martes, 29 de junio de 2021

REFLEXIONANDO CON FEDERICO GARCÍA LORCA

 


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Hoy reflexionaré a partir de esta frase del gran Federico García Lorca, un gran poeta español que marcó una época importante de nuestro país.

Dice así:

“El más terrible de todos los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza muerta”

Y digo yo… ¿Qué es la ESPERANZA?

Según el diccionario, la esperanza es la confianza de lograr una cosa o de que se realice algo que se desea.

¡CIERTO!

La esperanza es por ejemplo:

—Querer aprobar aquel examen para el que tanto te has preparado.

—Querer ganar la lotería cuando participas.

—Conseguir entrar en aquella Universidad donde tanto deseas estudiar.

—Querer que aquel familiar o amigo enfermo se cure, aun cuando tiene una enfermedad incurable, pero mantenemos la esperanza en que todo saldrá bien igualmente.

—Cuando una relación amorosa se termina y se piensa que será algo pasajero y volverán a estar juntos de nuevo.

—Cuando alguien ha tenido un accidente y no podrá caminar, se tiene esperanza en volver a caminar algún día de nuevo.

—Cuando algo se rompe (objeto, juguete, lo que sea…) y pensamos que se arreglará y lo recuperaremos de nuevo.

Son tantísimas las situaciones y momentos en la vida que nos invitan a tener esperanza, ¿verdad?

Yo soy de aquella generación en la que se nos decía desde bien pequeños:
“La ESPERANZA es lo último que se pierde”.

Y tengo que reconocer que sigo transmitiéndolo a las siguientes generaciones, las que vienen tras de mí.
¿Por qué? Porque me parece algo maravilloso el poder crear la esperanza en el ser humano. Pienso muchísimas veces en que en la vida la esperanza es necesaria y fundamental para: poder seguir adelante, para poder crear ilusión en aquello que deseamos y queremos conseguir, para darnos fuerzas y no rendirnos ante aquello que creemos, me refiero a: un objetivo, una opinión, un pensamiento, etc. Si tenemos esperanza, lucharemos por conseguir lo que deseamos y por tanto seremos fieles a nosotros mismos y nuestro criterio.

Por eso, estoy totalmente de acuerdo con Federico García Lorca al decir que tener la esperanza muerta es el sentimiento más terrible que podamos tener.
Porque si tienes la esperanza muerta, te vuelves pesimista y gruñón/a, te rindes ante situaciones en que luchar sería la solución, das por perdido aquello que quizá sí tendría remedio…

¡LA ESPERANZA NOS MANTIENE VIVOS!

Imagino que todos aquellos que me estáis leyendo y sois tan esperanzadores/as como yo sabréis entender perfectamente esa sensación que sentimos al tener esperanza en todo lo que hacemos o nos proponemos hacer y conseguir.

Y a los que no me comprendéis o entendéis por no poseer esa esperanza o no creer en ella, explicadme y contadme: ¿Cómo lo vivís?, ¿qué sentís?, etc. Me interesa mucho saberlo porque quiero conocer la otra posición: esa cara de la “Esperanza muerta” de la que habla Federico García Lorca y yo desconozco por completo.


Escrito por: Yolanda Martínez Duarte

domingo, 27 de junio de 2021

Relato Infantil de Fantasía: UNA CASA EN LA MONTAÑA



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Lucía tenía ocho años y vivía con sus padres en una gran ciudad. Lucía era una niña con muchísima imaginación, tanto que desde bien pequeña había inventado una amiga imaginaria que se llamaba Mariduende. Mariduende era una mariposa con orejas de duende y alas de hada, sólo Lucía podía verla y hablar con ella.

A Lucía, también le gustaban mucho los cuentos de fantasía, podía tirarse horas y horas leyendo historias de: hadas, duendes, ogros y Trolls. ¡Los Trolls eran sus personajes preferidos! Le parecían muy graciosos y divertidos.

A pesar de vivir en la ciudad, Lucía prefería la naturaleza y la montaña. Tanto que cada verano, cuando terminaba el colegio y cogía vacaciones se iba a la casa de la montaña, dónde vivían sus abuelos. Lo llevaba haciendo desde que tenía un añito porque sus padres tenían que trabajar y eran sus abuelos quienes cuidaban de ella.

Y ella encantada, porque disfrutaba de: largos paseos por las montañas, ayudaba a los abuelos con el Huerto, ponía de comer a las gallinas y cogía sus huevos, ayudaba a la abuela a cuidar del jardín, se bañaba en el río… ¡eran tantas las cosas que podía hacer allí!

Una tarde de Primavera sonó el teléfono en casa de Lucía:

—¿Dígame? —Contestó la mamá de Lucía.

—¡Hija! Tu padre ha muerto —dijo la abuela triste.

—¿Cómo? ¡No puede ser, si ayer estaba bien! —Preguntó la mamá de Lucía sorprendida.

—Sí. Anoche no se sentía bien, le dolía mucho la cabeza, se tomó un calmante y se fue a dormir. Y esta mañana… —La abuela no pudo terminar la frase y se echó a llorar.

—¡Enseguida vamos para allí mamá! —Le dijo su hija.

Lucía se puso muy triste cuando su madre le dio la noticia de que su abuelo había fallecido.

—Al menos ahora el abuelo podrá jugar con los angelitos que viven en el cielo —dijo la pequeña a su madre.

—¡Cierto! —Contestó su madre mientras la abrazaba.

—Ahora Lucía, viviremos con la abuela en la casa de la montaña. Así podremos cuidar de ella para que no esté triste. ¿Qué te parece? —Le dijo su padre.

—¡Me parece muy buena idea! ¡Me gusta mucho estar allí! —Contestó la niña muy contenta.

Con el paso del tiempo, la abuela de Lucía volvía a ser feliz y a estar contenta. Tener a su familia cerca le había venido muy bien para superar la pérdida de su marido.
Siempre que se despertaba por la mañana, lo primero que hacía la abuela era salir al jardín y respirar fuerte para coger el aire puro de la montaña y llenar sus pulmones de él.

—¡Qué bien me sienta el aire de las montañas! —Dijo la abuela.

Y luego se sorprendió al ver que la casa se había movido de su sitio, pues el buzón de las cartas quedaba más lejos que de costumbre.

—¿Qué piensas abuela? —Le preguntó Lucía que se acababa de despertar y también había ido a respirar el aire de las montañas con su abuela.

—Pues me da la sensación que la casa se ha movido. ¿Ves el buzón que tenemos allí? Pues antes quedaba más cerca de la casa —dijo la abuela.

—¡Qué raro abuela! —Dijo la niña.

Pero aquella misma noche, cuando todos dormían…

Lucía se despertó de repente tras escuchar un fuerte ruido en la casa, como si se estuviera rompiendo. No se lo pensó y salió corriendo al jardín, donde se escondió detrás de un árbol. Desde allí descubrió que era verdad lo que decía su abuela… ¡la casa se estaba moviendo y tenía piernas y pies!
Lucía se quedó escondida en el árbol hasta que la casa escondió sus piernas y dejó de moverse.

Después, se fue a dormir de nuevo y decidió que no explicaría a nadie lo que había visto. ¡Sería un secreto!

Estuvo muchas noches escondiéndose detrás del árbol del jardín y observando a la casa, mientras todos dormían. La casa siempre hacía lo mismo se movía un poquito, y otro poquito, y otro… hasta que llegaba a unas hierbas con flores amarillas y las cogía, luego se las guardaba y escondía sus piernas.


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—Pero, ¿qué haces aquí escondida Lucía? —Le preguntó una voz muy suave y dulce.

—¡Mariduende, qué susto me has dado! —Dijo la niña.

—¿Qué has descubierto pequeña? —Le preguntó Mariduende.

—No te lo vas a creer Mariduende, ¡la casa se mueve por las noches! ¡Tiene piernas! Y siempre hace lo mismo, coge esas hierbas con flores amarillas de allí —dijo Lucía señalando una zona del jardín.

—¡Eso puedo arreglarlo, haré que no se mueva nunca más! —Dijo Mariduende sacando su varita mágica y haciéndola bailar en círculos.

—¿Y eso funcionará? —Preguntó extrañada la pequeña.

—Sí, ya sabes lo mágica que es mi varita. Vuelve mañana por la noche y vigila la casa a ver qué hace —le propuso Mariduende.

Y así lo hizo, a la noche siguiente la pequeña volvió a vigilar la casa y estuvo allí mucho rato. Pero… ¿qué pasó? ¡NADA!

—¡La casa ya no se mueve! —Dijo Lucía sorprendida.

—¿Ves? Te lo dije —dijo Mariduende.

Y de pronto… escucharon algo, alguien estaba llorando. Mariduende y Lucía se miraron.

—¿Quién llora? —Preguntó Lucía.

—No lo sé —contestó Mariduende.

—Soy yo, ¡la casa!

—¿Cómo? Pero… ¿puedes hablar? —Preguntó Lucía.

—Sí. Estoy triste, muy triste. Ahora que no puedo caminar, ya no podré seguir cogiendo hierbas para alimentar a mi familia de Trolls —contestó la casa.

Y justo en aquel momento, por una ventana del garaje aparecieron cinco Trolls que estaban escondidos.

—¡Trolls! —Dijo Lucía entusiasmada.

—¡Necesitamos esas hierbas para vivir! —Dijo el papá troll.

—Sí, nos alimentamos con ellas —dijo la mamá troll.

—Yo les ayudo a cogerlas porque tienen miedo de los animales que viven en la montaña, son muy grandes y se los podrían comer. Ahora sin mis piernas no podré moverme y ayudarles a tener alimento —dijo la casa triste.

—¡Nos moriremos de hambre! —dijo el troll más pequeño que se había subido a la mano de Lucía.

Se quedaron todos en silencio y pensativos.

¡De pronto a Lucía se le ocurrió una idea!

—¡Yo puedo ayudaros! Cogeré las hierbas para vosotros y os las dejaré siempre en el garaje para que podáis cogerlas y alimentaros —propuso Lucía entusiasmada.

—¡Eso sería genial! —Dijeron los Trolls.

—¡Sí, es un gran idea Lucía! —Dijo la casa muy contenta.

Después, se fueron todos a dormir.

Un día mientras Lucía y su abuela estaban arreglando las flores del jardín:


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—Lucía, ¿te has dado cuenta de que la casa ya no se mueve? —Le preguntó su abuela.

—¡Mariduende habrá arreglado ese misterio! —Dijo la pequeña con una sonrisa traviesa.

—¿Aún sigues siendo amiga de Mariduende? —Preguntó la abuela sorprendida porque hacía muchos días que no le hablaba de ella.

—Sí abuela. Ella es especial, igual que esta casa en la montaña —dijo Lucía sin explicar a su abuela todo lo sucedido. ¡Sería su secreto!


Escrito por: Yolanda Martínez Duarte

 

domingo, 20 de junio de 2021

LA MIRADA ES EL ESPEJO DEL ALMA

 Hoy quien me ha inspirado para reflexionar sobre el tema de LAS MIRADAS es esta frase escrita por Paulo Coelho:

“Cuando se mira a alguien directamente a los ojos, nadie puede esconder nada, ni mentir.”

¡LAS MIRADAS, qué importantes son!

Hay miradas muy expresivas, llenas de vida y que hablan por sí solas y otras sin embargo son más apagadas y tristes, esas miradas vacías que no transmiten nada.

Y es que como suelen decir: “la mirada es el espejo del alma” y yo creo que es verdad. Porque qué diferentes son nuestras miradas cuando estamos felices e ilusionados a cuando estamos tristes y decepcionados. ¡Todo se refleja en la mirada: lo bueno y lo malo, la alegría y la tristeza, el enfado, el cansancio, etc.!


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¿Y cuando hablamos con alguien? Yo no sé tú, pero yo valoro muchísimo que la otra persona me mire a los ojos cuando me habla, ¿por qué? Porque para mí esa mirada me demuestra: transparencia y honestidad. En cambio si alguien al hablarte no te mira a los ojos, siempre he pensado que puede tratarse de alguien poco transparente, hipócrita o incluso traicionero.

Claro que este tema podría debatirse durante horas y horas. Porque además de esa poca transparencia, hipocresía o traición pueden darse otros motivos por los que alguien no te mire a los ojos al conversar contigo: timidez y trastornos mentales o de personalidad, en los que es necesario respetar ese no contacto visual y no forzarlo.

Pero… ¿Y cuándo las miradas hablan por sí solas? Es una de mis partes favoritas en el mundo de LAS MIRADAS, porque si eres capaz de experimentar esa sensación en la que te comunicas con la otra persona con una simple mirada, sin necesidad de pronunciar ni una sola palabra, ¡es increíble!

Claro que déjame decirte, que esto solo suele ocurrir con aquellas personas a las que conoces muy bien y con las que compartes un vínculo y afinidad especial.

¿Has vivido alguna vez esa experiencia? Esa en la que miras a otra persona y sin deciros nada os lo habéis dicho todo con la mirada, ese momento en que te sientes mal y la otra persona lo sabe con tan sólo mirarte a los ojos, etc.

¡Cuéntame, en esta reflexión participamos todos!

 

Escrito por: Yolanda Martínez Duarte

jueves, 17 de junio de 2021

RELATO: LA VIDA DE ROSALÍA

 


Pintura de José Royo (En Pinterest.es)

Rosalía estaba sentada en su jardín, atónita, viendo la vida pasar.

A su temprana edad, acababa de recibir una noticia muy desagradable.

A sus veinticinco años, Rosalía no había tenido una vida fácil. Huérfana de nacimiento, su madre murió en el parto y su padre en un accidente de tráfico poco después de que ella naciera.
La crió su tía Adelina hasta que la pequeña tuvo diez años. Adelina era aquella tía que todo niño/a desearía tener: era muy cariñosa, alegre, divertida y se pasaba horas y horas jugando con Rosalía e inventando historias emocionantes. 

Pero un día, cuando Rosalía tenía diez años, Adelina amaneció tirada en el suelo, se había desmayado y estaba inconsciente. Rosalía avisó a una vecina y ésta enseguida acudió y llamó a una ambulancia.

Al llegar al Hospital, hicieron varias pruebas a Adelina que pronto mostrarían un diagnóstico muy duro.

—Adelina tiene cáncer de pulmón con metástasis —dijo el doctor a la vecina de Adelina y a la pequeña Rosalía.

Rosalía jamás olvidaría aquel momento ni aquellas palabras. Estaba a punto de perder a la persona que más quería en su vida y eso la entristecía enormemente.

Días después del diagnóstico, Adelina murió y Rosalía volvió a quedarse sola de nuevo.

Todo fue tan rápido, ella era pequeña y no podía decidir sobre su propia vida, sentía impotencia y tristeza de ver como todos aquellos adultos desconocidos: asistenta social, abogados, etc. decidían por ella. Sí, así estaban hechas las leyes, al ser menor no tenía poder sobre ella misma ni su propia vida y eso a Rosalía le parecía muy injusto.

La única familia que le quedaba era la de su padre: sus abuelos y sus tíos, pero nadie quiso saber nada de ella porque estaban enfadados con su padre y guardaban mucho rencor hacia él, ¡aún estando muerto! 

"¿Se puede ser tan ruin como para tener rencor a una persona difunta?" pensó Rosalía, que a sus diez años de edad se mostraba muy madura, cuando le comunicaron la noticia de que su familia no quería hacerse cargo de ella y por tanto la llevarían a un Orfanato.

Allí estuvo hasta los dieciocho años. Al tomar la mayoría de edad, por fin pudo decidir sobre su propia vida. 

Decidió buscar un trabajo y combinarlo con los estudios de Interpretación que quería cursar. Su sueño desde bien pequeña había sido ser bailarina y poder participar en grandes musicales en el mundo del Teatro.


Imagen de Luis Velasco (En Pinterest.es)

A los veinte años, Rosalía terminó sus estudios de Interpretación y empezó a recorrer diferentes Teatros y Escuelas de Danza buscando un nuevo puesto de trabajo, así que repartió su currículum por muchos sitios con la esperanza de que la llamaran pronto.

A los dos meses, recibió una llamada:

—¡Buenos días! ¿Con Rosalía Torres por favor?
—Sí, soy yo misma —Contestó la joven.
—Mi nombre es Sofía. Le llamo en nombre de la Escuela de Danza Safrán de aquí, Madrid. Nos dejó su currículum hace un par de meses y nos gustaría entrevistarla —dijo la mujer.

La entrevista fue todo un éxito, Rosalía había gustado desde el momento en que apareció por la puerta. Sofía vio algo en ella que llamó su atención. Era muy joven pero tan madura, su mirada expresaba un hilo de tristeza pero sin embargo la joven era alegre y desprendía algo tan hermoso que cautivaba. Sofía no sabía decir bien bien qué era, pero le gustaba las sensaciones que tenía al estar cerca de la joven y lo que ésta le transmitía. Así que no dudó ni un momento en contratarla.

Y fue a partir de ese momento, que Rosalía empezó a disfrutar de su nuevo trabajo. ¡Era profesora de danza del grupo infantil!

A los veintitrés años, Rosalía había ido creciendo profesionalmente en la escuela, había sido profesora del grupo infantil, juvenil y ahora estaba en el grupo de adultos.
Sofía y ella hacían un gran equipo y se habían convertido en grandes amigas.

A los veinticuatro años, Sofía la promocionó para un Musical que iban a hacer en el Teatro EDP Gran Vía de Madrid, titulado Ghost.
Rosalía estaba feliz, muy feliz por fin su sueño de la infancia empezaba a hacerse realidad y estaba dispuesta a disfrutarlo al máximo.

Fue duro al principio, porque tuvo que trabajar mucho y dedicarle muchas horas, apenas descansaba pero no le importaba porque estaba tan ilusionada y feliz.
Había conocido gente nueva y había hecho nuevos amigos, aunque Sofía seguía siendo su mejor amiga sin duda, era su gran apoyo.

De pronto sonó el timbre de su casa, que interrumpió sus pensamientos mientras estaba sentada en el jardín viendo su vida pasar.

Abrió la puerta, era Sofía la abrazó de inmediato con los ojos inundados de lágrimas:

—¿Cómo estás Rosalía? —le preguntó.
—Pues imagínate, todo lo bien que se puede estar después de que te digan que tienes leucemia —contestó la joven.

Sofía volvió a abrazarla pero esta vez con más fuerza, se aferraba a ella con la esperanza de que la vida no pudiera arrebatársela nunca.

Aún no era su momento, Rosalía era muy joven, acababa de empezar a vivir su sueño y estaba en el mejor momento de su vida.

"¿Por qué? ¿Por qué la vida es tan injusta?" pensó Sofía mientras la abrazaba.


Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.








martes, 15 de junio de 2021

REFLEXIÓN SOBRE EL COMPAÑERISMO EN EL TRABAJO

 


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Hoy trataré un tema que probablemente muchos hayamos vivido en primera persona en el ámbito laboral. Me refiero al tema del “compañerismo”.

¿Qué es el compañerismo?

Para mí, el compañerismo es aquella persona dispuesta a colaborar con el resto del equipo de trabajo. Aquella persona que suma, aporta, ayuda y apoya a sus compañeros siempre que lo necesitan.

Y seamos realistas, todos los que estamos trabajando y lo llevamos haciendo ya un tiempo somos conscientes de que el concepto de “compañerismo” es muy bonito pero a efectos prácticos escasea muchísimo.

¿Recuerdas tu primer trabajo? ¿Recuerdas con qué ilusión y con qué ganas empezaste?

En aquel momento, te encontraste con compañeros que te recibieron con los brazos abiertos, con actitud positiva y te ayudaron en tu incorporación a ese nuevo puesto explicándote cómo funcionaba todo y dándote pequeños consejos.
Pero seguro que también te encontraste con compañeros más reacios a tu incorporación y te miraron con aquella mirada tan peculiar que te hace recordar que eres el “novato”. Estoy segura de que estos últimos compañeros no te ayudaron tanto en tu incorporación al trabajo.

Y es que a este punto quería yo llegar. Para mí, hay diferentes perfiles de compañeros en el trabajo:

—Está aquel compañero/a que práctica el compañerismo al cien por cien desde el principio. Suele ser una persona: sociable, de actitud positiva, abierta y dispuesta a ayudar en todo lo que pueda e incluso más. No le importa interrumpir su trabajo veinte veces si hace falta para ayudar a un compañero/a. Es responsable con su trabajo y empático y asertivo con sus compañeros/as.

—Está aquel compañero/a que práctica el compañerismo por tiempo limitado y sólo porque tiene un interés propio. Hablo de aquella persona que de entrada se muestra muy cercano y familiar, aquella persona dispuesta a ayudar hasta cumplir su propio interés como podría ser quedar muy bien ayudando al “novato” para que los superiores, me refiero a los jefes, vean lo buen compañero/a que es y por tanto lo miren con tan buenos ojos que lo tengan en cuenta a la hora de promocionarlo ante un ascenso de puesto o subida de sueldo.
A este perfil de compañero/a yo les llamo “trepas” porque probablemente una vez consiga cumplir con su propósito personal, esa actitud positiva y de buen compañerismo, cambiará y entonces es probable que sea capaz de “pisotear” a sus compañeros con tal de que nadie pueda hacerle sombra y quede por encima de todos. ¡Por desgracia este perfil es muy común!

— Y por último, está ese compañero/a pasota que va al trabajo, cumple con su labor con mayor o menor esfuerzo (normalmente es más lo segundo) y por tanto no está dispuesto/a a perder el tiempo con los “novatos” ni con nadie. Con lo que el tema de compañerismo lo práctica más bien poco. Su filosofía en muchas ocasiones es aquella de: “A mí nadie me ayudó cuando empecé y tuve que espabilarme yo solito/a, así que… arreando que es gerundio”.

Y aunque por norma, predominen los dos últimos perfiles. A mi me gusta ser optimista y pensar que siempre habrá alguien dispuesto a ayudar y practicar ese compañerismo tan necesario en el trabajo.


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Porque seamos realistas, en el trabajo por suerte o por desgracia pasamos muchas horas y yo soy de la filosofía que mejor pasarlo en un ambiente agradable y bueno donde exista el compañerismo.

Y desde esta pequeña reflexión, pienso que los padres ya desde que sus hijos son pequeños deberían educarlos en ese compañerismo porque no sólo lo necesitarán en el trabajo el día de mañana sino que también les hará falta en el colegio. Pero también pienso que las empresas deberían fomentar ese compañerismo con dinámicas de grupo que favorezcan las relaciones entre trabajadores y puedan llegar a conocerse en ámbitos diferentes.

Y aunque soy consciente de que hay empresas que llevan a cabo esas dinámicas de grupo, también soy consciente de que son la minoría porque como todo, supone una inversión económica que no todos los empresarios están dispuestos a asumir, aunque esto pueda beneficiarles a largo plazo.

Porque yo he creado mi propia fórmula:

Buen ambiente de trabajo + buen compañerismo = mejor rendimiento en el trabajo.

Y tú, ¿qué opinas?


Escrito por: Yolanda Martínez Duarte

domingo, 13 de junio de 2021

CUENTO INFANTIL PARA APRENDER: APRENDE CON PEPO EN LA GRANJA

 

Pepo tiene seis años y es un niño con mucha suerte porque vive en una Granja, con sus padres, rodeados de muchos animales.

Cada tarde cuando vuelve del colegio, Pepo ayuda a sus padres en la Granja: da de comer a los conejos, los gallos y las gallinas, recoge los huevos que ponen, da el biberón a las cabras bebés, prepara la hierba para las ovejas, etc.

Pepo sabe mucho sobre los animales de la Granja y le gusta mucho explicarlo a sus amigos en el colegio.

Un día en el colegio, estaban todos sentados en el suelo en círculo, era el momento del día en que cada niño compartía alguna anécdota o experiencia con sus compañeros.

—Yo vivo en una Granja, donde tengo muchos animales y ayudo a papá y mamá a cuidar de ellos —explicaba Pepo.

—¡Podríamos ir un día de excursión a tu Granja Pepo! —dijo Leo.

—¡Siiiií! —contestaron todos los compañeros.

—A mi me parece muy buena idea también Leo. ¿Qué te parece a ti Pepo? —dijo Marisol, la profesora.

—¡Me parece genial! —dijo Pepo muy contento.

Esa misma noche, mientras cenaban, Pepo explicaba a sus padres como le había ido hoy en el colegio:

—Hoy en el colegio les estuve explicando a mis compañeros cositas sobre nuestra Granja y los animales que tenemos. ¿Y sabéis qué papá y mamá?

—¿Qué? —preguntaron ellos.

—Que todos quieren conocer nuestra Granja y venir un día de excursión. ¡Hasta a Marisol le ha parecido buena idea! —dijo entusiasmado Pepo.

—Sí es una buena idea sí. ¡Podéis venir cuando queráis! —dijo su madre.

Y con el paso de los días…

El colegio quedaba cerca de casa de Pepo, así que Marisol y los/as niños/as fueron caminando a la Granja.
Allí, en la entrada de la Granja, los esperaban los padres de Pepo:

—¡Bienvenidos a nuestra Granja! Yo soy María y él Lucas, somos los padres de Pepo.

—¡Hola! —contestaron todos contentos, tenían muchas ganas de conocer a los animales.

Empezaron viendo la vaca:

—Esta es nuestra vaca, se llama Lola y le gusta mucho comer hierba. ¿Y sabéis qué? Nos da leche, mmm… que está riquísima ¿queréis probarla? —dijo María.

—Siiií —Dijeron todos.


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Y entonces Lucas sacó vasos para todos y con la ayuda de los niños ordeñaron la vaca y así descubrieron cómo la vaca nos daba leche.

—Recordad niños, ¿Qué alimentos podemos hacer con la leche? —preguntó Marisol.

—Yogures —contestó Leo.

—Queso —contestó Laia.

—Mantequilla —contestó Josué.

—¡Muy bien! —dijo Marisol.

—¡Ahora os enseñaremos los conejos! A los conejos les gusta mucho comer zanahorias y lechuga. Sus dientes y sus uñas nunca dejan de crecer, papá es el que se encarga de cortarles las uñas con mucho cuidado y los dientes se van limando cuando comen. Los conejos son muy cariñosos, les gusta mucho que los cojamos en brazos y los abracemos —explicó Pepo mientras repartía zanahorias a sus compañeros para que les dieran de comer.


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Disfrutaron mucho dándoles de comer, incluso pudieron jugar con ellos, abrazarlos y mimarlos. Los conejos eran como pequeños peluches, muy suaves.

—Ahora vamos a ver el cerdo, pero lo veremos mejor desde fuera porque es un poquito gruñón y no le gustan mucho las visitas —dijo Lucas.

—¿Qué sabemos de los cerdos? —preguntó Marisol.

—El cerdo es omnívoro porque puede comer de todo: semillas, fruta, pan, lechuga… pueden andar y correr y disfrutan jugando en el barro —explicaba Leo.

—Sí, cuando tienen calor se bañan en el barro para estar fresquitos y además también les va bien para protegerse de las picaduras de los mosquitos y otros insectos —añadió Laia.

—¿Y qué nos da el cerdo? —preguntó Marisol.

—Nos da: la carne, el jamón y los embutidos —contestó Pepo.

—¡Muy bien! —dijo Marisol.


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Y después de ponerle de comer manzanas y lechuga al cerdito, se fueron a ver a: los gallos, las gallinas y los pollitos.

—¡Oh, qué pollitos más bonitos! —dijo Laia.

—Sí, nacieron hace una semana —comentó María mientras repartía granos de maíz a los niños para que dieran de comer a los gallos, gallinas y pollitos.

—Las gallinas nos dan huevos y también carne. Les gusta vivir en el corral. Como podéis ver los gallos y las gallinas son diferentes: los gallos son más grandes y las gallinas más pequeñas, los gallos cantan haciendo “kikirikiii” y las gallinas en cambio cacarean haciendo “co, co, co, co”. La cresta de las gallinas es más pequeña mientras que el gallo tiene una cresta muy grande. Además, como podéis ver las plumas de los gallos tienen un color más llamativo y brillante —explicaba Lucas.


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—¡Vamos a ver las cabras! Tenemos muchas cabritas bebés y podremos darles leche con un biberón —dijo entusiasmado Pepo, que desde que habían nacido las cabritas estaba muy pendiente de ellas todo el tiempo para que crecieran sanas y fuertes.

—Como podéis ver en las cabras adultas, son un animal fuerte, tienen las patas cortas y finitas y acaban en pezuñas, en lugar de dedos como nosotros los humanos —explicó Lucas.

—¡Son herbívoras porque comen mucha hierba y plantas! —dijo Leo.

—Cierto —dijo María.

—¿Sabíais que las cabras tienen miedo de los ruidos fuertes? Es por eso que lo pasan muy mal cuando llueve y hace tormenta —explicó Lucas.

—Pobrecitas, a mí también me da miedo la tormenta —dijo Laia.

—¿Os acordáis de lo que nos da la cabra? —preguntó Marisol.

—¡Leche como la vaca! —dijeron todos los niños.

Pusieron de comer hierba a las cabras adultas y a las cabritas pequeñas les dieron biberones de leche que había preparado María.

—¡Qué bonitas, mirad qué rápido se beben el biberón! —dijo entusiasmada Sofía.


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Y por último, visitaron a las ovejas que pasturaban en los campos que rodeaban la Granja, ellas comían todo el tiempo.

—Las ovejas necesitan estar siempre acompañadas porque si no se ponen tristes. Al igual que la cabra, es herbívora y come hierba y pequeños arbustos y sus patas acaban en pezuñas también —explicaba Lucas.

—¿Y sabéis que nos da la oveja? —preguntó María.

—Lana para poder hacernos ropa, bufandas, guantes… —contestó Laia.

—También puede darnos leche y carne —contestó Pepo.

—Y hacen “beee” —dijo Leo.

Después estuvieron acariciándolas y jugando con ellas.


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Los niños estaban muy contentos de estar en la Granja de Pepo, no sólo habían cuidado de todos los animales y habían jugado con ellos sino que también habían aprendido muchas cosas nuevas sobre ellos.

Antes de irse, María y Lucas le pusieron a cada niño/a una medalla hecha de madera con un mensaje que decía: “soy un súper granjero”.

—Muchas gracias por visitarnos y ayudarnos a cuidar de nuestros animales. ¡Hoy sin daros cuenta os habéis convertido en unos súper granjeros —dijo María.

—¡Podéis volver cuando queráis! Aquí hay mucho que aprender y como decía mi abuela: “el saber no ocupa lugar”. Seguid manteniendo esa alegría y esa motivación por conocer y aprender cosas nuevas porque así conseguiréis todo lo que os propongáis en la vida y llegaréis lejos, muy lejos —dijo Lucas.

Todos los niños lo escuchaban con atención y Pepo también, sonrió al recordar cuántas veces su padre le había repetido ese mensaje desde que tenía un año. Y la verdad, gracias a ese consejo las cosas le iban bien, así que… ¡seguiría aprendiendo!

 

Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.

martes, 8 de junio de 2021

CUENTO INFANTIL: ESTE ES TU CUENTO PARA SOÑAR


Había una vez una niña que se llamaba Lucía. Lucía tenía ocho años y era una niña muy soñadora, siempre inventaba historias llenas de fantasía en las que aparecían: duendes, hadas, gnomos y elfos.

Desde bien pequeña, Lucía tenía un sueño “crear un bosque muy especial” así que pidió a sus padres que transformaran su habitación en un bosque y así lo hicieron.

¡La habitación de Lucía parecía un bosque de verdad!

Tenía un gran árbol en el centro con una pequeña puerta, allí Lucía guardaba todos sus peluches preferidos: los tres hermanos duendes, la Hada Brillante y el Colibrí.
En su bosque también había un pequeño estanque lleno de agua con nenúfares de muchos colores y una cascada de la que caía agua muy suavemente y cuyo sonido era tan relajante que por las noches ayudaba a Lucía a dormirse. Las paredes estaban todas pintadas con árboles, arbustos y plantas preciosas. Y por las noches, el techo de la habitación se iluminaba con pequeños destellos de luz, ¡eran estrellas!
Lucía era muy feliz, siempre decía que su bosque se llamaba “el Bosque del Amor”.


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Una tarde, después del colegio, Lucía invitó a su amiga Claudia a jugar con ella en el Bosque del Amor.

—Ven Claudia que jugaremos con la Hada Brillante y los tres hermanos duendes: Musiquita, Cuentista y Hierbita —dijo Lucía.

—¡Qué nombres más curiosos! —dijo Claudia.

—Sí. Musiquita es este del gorro amarillo le gusta mucho inventar canciones y se pasa todo el tiempo cantando y bailando —explicó Lucía.

—Entonces se parece a mí porque también me gusta mucho cantar y bailar —dijo entusiasmada Claudia.

—¡Qué bien! —Contestó Lucía y siguió presentándole a sus amiguitos —este duende con el gorro azul se llama Cuentista porque le gusta mucho mirar y explicar cuentos. Y por último, está Hierbita que es este duende con el gorro verde…

—¡Seguro que le encantan las plantas y las flores! —le interrumpió Claudia.

—¡Siiiií! Y también el color verde y el agua, disfruta bañándose en el estanque que tengo allí —le explicó Lucía señalando su estanque con nenúfares.

—¿Y este pájaro tan bonito? —preguntó Claudia.

—Es un Colibrí. Los colibrís son unos pájaros muy pequeños que vuelan muy rápido. Es el mejor amigo de Musiquita, siempre va con él porque su música lo llena de alegría y felicidad —contestó Lucía.

—La Hada Brillante es mi preferida, me gustan mucho estas alas que tiene llenas de purpurina de colores y este vestido lila —dijo Claudia mientras jugaba con ella.

—Sí, la Hada Brillante es muy especial, le encantan los abrazos y los besos, le gusta mucho que la mimen. Pero hay que tener mucho cuidado con el estanque porque le da miedo el agua —le explicó Lucía.

Jugaron durante toda la tarde y se lo pasaron muy bien.


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Por la noche antes de dormirse, los padres de Lucía le leían su cuento preferido “Sueños y magia en el bosque encantado”. Se durmió enseguida y al dormirse y quedarse la habitación a oscuras y en silencio… se abrió la puerta del árbol y asomó una cabecita, ¡eran el duende Musiquita y su Colibrí!

—¡Ya podemos salir! – dijo Musiquita.

Y entonces salieron sus hermanos.

—Pero… Musiquita, Cuentista, ¿no echáis de menos a alguien? —les preguntó Hierbita.

Los hermanos se miraron extrañados y no se dieron cuenta de que la Hada Brillante no estaba con ellos.

—¡La Hada Brillante! Llevamos muchas horas sin verla y no ha venido con nosotros al árbol —dijo Hierbita al ver que sus hermanos no se habían dado cuenta.

—¡Es verdad! —dijeron Musiquita y Cuentista.

—Pero, ¡qué raro! ella siempre está con nosotros. ¡Vamos a buscarla! —propuso Hierbita.

Y entonces todos se pusieron a buscarla. Mientras en el estanque alguien gritaba:

—¡Por favor que alguien me ayude!

Era la Hada Brillante que estaba sentada sobre un nenúfar de color rojo temblando porque tenía miedo del agua.

—Tengo mucho miedo ¿y si me caigo al agua?  esa cascada está tan cerca que su agua podría salpicarme y si mis alas se mojan no podré volar nunca más.  —entonces se puso a llorar aún más asustada.

—¡He escuchado algo! —Dijo de pronto Cuentista que estaba cerca del estanque —es en el estanque, ¡vayamos a mirar!

Entonces los tres hermanos duendes y el Colibrí fueron corriendo hacia el estanque y allí se encontraron a la Hada Brillante tan pequeñita como era, sentada en un nenúfar asustada y triste con lágrimas en los ojos.

—¡Hada Brillante! Pero… ¿qué haces aquí? —preguntaron los duendes sorprendidos.

De repente, las lágrimas de la Hada Brillante desaparecieron y su rostro se iluminó de alegría y felicidad por ver de nuevo a sus amigos:

—Esta tarde cuando Lucía y Claudia jugaban con nosotros, Claudia me puso en este nenúfar y ya se olvidó de mí. ¡Ayudadme por favor, tengo mucho miedo del agua! —les explicó la Hada Brillante.

—¡Te ayudaremos! —dijeron los duendes. Y de pronto, empezaron a pensar en un plan para sacar a la Hada Brillante del estanque.

—Necesitaremos la ayuda de Lucía —dijo Hierbita.

Y entonces los tres duendes se acercaron a la cama de Lucía y treparon por sus pies, pasando por encima de sus piernas y su barriga hasta llegar a la almohada y susurrarle al oído:

—Lucía, te necesitamos.

Pero Lucía estaba tan dormida que no se enteró. Hasta que el Colibrí se posó en su nariz y Lucía estornudó y se despertó:

—¿Pero qué pasa? —preguntó Lucía.

—¡Hola Lucía, necesitamos tu ayuda! —dijeron los duendes.

—¿Habláis y os movéis solos? —preguntó Lucía muy extrañada.

—Sí —contestaron los duendes y el Colibrí.

—Pero, no puede ser… sois juguetes y los juguetes no hablan ni se mueven solos —dijo Lucía.

—En el Bosque del Amor todo puede ser Lucía. Tú has creado este mundo con tanta ilusión y amor que has creado magia y con la magia ¡todo es posible! —le explicaron los duendes.

Lucía sonrió y les preguntó:

—¿Y porque necesitáis mi ayuda?

—¡Porque la Hada Brillante está en peligro! Se ha quedado atrapada en el estanque y no puede salir —explicaron los duendes.

—Pero… ¿cómo ha podido acabar en el estanque? Tiene miedo al agua y yo nunca la meto allí —dijo Lucía preocupada.

—Tú no, pero por lo visto Claudia sí. Mientras jugabais se le ocurrió llevarla al estanque y luego se le olvidó sacarla y allí se quedó pobrecita Hada —explicó Cuentista.

—Vaya. No me di cuenta —dijo Lucía y se levantó enseguida de la cama y fue corriendo hasta el estanque, allí vio a la Hada Brillante temblando de miedo:

—Tranquila Hada Brillante, ¡te sacaremos de aquí! —le dijo Lucía.

Y entonces Lucía se agachó y acercó su mano a la Hada Brillante:

—Sube a mi mano Hada Brillante —le dijo.

El hada subió y después empezó a brillar como hacía siempre que estaba contenta y feliz.

—¡Muchas gracias por salvarme Lucía! —le dijo la hada antes de entrar al árbol con los duendes y el Colibrí.

—¡Lo hemos hecho entre todos! Si ellos no te hubieran encontrado y no me hubieran avisado, yo no podría haberte ayudado —dijo Lucía orgullosa del gran trabajo que habían hecho entre todos.

Ahora por fin volvían a estar todos juntos. Era hora de dormir.


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Lucía cerró los ojos muy lentamente mientras escuchaba el sonido del agua que caía de la cascada y se durmió alumbrada por la intensa luz lila que salía por una de las ventanas del árbol de su habitación donde estaba asomada la Hada Brillante observando a la pequeña Lucía.

—Felicidades pequeña has creado el Bosque del Amor donde reina la felicidad y la alegría. Donde estamos a salvo y donde todo es posible gracias a la ilusión y la magia con la que has hecho realidad tu sueño. ¡Sigue soñando Lucía, porque soñar es vivir y el vivir nos ayuda a hacer realidad nuestros sueños! —susurró la hada con una voz muy suave.

Se apagó la luz y todos se quedaron dormidos.

En el Bosque del Amor había magia y también paz, mucha paz.


Escrito por: Yolanda Martínez Duarte

viernes, 4 de junio de 2021

REFLEXIÓN SOBRE LAS MASCOTAS

 



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Ellas nos dan compañía, nos cuidan cuando estamos enfermos, nos miman cuando estamos tristes, participan de nuestra alegría cuando estamos felices y nos dan lecciones de vida cada día demostrándonos que son mejores, mucho mejores que el ser humano.

¿Porqué? Porque ellas, nuestras mascotas, no cometerían las atrocidades que es capaz de cometer el ser humano.
Ojalá el ser humano fuera capaz de aprender de los animales y dejara de comportarse de esa formar tan salvaje y cruel. Pero mejor dejemos este tema para otra ocasión.

Hoy os hablaré de: lo bonito que es tener una mascota, del bien tan grande que puede llegar a hacernos y los beneficios que tiene para los niños/as.

Las mascotas pueden ser muchas y muy variadas: desde un perro, pasando por un gato, hámster, pájaros, loros, tortugas y hasta llegar a un hurón. Sí, sí, los hurones desde hace un tiempo, son también animales de compañía aunque pueda parecerte curioso o extraño.
Aún recuerdo, aquella tarde que estaba paseando y me topé con una mujer que paseaba con su hurón cogido de la correa, como si se tratase de un perro, me pareció increíble, pero era cierto, allí estaba paseando por la calle feliz con su dueña.

Y es que para gustos, los colores. Lo importante es que la persona que tenga mascota sea feliz con ella.

Normalmente, toda persona que tiene una mascota se compromete a darle los mejores cuidados, a quererla sin condiciones y lo más importante, ¡a respetarla! Sí, sí se merecen un respeto porque son seres vivos con sentimientos y emociones igual que tú y yo.


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Hay dos tipos de mascotas:

- Las que están accesibles como pueden ser: un perro o un gato que pasea libremente por casa siendo un miembro más de la familia y participa en la actividad de ésta: viaja con ellos, sale a pasear con ellos, etc.

- Por otro lado, están esas mascotas que son menos accesibles y por tanto apenas pueden salir de casa. Estas mascotas pueden ser por ejemplo: un pájaro, una tortuga, un hámster, etc. por suerte o por desgracia necesitan vivir encerrados porque sino se perderían y podría ocurrirles cualquier cosa.

Yo personalmente, tengo mascotas de los dos tipos: un pájaro, un hámster y un perro. Y aunque disfruto de todos, tengo que reconocer que me gustan más las mascotas accesibles porque dan mucho más juego y la interacción con ellos es mucho mayor.


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Y ahora, hablemos de un tema que me parece muy importante la verdad. Me refiero al tema de "las mascotas y los/as niños/as".

Pienso que para un/a niño/a es muy beneficioso crecer y convivir con un animal, ¿porqué?

- Favorece la sociabilización de los/as niños/as.
- Mejora la autoestima de los/as niños/as.
- Le ayudan a desarrollar el sentido de la convivencia.
- Fomentan la empatía (un aspecto muy importante para convivir en la sociedad actual).
- Al jugar diariamente con su mascota, estos/as niños/as tienen menos riesgo de sufrir: estrés, ansiedad y depresión.
- Las mascotas aportan felicidad, lo que hace que el/la niño/a tenga una actitud positiva y alegre.
- Adquieren responsabilidad al tener que: cuidar a su mascota, darle de comer, asearlo, recoger la caca, etc. Todo esto les ayuda a madurar y favorece su autoconfianza.
- Aprenden valores como: empatía, respeto, amor incondicional, fidelidad, compasión, etc.
- Son niños/as más sanos/as, con menos enfermedades y alergias ya que la convivencia con animales desde bien pequeños hace que su sistema inmunológico se fortalezca.

Como puedes ver son muchos los beneficios de tener una mascota y ya no sólo para los/as pequeños/as de la casa, para los adultos podría aplicarse de la misma manera.

Así que desde aquí, te animo a hacerte con una mascota si aún no la tienes y experimentar esta sensación única y tan especial que vivimos los que sí la tenemos.
Es una experiencia que hay que conocer y vivir porque es increíble lo mucho que puede llegar a aportarte un animal.

                         
                                                Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.



miércoles, 2 de junio de 2021

LOS ABUELOS Y LOS NIETOS

Los abuelos, ¡que figura tan importante para los nietos!
¿Qué haríamos sin ellos? Su papel es muy importante, ayudan a sus hijos en la crianza de sus nietos y aportan a sus nietos una serie de valores y lecciones de vida que los harán mejores personas y los prepararán para la vida del mañana. 

Sé que este tema puede ser delicado porque muchos nietos no han podido o no pueden disfrutar de sus abuelos  y viceversa por circunstancias varias: fallecimiento de los abuelos, disputas familiares, abuelos y nietos que viven muy alejados, abuelos que no quieren ataduras de crianza porque ya criaron a sus hijos en su día y ahora quieren libertad, etc. los motivos pueden ser muchos y muy variados. 

Pero hoy no me centraré en esa parte.  Hoy, me centraré en la parte bonita de este tema y escribiré sobre aquellos abuelos que cuidan de sus nietos y se entregan a ellos de corazón, sin pedir nada a cambio. Esos abuelos con ganas de disfrutar de sus nietos y con la ilusión de que son un pedacito suyo también, porque es sangre de su sangre, porque es un regalo de su hijo/a, y...¡qué gran regalo!
A esos abuelos hay que hacerles un monumento, porque hacen de segundos padres como suelo decir yo. Sí, sí.. cuidan de sus nietos desde que éstos son bebés para que sus padres puedan ir a trabajar,  salen a pasear con el solecito, los llevan al parque, les dan de comer e incluso los duermen cantando una canción. 

¿Y cuando están malitos? ¡Suerte de los abuelos! Ellos los cuidan llenándolos de amor mientras sus padres ,apenados por dejarse al pequeño enfermo, se ven obligados a ir a trabajar pero con la tranquilidad de que su hijo/a se queda en buenas manos.

Esos abuelos que aún estando cansados y doloridos, por los achaques de la edad, se levantan con una sonrisa y siguen hacia adelante: jugando con sus nietos, haciéndolos reír, pintando y dibujando con ellos, explicándoles un cuento, jugando a la plastilina,  acurrucándolos en sus brazos y ¡mimándolos muchísimo!

Porque esos abuelos, antes de ser abuelos fueron padres y también tuvieron que trabajar para que a su hijos no les faltase de nada. Así que aunque no pudieron disfrutar de sus hijos todo lo que hubieran deseado, descubren ahora en sus nietos una nueva forma de Amar.

¿Y qué decir de los valores que los abuelos transmiten a sus nietos? 

Son valores que los padres jamás podrán transmitir, porque los abuelos tuvieron una vida más dura con menos comodidades de las que se puedan tener hoy día.
Así que éstos abuelos son capaces de transmitir valores como: el esfuerzo, la lucha, la constancia y el sacrificio de entregarse y luchar por aquello que deseamos. Son valores muy importantes que los preparará para la vida del mañana.

Todo el rato hablo de los abuelos, pero... ¿y esos nietos que se crían con los abuelos? 

Sólo hay que mirar sus ojos para descubrir la devoción que tienen hacia sus abuelos y ese brillito que se les pone al verlos, esa sonrisa dulce o esa carrera que hacen cada vez que los ven para darles un abrazo. ¡Qué complicidad más bonita crece entre ellos!
Esos nietos, ahora no se dan cuenta, pero cuando sean adultos descubrirán que llevan en su interior un legado muy valioso, ¡el legado de sus abuelos!

Porque de algo estoy segura, cuando unos abuelos quieren de verdad y se entregan de corazón en todo lo que hacen con sus nietos, dejan una huella maravillosa, una huella que nada ni nadie podrá borrar jamás. 


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                                                                             Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.



LUKA, CARLOTA Y UN PROYECTO DE VIDA EN COMÚN (micro relato)

Imagen de Google Tras una semana ajetreadísima, Luka y Carlota consiguieron hacer un hueco para tomar un café juntos. El reencuentro fue de ...