Había una
vez una niña que se llamaba Lucía. Lucía tenía ocho años y era una niña muy
soñadora, siempre inventaba historias llenas de fantasía en las que aparecían:
duendes, hadas, gnomos y elfos.
Desde bien
pequeña, Lucía tenía un sueño “crear un bosque muy especial” así que pidió a
sus padres que transformaran su habitación en un bosque y así lo hicieron.
¡La
habitación de Lucía parecía un bosque de verdad!
Tenía un
gran árbol en el centro con una pequeña puerta, allí Lucía guardaba todos sus
peluches preferidos: los tres hermanos duendes, la Hada Brillante y el Colibrí.
En su bosque también había un pequeño estanque lleno de agua con nenúfares de
muchos colores y una cascada de la que caía agua muy suavemente y cuyo sonido
era tan relajante que por las noches ayudaba a Lucía a dormirse. Las paredes
estaban todas pintadas con árboles, arbustos y plantas preciosas. Y por las
noches, el techo de la habitación se iluminaba con pequeños destellos de luz,
¡eran estrellas!
Lucía era muy feliz, siempre decía que su bosque se llamaba “el Bosque del Amor”.
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Una tarde,
después del colegio, Lucía invitó a su amiga Claudia a jugar con ella en el
Bosque del Amor.
—Ven Claudia
que jugaremos con la Hada Brillante y los tres hermanos duendes: Musiquita,
Cuentista y Hierbita —dijo Lucía.
—¡Qué
nombres más curiosos! —dijo Claudia.
—Sí.
Musiquita es este del gorro amarillo le gusta mucho inventar canciones y se
pasa todo el tiempo cantando y bailando —explicó Lucía.
—Entonces se
parece a mí porque también me gusta mucho cantar y bailar —dijo entusiasmada
Claudia.
—¡Qué bien!
—Contestó Lucía y siguió presentándole a sus amiguitos —este duende con el
gorro azul se llama Cuentista porque le gusta mucho mirar y explicar cuentos. Y
por último, está Hierbita que es este duende con el gorro verde…
—¡Seguro que
le encantan las plantas y las flores! —le interrumpió Claudia.
—¡Siiiií! Y
también el color verde y el agua, disfruta bañándose en el estanque que tengo
allí —le explicó Lucía señalando su estanque con nenúfares.
—¿Y este
pájaro tan bonito? —preguntó Claudia.
—Es un
Colibrí. Los colibrís son unos pájaros muy pequeños que vuelan muy rápido. Es
el mejor amigo de Musiquita, siempre va con él porque su música lo llena de
alegría y felicidad —contestó Lucía.
—La Hada
Brillante es mi preferida, me gustan mucho estas alas que tiene llenas de
purpurina de colores y este vestido lila —dijo Claudia mientras jugaba con
ella.
—Sí, la Hada
Brillante es muy especial, le encantan los abrazos y los besos, le gusta mucho
que la mimen. Pero hay que tener mucho cuidado con el estanque porque le da
miedo el agua —le explicó Lucía.
Jugaron
durante toda la tarde y se lo pasaron muy bien.
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Por la noche
antes de dormirse, los padres de Lucía le leían su cuento preferido “Sueños y magia
en el bosque encantado”. Se durmió enseguida y al dormirse y quedarse la
habitación a oscuras y en silencio… se abrió la puerta del árbol y asomó una
cabecita, ¡eran el duende Musiquita y su Colibrí!
—¡Ya podemos
salir! – dijo Musiquita.
Y entonces
salieron sus hermanos.
—Pero…
Musiquita, Cuentista, ¿no echáis de menos a alguien? —les preguntó Hierbita.
Los hermanos
se miraron extrañados y no se dieron cuenta de que la Hada Brillante no estaba
con ellos.
—¡La Hada
Brillante! Llevamos muchas horas sin verla y no ha venido con nosotros al árbol
—dijo Hierbita al ver que sus hermanos no se habían dado cuenta.
—¡Es verdad!
—dijeron Musiquita y Cuentista.
—Pero, ¡qué
raro! ella siempre está con nosotros. ¡Vamos a buscarla! —propuso Hierbita.
Y entonces
todos se pusieron a buscarla. Mientras en el estanque alguien gritaba:
—¡Por favor
que alguien me ayude!
Era la Hada
Brillante que estaba sentada sobre un nenúfar de color rojo temblando porque
tenía miedo del agua.
—Tengo mucho
miedo ¿y si me caigo al agua? esa
cascada está tan cerca que su agua podría salpicarme y si mis alas se mojan no
podré volar nunca más. —entonces se puso
a llorar aún más asustada.
—¡He
escuchado algo! —Dijo de pronto Cuentista que estaba cerca del estanque —es en
el estanque, ¡vayamos a mirar!
Entonces los
tres hermanos duendes y el Colibrí fueron corriendo hacia el estanque y allí se
encontraron a la Hada Brillante tan pequeñita como era, sentada en un nenúfar
asustada y triste con lágrimas en los ojos.
—¡Hada
Brillante! Pero… ¿qué haces aquí? —preguntaron los duendes sorprendidos.
De repente,
las lágrimas de la Hada Brillante desaparecieron y su rostro se iluminó de
alegría y felicidad por ver de nuevo a sus amigos:
—Esta tarde
cuando Lucía y Claudia jugaban con nosotros, Claudia me puso en este nenúfar y
ya se olvidó de mí. ¡Ayudadme por favor, tengo mucho miedo del agua! —les
explicó la Hada Brillante.
—¡Te
ayudaremos! —dijeron los duendes. Y de pronto, empezaron a pensar en un plan
para sacar a la Hada Brillante del estanque.
—Necesitaremos
la ayuda de Lucía —dijo Hierbita.
Y entonces
los tres duendes se acercaron a la cama de Lucía y treparon por sus pies,
pasando por encima de sus piernas y su barriga hasta llegar a la almohada y
susurrarle al oído:
—Lucía, te
necesitamos.
Pero Lucía
estaba tan dormida que no se enteró. Hasta que el Colibrí se posó en su nariz y
Lucía estornudó y se despertó:
—¿Pero qué
pasa? —preguntó Lucía.
—¡Hola Lucía,
necesitamos tu ayuda! —dijeron los duendes.
—¿Habláis y
os movéis solos? —preguntó Lucía muy extrañada.
—Sí
—contestaron los duendes y el Colibrí.
—Pero, no
puede ser… sois juguetes y los juguetes no hablan ni se mueven solos —dijo
Lucía.
—En el
Bosque del Amor todo puede ser Lucía. Tú has creado este mundo con tanta
ilusión y amor que has creado magia y con la magia ¡todo es posible! —le
explicaron los duendes.
Lucía sonrió
y les preguntó:
—¿Y porque
necesitáis mi ayuda?
—¡Porque la
Hada Brillante está en peligro! Se ha quedado atrapada en el estanque y no
puede salir —explicaron los duendes.
—Pero… ¿cómo
ha podido acabar en el estanque? Tiene miedo al agua y yo nunca la meto allí
—dijo Lucía preocupada.
—Tú no, pero
por lo visto Claudia sí. Mientras jugabais se le ocurrió llevarla al estanque y
luego se le olvidó sacarla y allí se quedó pobrecita Hada —explicó Cuentista.
—Vaya. No me
di cuenta —dijo Lucía y se levantó enseguida de la cama y fue corriendo hasta
el estanque, allí vio a la Hada Brillante temblando de miedo:
—Tranquila
Hada Brillante, ¡te sacaremos de aquí! —le dijo Lucía.
Y entonces
Lucía se agachó y acercó su mano a la Hada Brillante:
—Sube a mi
mano Hada Brillante —le dijo.
El hada
subió y después empezó a brillar como hacía siempre que estaba contenta y
feliz.
—¡Muchas
gracias por salvarme Lucía! —le dijo la hada antes de entrar al árbol con los
duendes y el Colibrí.
—¡Lo hemos
hecho entre todos! Si ellos no te hubieran encontrado y no me hubieran avisado,
yo no podría haberte ayudado —dijo Lucía orgullosa del gran trabajo que habían
hecho entre todos.
Ahora por
fin volvían a estar todos juntos. Era hora de dormir.
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Lucía cerró
los ojos muy lentamente mientras escuchaba el sonido del agua que caía de la
cascada y se durmió alumbrada por la intensa luz lila que salía por una de las
ventanas del árbol de su habitación donde estaba asomada la Hada Brillante
observando a la pequeña Lucía.
—Felicidades
pequeña has creado el Bosque del Amor donde reina la felicidad y la alegría.
Donde estamos a salvo y donde todo es posible gracias a la ilusión y la magia
con la que has hecho realidad tu sueño. ¡Sigue soñando Lucía, porque soñar es
vivir y el vivir nos ayuda a hacer realidad nuestros sueños! —susurró la hada
con una voz muy suave.
Se apagó la
luz y todos se quedaron dormidos.
En el Bosque
del Amor había magia y también paz, mucha paz.
Escrito por: Yolanda Martínez Duarte