir con Nathan? ¿Sería capaz de hacerse cargo de la galería de arte? 

La noche del viernes, cogió un avión que lo llevaría de nuevo junto a su amado. Como era habitual, éste fue a buscarlo al aeropuerto y el reencuentro fue tan especial como siempre.


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—¡Mon amour que alegría verte de nuevo!

Una vez en casa de Nathan, cenaron y después se acomodaron en el sofá y conversaron sobre las últimas novedades en sus vidas.

—Hablé con Manuela sobre todo esto y...

—¿No me digas? —lo interrumpió Nathan mostrándose de nuevo celoso.

—Por favor Nathan, ¿vas a empezar de nuevo? —Jorge entornó los ojos —. Le he propuesto que se venga y forme parte también de este maravilloso proyecto.

—¿Cómo? ¿Qué has hecho qué? —dijo furioso Nathan.

Entonces, se puso de pie y empezó a pasear de un lado a otro sin parar —. Pero, ¡este trabajo es para ti, no para ella!

—Y lo sé. Ella será mi alumna, vendrá a seguir aprendiendo y formándose como artista —sonrió y un brillo especial se posó en su mirada —. ¡Tiene talento! Aquí tendrá más oportunidades que en Granada, podrá exponer sus trabajos y darse a conocer.

—Pero... —lo interrumpió Nathan.

—Pero, ¡NADA! —lo volvió a interrumpir Jorge —. A todos nos dieron una primera oportunidad cuando empezamos en este mundillo. ¿No es así? —Nathan asintió con la cabeza —. Pues, ahora es el turno de Manuela. ¡Tenemos la oportunidad de ayudarla! ¿Por que no hacerlo?

—Veo que lo tienes muy claro. —dijo resignado Nathan.

Entonces, volvió a sentarse en el sofá, dejándose caer rendido y desplomado como si hubiera sido vencido en una batalla.

Jorge, empezó a acariciar su oreja y Nathan lo miró de reojo no pudiendo evitar sonreír. Jorge, le devolvió la sonrisa y después se entregaron en cuerpo y alma a un beso muy tierno.

—Si no fuera por esos celos, serías perfecto —le susurró Jorge.

—Anda, calla tonto —contestó Nathan y se dejó llevar, abalanzándose sobre su compañero envuelto de pasión y deseo.

A la mañana siguiente, amanecieron tumbados en el sofá, desnudos y abrazados. Los primeros rayos de luz, recaían sobre ellos y los cabellos de Jorge se tornaron de una tonalidad dorada y brillante. ¡Era espectacular!

¡Aquella escena si que podía considerarse una verdadera obra de arte!

Al despertarse, sus miradas se cruzaron, hablaban por si solas. Nathan, acariciaba un mechón del cabello de su pareja con suavidad y fue entonces cuando Jorge le susurró:

—Te amo.

Nathan, sonrió, lo besó y se acurrucó en su pecho sintiéndose pleno y feliz.

El lunes, Jorge y Nathan asistieron al café con Louis, el cliente importante del que había hablado Nathan. Todo fue según lo previsto. Jorge, se había mostrado tal cual, con naturalidad y transparencia cosa que a Louis, le había encantado.


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Después de tres horas y media de reunión... ¡Jorge estaba contratado!

A su vuelta a Granada, estaba deseoso de compartirlo con Manuela. Así que, aquella misma tarde, durante la clase mientras ella pintaba su lienzo, Jorge se acercó para ver como pintaba y en un susurro le dio la gran noticia.

—¡Nos vamos a Londres!

Ella, dejó de pintar y con un brillo especial en sus ojos lo miró y sonrió feliz.

Y así fue, como aquel 1 de julio, cogieron un avión con destino a Londres.

—¡Soy libre! —susurró Manuela.

Jorge, la miró, la cogió de la mano y le dijo:

—¡Lo eres querida!

Permanecieron cogidos de la mano durante todo el viaje. Manuela, estaba radiante y feliz. 

A su llegada, los recibió Nathan, que enseguida se lanzó a los brazos de Jorge y lo besó.

Manuela se ruborizó. Acababa de descubrir que Jorge... ¡era gay! Y en ese instante, comprendió muchas cosas.

—Ella es Manuela —la presentó Jorge.

—Disculpa querida, tenía tantas ganas de verlo... —comentó Nathan con una sonrisa picarona.

Jorge, lo miró de reojo incrédulo a sus palabras. Él sabía con certeza, que Nathan había actuado de ese modo para dejar claro a la joven que su chico ya estaba "cogido".

Pero, Manuela fue mucho más inteligente y respetuosa.

—Encantada de conocerte Nathan —lo saludó dándole dos besos.

Jorge, se alegró de que Manuela tomara con total naturalidad aquella nueva situación. La miró y entonces se cruzó con aquellos preciosos ojos azules que también lo miraban, ambos sonrieron y comprendieron que nada ni nadie podría arrebatarles jamás aquel vínculo y aquella magia tan bonita que los unía desde aquella tarde que se conocieron por casualidad en Granada. 

¿Habría sido el destino? Cosa del destino o no... ¡era algo maravilloso!

Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.


miércoles, 23 de marzo de 2022

NATHAN (3ª PARTE)

Con el paso del tiempo, aprendieron a sobrellevar esa distancia y esa soledad, que les producía el echo de no tener cerca a la persona que amaban. ¿Cómo? Compartiendo llamadas y videollamadas todos los días.

Solo así, conseguían sentirse cerca y el amor que había entre ellos iba creciendo cada vez más. 

Habían acordado verse de nuevo en navidad. Esta vez, sería Jorge quien viajaría a Londres.

Y así fue, cuando éstas llegaron, Jorge cogió un avión que lo llevaría junto a su amado. 

Al llegar, se demoró cogiendo su equipaje mientras Nathan lo esperaba ansioso, observando a todos los pasajeros que aparecían por la puerta de salida.

—Amor mío, ¿¡dónde estás!? —susurraba nervioso.

Y de pronto... ¡APARECIÓ!

A Nathan se le iluminaron los ojos al verlo. ¡Qué atractivo estaba con aquella sonrisa tan perfecta que tenía y aquel traje a cuadros que había escogido para la ocasión!

Ambos, corrieron a su reencuentro y se abrazaron y besaron infinitas veces.

—¡Como te he echado de menos! —exclamó Jorge mientras seguían abrazados.

—¡Y yo! 

Tomaron un café antes de ir a casa de Nathan.

—¡Mis padres están deseando conocerte! —comentó Nathan.

—Pero, ¿ya les has hablado de mí?

—Por supuesto —contestó con una sonrisa picarona —. De echo, han venido a pasar las navidades a Londres para poderte conocer. ¡Cuentan contigo para las comidas y cenas familiares que haremos estos días en su apartamento!

—¿Ellos también tienen un hogar aquí?

—Oui. Se lo compraron al poco tiempo de venirme a vivir —se encogió de hombros—. Ya sabes, los padres siempre se preocupan por los hijos...

—¡Cierto!

A estas alturas de la relación, nada podía sorprender a Jorge. Pues, con Nathan las cosas eran así... ¡Improvisadas! Por lo que Jorge ya empezaba a estar acostumbrado a este tipo de sorpresas e imprevistos. Pero, eso no le molestaba porque lo amaba por encima de todo y, lo único que deseaba era estar a su lado y verlo feliz.

Después del café, se fueron directos a casa de Nathan. Vivía en un estudio precioso, estaba  decorado con mucho gusto: el suelo era de madera, sillas con estampados discretos y colores suaves, alfombras que hacían el hogar más acogedor y un gran ventanal en el salón-comedor que proporcionaba una luz natural maravillosa. Todo estaba perfectamente ordenado y recogido. ¡Estaba claro que Nathan era un maniático del orden y la limpieza!


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Lo primero que hizo Jorge fue  dejarse caer en el sofá.

—¡Estoy agotado! —exclamó.

Y justo en ese momento, Nathan apareció por detrás, apartó la melena de Jorge y besó su cuello diciéndole dulcemente:

—Me temo que tienes poco tiempo para descansar pues Emily, Sophie y Thomas están deseando verte y hemos quedado para comer.

Ese, fue de los pocos momentos que se permitió un respiro. Porque el resto de los días, estuvieron muy ocupados visitando a los amigos de Nathan, conociendo la ciudad y cumpliendo con las comidas y cenas familiares. 

Parecía que Jorge había encajado perfectamente con la familia de su pareja. ¡Eran todos muy amables! Habían quedado encantados con su actitud tranquila y madura. Decían, que la pareja se complementaba muy bien. Ya que la tranquilidad de Jorge equilibraba la parte más loquilla e inquieta de Nathan. 

Pero, los días pasaron demasiado rápido, las navidades habían llegado a su fin y Jorge debía regresar a Granada, donde lo esperaban sus alumnos de arte.

A su vuelta, contó con una nueva alumna en la escuela. Se trataba de Manuela, una joven de ojos azules que prometía ser una gran artista.

Jorge, se dio cuenta de ello enseguida. Desde el momento en que vio como manejaba los pínceles y con que habilidad repartía los colores en su lienzo creando verdaderas maravillas.

Ella, se mostraba tímida y reservada. Pero, sin duda su interior tenía mucho qué decir.

Jorge y la joven congeniaron muy bien desde el principio y ella, poco a poco, fue quitándose ese caparazón que traía y compartiendo parte de su mundo interior con él.

Por otro lado, cabía decir que la relación entre Jorge y Nathan iba viento en popa a pesar de que ya habían aparecido las primeras crisis de pareja. Y justamente, éstas habían coincidido con la aparición de Manuela en la vida de Jorge.

—¿Cuántas veces tengo que repetirte que es sólo una amiga? —mantenía la calma Jorge mientras hablaba con Nathan por teléfono una noche del mes de abril.

—¿Y ella lo sabe?

—¡Claro que sí Nathan! —entornó los ojos por un momento —. Es una joven de veinticinco años con ganas de volar y ver mundo, en lo que menos piensa en estos momentos es en tener pareja.

—No sé yo, ¿eh? —insinuó Nathan.

—Confía en mi. ¿De acuerdo? —dijo finalmente Jorge dando por finalizada la conversación.

Últimamente, Nathan había sacado a la luz su faceta más celosa y aunque Jorge mantenía la calma e intentaba sobrellevarlo, reconocía que era agotador y agobiante. Hasta tal punto, que por momentos se sentía "asfixiado".

¿Se plantearía Jorge poner fin a la relación? O, ¿Seguiría adelante a pesar de los celos de Nathan?

Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.

jueves, 17 de marzo de 2022

NATHAN (2ª parte)

Lo que jamás había imaginado, es lo que sucedió el último día que se vieron.

Aquella tarde, Nathan y Jorge habían quedado para dar un paseo y tomar unos helados. 

Mientras paseaban, pasaron por delante de diferentes tiendas y escaparates. Fue entonces, cuando Jorge descubrió que Nathan adoraba ir de compras. Pues, entraron a cinco tiendas diferentes: moda, utensilios para la cocina, decoración para el hogar, accesorios y bisutería... Y, ¡en todas ellas quería comprar algo! De echo... ¡lo acabó haciendo!

Y, cuando iban cargados de bolsas, Nathan se detuvo delante de una fachada pintada de color rojo y una gran silueta negra con forma de bola de bowling.

—¡No me digas que es una bolera! —exclamó Nathan eufórico.

—Sí.

—¡Quiero jugar! — Juntó sus manos a modo de ruego —. ¿Vamos?

Jorge, asintió con la cabeza y sonrió. Y en ese momento, descubrió que le encantaba el carácter alegre y espontáneo de Nathan. Pues, desprendía frescura y un toque de carisma precioso.


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Ya dentro de la bolera, empezaron la partida muy entusiasmados. Jorge iba ganando en todo momento hasta que, un golpe de suerte hizo que finalmente ganara Nathan.  Éste, decidió celebrarlo de una forma muy original. Por un instante, como buen bohemio que era, imaginó en su mente que sonaba la canción "Time of my life" de su película preferida Dirty Dancing y sin pensárselo dos veces, corrió hacia Jorge y se tiró a sus brazos, abrazándolo con fuerzas mientras lo besaba.

A Jorge, aquello le pilló por sorpresa y se puso tenso. Al darse cuenta Nathan se retiró al instante, bajó la mirada tímido y se disculpó:

—Pardon. Me he dejado llevar por la emoción.

En ese momento, Jorge le cogió de la barbilla con suavidad alzando su cara de nuevo y besándolo con ternura.

—¡Me encantas! —le susurró Jorge.

—Je t'aime —contestó Nathan con una amplia sonrisa.

Y permanecieron abrazados olvidándose del mundo que los rodeaba. 

Después, regresaron al Hotel donde estaba alojado Nathan. Ya era de noche y sus amigos lo esperaban junto al taxi que los llevaría al aeropuerto. ¡Había llegado el momento de volver a Londres!

—No puedo irme. ¡Quiero estar contigo! —decía Nathan entre lágrimas.

—No sufras, estaré bien —le consolaba Jorge mientras le acariciaba el pelo y apoyaba su frente junto a la de Nathan —. ¡Nos veremos pronto!

Nathan, no podía dejar de llorar. Se fue alejando poco a poco susurrando "je t'aime" tantas veces como su corazón así lo sentía y lanzándole besos en el aire.
Jorge, sonreía intentando contener las lágrimas que querían brotar de sus ojos.


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Finalmente, Nathan subió al taxi junto a sus amigos y se marchó.

Cuando el coche desapareció, Jorge se sentó en el bordillo de la acera y entonces liberó todas esas lágrimas que había estado conteniendo.
Estuvo algo más de treinta minutos allí sentado, hasta que se serenó y decidió volver a casa.

Los siguientes días, no fueron fáciles para ninguno de los dos, debían seguir con sus vidas cubriendo su tristeza con una coraza para no preocupar a sus amigos y familiares. 

Con el paso del tiempo, aprendieron a sobrellevar esa distancia y esa soledad, que les producía el echo de no tener cerca a la persona que amaban. ¿Cómo? Compartiendo llamadas y videollamadas todos los días.
Solo así, conseguían sentirse cerca y el amor que había entre ellos iba creciendo cada vez más. 

Habían acordado verse de nuevo en Navidad. Esta vez, sería Jorge quien viajaría a Londres.

Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.

lunes, 14 de marzo de 2022

NATHAN

Nathan, era un joven francés de veintinueve años. Por motivos de trabajo decidió trasladarse a Londres. Allí, dedicaba la mayor parte del tiempo a trabajar como conservador de arte, disfrutaba restaurando y conservando obras de arte. Era autónomo y trabajaba para diferentes galerías y museos.


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A parte de trabajar, el joven disfrutaba muchísimo viajando de un lado a otro con sus amigos: Emily, Sophie y Thomas. Ellos, fueron las primeras personas que conoció al llegar a Londres y lo acogieron muy bien haciéndolo sentir como en casa. ¡Les tenía un cariño muy especial!

En uno de los viajes que hicieron a España, visitaron Granada donde conoció a Jorge, un joven muy atractivo que lucía una bonita melena, perfectamente peinada, de color castaño claro con discretas mechas rubias. ¡Quedaba perfecta con su mirada! Unos ojos excesivamente expresivos de un tono marrón miel.

Pero, en realidad lo que más llamó su atención, fue su forma de vestir, era algo estrafalaria.

—¡Oh, là, là! —exclamó la primera vez que lo vio.

—¿Qué te pasa Nathan? —le preguntó Emily.

Pero, éste ni contestó, estaba demasiado embobado mirando a Jorge, que caminaba hacia donde ellos estaban mirando un mapa buscando algo interesante que visitar.

—No te contestará, está hipnotizado por ese hombre tan buenorro que se acerca por allí —dijo Sophie señalando a Jorge.

—¡Oui! —contestó al fin Nathan.

Y entonces, Jorge llegó a ellos y viendo que tenían complicaciones con el mapa, decidió parar a ayudarlos.

—¿Os puedo ayudar? —preguntó.

—¡Ouiii! —contestó con descaro Nathan.

Él, era siempre así, lanzado y decidido. A menudo, se dejaba llevar por sus impulsos, algo que le había traído problemas en más de una ocasión.

—Andamos un poco perdidos —comentó Thomas.

—¿Qué queréis visitar? —preguntó Jorge.

—¡Tu cuerpo! —contestó Nathan espontáneamente.

—¿Perdona? —preguntó Jorge extrañado.

—No hagas caso, a veces delira, trabaja demasiado —dijo Emily echándole una mirada fulminante a su amigo.

Nathan, comprendió que debía comportarse.

—Os recomiendo visitar La Alhambra —dijo señalando en el mapa con un bolígrafo que había sacado de su bolsillo —. ¡Es preciosa!

Los demás, asintieron y prestaron atención a las indicaciones que Jorge les daba para que pudieran llegar sin problemas. 

Al despedirse, Nathan le cogió el bolígrafo y agarrándolo de la mano, apuntó su número de teléfono en ella.

—Llámame. Estaremos unos días por aquí y me gustaría conocerte un poco más.

Jorge permaneció en silencio y sonrió. ¡Jamás le había pasado algo así!

Al llegar, a su habitual clase de Arte, donde le esperaban sus alumnos, lo primero que hizo es anotar el teléfono de Nathan en un papel. Después inició su clase.

Con el paso de los días, Jorge decidió llamar a Nathan.

—¿Dis-moi?

—Hola Nathan, soy Jorge.

—Hombre Jorge... ¡te has animado a llamarme! —mostró alegría Nathan.

—Sí.

—¿Qué te parece si merendamos juntos esta tarde? —propuso Nathan.

—Vale. Conozco una cafetería que está muy bien.

—¡Vayamos allí pues! 

Acordaron un punto de encuentro y quedaron en verse a las cinco de la tarde.

Durante la merienda, estuvieron hablando todo el tiempo, tenían muchas cosas en común y al dedicarse los dos al mundo del arte, no faltó tema de conversación en ningún momento. ¡Congeniaron muy bien!

Y decidieron seguir viéndose los siguientes días hasta que Nathan tuviera que volver a Londres.

Jorge, estaba contento con la amistad que había hecho con Nathan. Pues, se sentía muy cómodo y se había dado cuenta de que con él, podía hablar de todo. Algo, que hacía muchísimo tiempo, Jorge no conseguía hacer con nadie, pues lo habían defraudado ya muchas veces y se había vuelto cada vez más reservado. 

Lo que jamás habría imaginado, es lo que sucedió el último día que se vieron.

Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.





miércoles, 9 de marzo de 2022

MANUELA (EL FINAL)

Una vez todos listos, permanecieron en el salón-comedor esperando la llegada de los invitados.

Cuando éstos llegaron, hicieron las correspondientes presentaciones. Manuela, se quedó helada al ver a Miguel, pues era... ¡era el mismo chico que aparecía en sus sueños con un látigo en la mano! Sin embargo, allí en su salón y junto a sus padres, se veía tan angelical.

Durante la comida, el joven se esforzó en entablar conversación con Manuela pero ella se mostraba reservada. Pues, Miguel no le inspiraba confianza alguna.

Al terminar de comer, Manuela decidió retirarse a su habitación con la  excusa de que no se encontraba demasiado bien. Y allí, una vez más, desahogó sus lágrimas con la almohada.

Pasaron muchos días desde aquella comida. Días en los que la tristeza se había convertido en la fiel compañera de Manuela. El único lugar donde realmente se sentía feliz era durante las clases de arte con Jorge.

Él, le transmitía muchísimo más de lo que ella jamás hubiera imaginado, la respetaba y valoraba y sabía perfectamente como comprenderla sin necesidad de mediar palabra alguna. ¡Era como si se conociesen de mucho tiempo!

Rocío, admiraba la relación tan bonita y sana que tenían y se había empeñado en hacer de celestina y convencer a su amiga de que lo invitara a ir al cine juntos o hacer un café.

Pero, Manuela era realista y sabía que eso nunca sería posible pues sus padres no lo permitirían. Y además, aunque quisiese hacerlo a escondidas de ellos, no tenía el tiempo ni la libertad para hacerlo. Pues, desde que ella y Miguel se habían prometido, sus padres aún la tenían más controlada para que no cometiese ninguna barbaridad y mantuviera su virginidad hasta el matrimonio.

El tiempo pasaba demasiado deprisa y tan sólo faltaba un mes para terminar las clases y por tanto, Manuela tendría que casarse con Miguel. Al que detestaba cada vez más. Sus padres, se empeñaban en reunirlos cada fin de semana para que se fueran conociendo y la relación se fuera forjando. Sin embargo, Manuela sentía que se consumía a su lado.

—¡Eres muy fría querida! —le dijo Miguel en una ocasión que intentó besarla y ella lo evitó.

Ella, lo ignoró y permaneció en silencio.

Pero, un día cuando ya  daba por perdida su situación, la vida la sorprendió y entonces, nació en ella de nuevo una pequeña esperanza por cambiar su situación. ¿Qué pasó?

Fue aquella tarde, después de su clase de arte. Todos sus compañeros, incluida Rocío, se habían ido. Pero, Manuela se quedó un momento porque Jorge quería explicarle algo.

—Manuela, tengo que decirte algo muy importante —ella asintió con la cabeza —. Al terminar este curso, me iré a vivir a Londres.

—¿A Londres? 

—Sí, me ha salido una nueva oportunidad allí como profesor de arte y además, me dejarán una galería para exponer mis cuadros y los de mis alumnos —sus ojos brillaban como nunca antes lo habían hecho —. ¿No te parece algo maravilloso?

—¡Claro! —contestó ella intentando disimular la tristeza que aquella noticia le producía.

Y justo en ese momento, sintió una punzada en el pecho al descubrir que Jorge, al que consideraba su principal pilar y apoyo, se iría muy lejos dejándola de nuevo allí sola con su triste y vacía vida. Pues, ¡él era su luz y su esperanza!

Pero, no podía obligarlo a quedarse y prefirió guardarse muy adentro sus sentimientos y opinión y apoyarlo con todas sus fuerzas en algo que a él tanta ilusión hacía.

—¡Quiero que te vengas conmigo! —le propuso él.

—¿Cómo?

—Lo que oyes, tienes mucho talento y me gustaría compartirlo en mi galería.

—Pero... sabes que eso no es posible. Mis padres...

—Al cuerno con tus padres —la interrumpió él —. ¡Estás siendo una hija maravillosa y ellos no son capaces de valorarlo! Mereces tener: libertad, respeto, amor... y ellos, no te lo están dando ni te lo darán nunca, seamos realistas. ¡Mereces algo mejor!

Ella, permaneció en silencio. Fue entonces, cuando Jorge la cogió de las manos, la miró a los ojos y le dijo:

—Ha llegado el momento de ser tu misma.

Ella, sonrió.


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Aquella misma noche, después de cenar, se fue a su habitación como de costumbre y se tumbó en la cama y pensó en la propuesta que le había hecho Jorge.

¿Una vida con un hombre que detestas? o ¿una vida haciendo lo que más te gusta, pintar? 

Pensó.

Cerró los ojos e imaginó ambas vidas y entonces comprendió que debía ser valiente y apostar por una nueva vida en Londres.

Durante los días siguientes, con muchísima discreción, preparó una pequeña bolsa con su equipaje.
Pero, ¿Cómo haría para sacar el equipaje de casa sin que nadie la viera? ¡Rocío la ayudaría!

Lo tenían todo pensado, el último día de clase por la noche Manuela lanzaría el equipaje por la ventana de su habitación y éste caería a unos arbustos que habían en su jardín, quedando así camuflado.
Rocío, aparecería a la mañana siguiente muy temprano vestida de sport argumentando que salía a correr para ponerse en forma. Entonces, cogería el equipaje y se lo llevaría a Jorge que estaría  esperándola junto a su coche delante de la Escuela de arte.
Después de comer, los padres de Manuela irían a visitar a uno de sus amigos ricachones al Hospital dejando a Manuela sola en casa. Ahí, es donde ella aprovecharía para reencontrarse con Jorge en la Escuela de arte y juntos, se irían al aeropuerto para coger el avión que los llevaría a su nuevo destino, ¡Londres!

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Los días pasaron lentamente para Manuela que ansiaba la llegada del último día de clase. Finalmente,  ¡ese día llegó!

Aquel 31 de junio, marcaría en Manuela un antes y un después. Por la noche, antes de dormirse, su madre la visitó, la besó en la frente y le dijo:

—Mi princesa, ahora que ya has terminado el curso, ha llegado el momento de emprender una nueva vida y en dos días estarás felizmente casada.

—Eso de felizmente... —insinuó la joven.

—Ay hija, ¿ya vamos a empezar?

Manuela, permaneció en silencio. 

Y ya cuando todos dormían y el silencio se había apoderado de la casa, Manuela cogió su equipaje y lo dejó caer por la ventana. ¡Del resto se encargarían Rocío y Jorge!

Al día siguiente, todo procedió según lo acordado y después de comer, sus padres se fueron al Hospital.

La joven, nerviosa pero al mismo tiempo feliz, salió de su casa decidida y con una sensación de satisfacción maravillosa. ¡Por una vez en la vida estaba haciendo lo que deseaba de verdad!

Al llegar a la Escuela de Arte, Jorge la esperaba sonriente y le abrió la puerta del coche invitándola a subir en él. Y justo cuando estaba subiendo...

—¡Espera Manuela!

Llegó corriendo y exhausta su amiga Rocío, la abrazó con todas sus fuerzas y le dijo:

—¡Te deseo muchísima suerte en tu nueva vida! ¡Estoy muy orgullosa de ti! —decía con la voz temblorosa intentando contener sus ganas de llorar. Pero, al final se emocionó —. Y, prometo sacar esa valentía que has tenido tú para poder viajar a Londres y visitarte.

Manuela se emocionó muchísimo, por un  lado estaba deseando salir corriendo hacia su nueva vida por otro sin embargo, le costaba irse y dejar a su amiga atrás. Pero, sabía que debía dar aquel paso por su propio bien.

—¡Cuídate mucho Rocío! ¡Y no olvides que siempre me tendrás a tu lado pase lo que pase!

Rocío, con el rostro inundado de lágrimas, asintió con la cabeza.

Después, Jorge y Manuela se subieron en el coche y se alejaron. Rocío, se quedó allí de pie hasta que el coche desapareció y agradeció a la vida por darle una nueva oportunidad a su amiga para ser feliz.

Ya en el avión, la joven no podía dejar de mirar a través de la ventana, estar tan cerca de las nubes le parecía una experiencia increíble. Fue entonces, cuando suspiró profundamente, sonrió y susurró:

—¡Soy libre!

Jorge, la miró, la cogió de la mano y le dijo:

—¡Lo eres querida!

Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.

 

domingo, 6 de marzo de 2022

MANUELA (4ª PARTE)

 —Es curioso... —susurró Jorge que estaba detrás de Manuela observando su lienzo.

—¿Por qué? —preguntó Manuela mientras seguía pintando.

—Prefiero que lo aprecies cuando hayas terminado y puedas verlo con tus propios ojos —propuso Jorge.

Y después, se alejó para ver el resto de creaciones.

—A medida que vayáis terminando, podéis retirar la venda de vuestros ojos y apreciar vuestras obras de arte —indicó el profesor.

Y así fue, poco a poco todos fueron terminando y al observar el resultado de sus pinturas, muchos quedaron sorprendidos.
Cuando llegó el turno de Manuela, se quitó la venda lentamente temerosa de que no le gustase el resultado.

Pero, cuando lo vio... ¡se quedó fascinada!

El profesor, la observaba curioso desde la distancia contemplando el brillo de sus ojos mientras miraba su obra.

Rocío, se acercó enseguida a su amiga y la felicitó:

—¡Es precioso!

—Gracias Rocío. ¿Has visto esto? —señaló una esquina del lienzo donde se apreciaba una larga línea negra —. ¡El látigo!

Rocío, la miró y después la abrazó. Comprendió al instante lo que su amiga quería decirle.


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—¿Estáis contentos con el resultado?

La mayoría asintieron con la cabeza, otros guardaron silencio.

—¿Os sentís identificados con lo que habéis pintado?

Fue en ese momento, en el que varios alumnos dieron su opinión:

—Yo sí. He usado colores alegres y creado una obra con mucho movimiento y realmente es así, es como me siento en estos momentos: motivada, feliz y alegre pues estoy en un momento muy bonito de mi vida —explicó Celia.

—Yo, sin embargo, estoy pasando por un momento complicado en casa, mi padre está enfermo y me doy cuenta de que lo he reflejado perfectamente haciendo una pintura pequeña y muy discreta con colores oscuros y tristes —explicó Julián.

—¿Y por qué crees que tu pintura ha quedado pequeña y discreta? Normalmente, eres mucho más expresivo en tus obras —preguntó Jorge.

—Porque hoy mi alma está triste y apagada.

—¡Eso es! Los artistas nos movemos por el alma y ésta dará lugar a un tipo de creaciones u otras —afirmó Jorge.

Viendo que nadie más se animaba a comentar su obra, Jorge animó a Manuela a hacerlo.

—Manuela, tu obra me ha parecido muy curiosa. ¿Te gustaría compartirla con nosotros?

La joven, se sonrojó y agachó la mirada tímida.

—Sólo si estás preparada para hacerlo, sino no hay problema. Es tu primer día y entendemos que no es fácil —dijo Jorge.

Para sorpresa de todos, Manuela se levantó, cogió su lienzo y lo mostró.

—¡Oh! —exclamaron la mayoría de sus compañeros.

—Este unicornio, simboliza mi libertad. Una libertad que no tengo en mi vida pero que ansío conseguir. Hoy, aquí soy libre y eso me llena de satisfacción y felicidad —explicó la joven.

Decidió no hablar del látigo. Para su sorpresa, Rocío empezó a aplaudir y la siguieron todos sus compañeros.

—¡Muy bien Manuela! —la felicitó el profesor.

Al terminar la clase, Manuela se fue corriendo pues su padre estaba a punto de llegar para recogerla de sus clases de labores del hogar.

Llegó justo a tiempo, su padre aún no había llegado.

Mientras lo esperaba, miró al cielo y aquella tarde le pareció estar más despejado que nunca.


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El sonido de un claxon la hizo sobresaltarse. Y enseguida descubrió que se trataba de su padre.

—¡Hola papá! —lo saludó al subirse al coche.

—Parece que hoy te han ido muy bien las clases.

—Sí —contestó sin entrar en detalles.

Pasaron dos días y... ¡llegó el sábado!

Los padres de Manuela, estaban como locos de alegría porque por fin su hija conocería a su futuro marido.

Su madre, la despertó temprano para que se diera un baño de espuma para que las facciones de la joven se mantuvieran relajadas y lucieran más hermosas. Cosa con la que Manuela discrepaba pues no estaba nada de acuerdo con su unión obligada con Miguel. 
Después del baño, su madre la ayudó a vestirse con un precioso vestido y la peinó.

Cuando Manuela se miró al espejo refunfuñó diciendo:

—¡Esta no soy yo!

—¿Le encantarás! —exclamó su madre orgullosa con el resultado.

—Pero, es que no le quiero encantar. ¿No lo entiendes mamá? —hizo un pequeño silencio hasta soltar algo que llevaba mucho tiempo rondando por su cabeza —. ¿A caso a ti te obligó el abuelo a casarte con papá?

La madre, no contestó.

—¿Ves? ¡Lo sabía! Tu pudiste elegir con quién casarte y yo sin embargo tengo que acatar vuestras órdenes.

—Manuela, por favor...

—¡Ya estoy harta mamá!

—¡BASTA YA! —intervino su padre desde el umbral de la puerta.

Manuela, no tuvo otra opción que guardar silencio.

—Miguel y sus padres están a punto de llegar y no es momento de que saques los pies de tiesto —dijo su padre con firmeza.

Una vez todos listos, permanecieron en el salón-comedor esperando la llegada de los invitados.

Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.

miércoles, 2 de marzo de 2022

MANUELA (3ª PARTE)

Ella, le sonrió y se alejó cada vez más hasta subirse en el coche y desaparecer.

El profesor, permaneció de pie hasta que la joven se marchó.

Por suerte, su padre no se había percatado de que aquel joven artista había estado hablando con ella.

—Este fin de semana, vendrán a comer a casa Miguel y sus padres —le explicaba su padre mientras conducía —. ¡Por fin podrás conocerlo!

—No quiero casarme papá, soy muy joven aún —contestó su hija.

—Tienes muy buena edad Manuela, en cuanto acabes tus estudios este verano, estarás lista para casarte con Miguel.

—¿No vas a tener en cuenta mi opinión?

—Soy tu padre, y por tanto yo tomo las decisiones —dijo con firmeza.

Ella, no dijo nada más, permaneció en silencio durante todo el camino mirando a través de la ventana ensimismada en sus pensamientos. Se sintió triste llegando a la conclusión de lo mísera que llegaba a ser su vida al no poder ser dueña de sus propias decisiones.


Imagen de Google

Al llegar a casa, ni siquiera saludó a su madre y se fue directa hacia su habitación. Allí, encontraría la paz que necesitaba en aquellos momentos de rabia y tristeza. Pues, aquel era el único lugar de la casa donde se sentía cómoda y tranquila. ¡Era su pequeño refugio!

A la mañana siguiente, se despertó sobresaltada, de nuevo había tenido aquel sueño tan desagradable. Llevaba muchos días soñando lo mismo y empezaba a inquietarla más de lo que hubiera deseado.

En el sueño, aparecía ella junto a un camino muy largo y todo lleno de niebla. A medida que avanzaba por él, la niebla iba desapareciendo hasta llegar a un gran claro lleno de rosales muy altos que tenían unas espinas muy largas. Allí, su padre la cogía en brazos para evitar que se hiciese daño y como por arte de magia, volaban por encima de los rosales hasta llegar a una alfombra roja aterciopelada donde la esperaba un chico joven con cara de pocos amigos y un látigo en la mano. Al recibirla: le acariciaba la mejilla, la besaba y le susurraba al oído:

—¡No te escaparás!

Y, justo en ese momento, Manuela despertaba del sueño sobresaltada y empapada de sudor. ¡Siempre era igual!

Pero, ¿quién era aquel chico joven? ¡No lo reconocía!

Intentó no darle más importancia y empezó a prepararse para iniciar un nuevo día, que en realidad sería como todos demás. ¿O no?

Al llegar a clase y sentarse junto a su amiga Rocío...

—He vuelto a tener ese sueño Rocío.

—¿Qué me estás diciendo? —preguntó sorprendida —. ¿Otra vez?

—Sí, salía ese hombre con el látigo de nuevo.

—¿Y sigues sin reconocerlo?

Manuela asintió con la cabeza.

—Bueno, estate tranquila, seguro que pronto dejarás de soñar con él —intentó tranquilizarla su amiga.

Aquella tarde, después de sus clases de violín, Manuela fue al aula de labores del hogar y habló con su profesora:

—Disculpe Matilde, me temo que no podré asistir a su clase ya que no me encuentro muy bien.

—¿Qué te ocurre Manuela? —preguntó preocupada la profesora.

—Estoy algo mareada y me duele muchísimo la barriga. Parece que algo me ha sentado mal.

—De acuerdo. ¡Espero que te recuperes pronto!

—Gracias —contestó la joven y se fue.

Cuando la joven salió del edificio, se apresuró y cogió la calle que quedaba a su derecha hasta llegar al edificio de color azul. Allí, tomó la esquina y entró.

—Perdone, ¿me puede decir dónde está el aula de Arte? —preguntó al conserje.

—En la planta de arriba. Es el aula número cinco.

—Gracias.

Por primera vez en mucho tiempo, Manuela se sentía viva al hacer lo que realmente deseaba... ¡ARTE!

Cuando llegó al aula número cinco, la puerta estaba abierta y ya todos estaban  preparando sus lienzos, pinturas y pínceles.

—Disculpa el retraso —dijo tímida al entrar por la puerta.

—Tranquila, puedes pasar, aún no hemos empezado —y entonces curioso le pregunto —. ¿Señorita?

—¡Manuela! —contestó sonriente.

—Bienvenida Manuela. Mi nombre es Jorge —se presentó el profesor.

La invitó a sentarse junto a Rocío, que al ver a su amiga se había levantado para saludarla.

—¡Qué sorpresa tenerte por aquí! —le dijo Rocío mientras la abrazaba.

Después, se sentaron y prepararon: sus lienzos, pinturas y pínceles. Jorge mientras tanto iba tapando los ojos a sus alumnos, uno por uno con un trapo negro aterciopelado al mismo tiempo que les explicaba lo que harían.

—Hoy, mis queridos alumnos, pintaremos desde el alma. Quiero que aprovechéis la oscuridad que os crea este suave tejido en los ojos, para centraros en vuestro interior. Quiero que viajéis a lo más profundo de vuestra alma, os dejéis llevar y pintéis libremente, sin condicionantes.

Todos permanecían en silencio. 

Una vez todos tuvieron los ojos vendados, empezaron a pintar. 


Imagen de Google

Manuela, se sorprendió al ver que no podía parar de pintar. No sabía que colores estaba usando y ni siquiera tenía claro si hacía correctamente el trazo al dibujar aquello que sentía. 

—Es curioso... —susurró Jorge que estaba detrás de Manuela observando su lienzo.


Escrito por: Yolanda Martínez Duarte



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