La ciudad de
Lamisia nada tenía que ver con la ciudad que había sido años atrás. Nada
quedaba de aquellas calles transitadas por personas que iban a: trabajar,
comprar, al colegio… de un lado a otro todo el tiempo sin parar.
Así era Lamisia, una ciudad llena de: flores, tiendas, cines, teatros, jardines…
¡una ciudad llena de vida!
Pero ahora Lamisia
lo había perdido todo: su gente, su
alegría, su luz… se había vuelto una ciudad oscura, triste, vacía y destrozada.
Con el paso del tiempo la mayoría de los edificios se habían deteriorado y eran
pocos los que quedaban en buen estado ¿qué había pasado?
Laia y
Marcos, eran una pareja de recién casados que volaban en su avión con destino
Indonesia para celebrar su viaje de luna de miel. Estaban felices y pletóricos.
Llevaban mucho tiempo queriendo viajar a Indonesia y ahora por fin harían
realidad su sueño, estaban tan ilusionados que hasta habían hecho un “planning”
con todo lo que visitarían: el Parque Nacional de Tanjung Puting, los templos
de Prambanan y Borobudur, las Islas Gili y los volcanes entre otras muchas
cosas. Tenían veinte días para disfrutar de ese viaje tan especial, un viaje
que sin duda nunca olvidarían.
¡Pero de
pronto el avión empezó a hacer movimientos bruscos!
—¿Qué
sucede? —Preguntó Marcos.
—Parece que
estamos en zona de turbulencias señor —le dijo una de las azafatas.
Pero cada
vez más el avión se movía de forma inestable y brusca e iba demasiado rápido.
Laia y Marcos se cogieron de la mano asustados, aquello no eran turbulencias…
Al abrir los
ojos Marcos se vio tirado en el suelo ensangrentado, tenía heridas en los
brazos y la pierna derecha pero se puso en pie y comprobó que podía caminar.
—¿Laia?
¿dónde estás Laia? —Llamó a su mujer.
Había mucha
niebla y no lograba ver nada.
Siguió
llamándola durante mucho rato pero no recibía respuesta. Marcos estaba muy
preocupado ¿y si le había pasado algo? Él estaba herido y por lo poco que había
podido ver entre la niebla dedujo que el avión donde viajaban se había
estrellado.
¡De pronto
vio dos siluetas humanas entre la niebla!
Parecía un
adulto y un niño, se acercó a ellos con la curiosidad de saber quiénes eran ¿y
si eran más supervivientes del avión?
—¡Laia!
—Exclamó al reconocerla.
—¡Marcos!
—Dijo ella, corrió hacia él emocionada y se abrazaron.
—¿Cómo te
encuentras? —Le preguntó Marcos.
—Bien. Por
suerte sólo me hice unos pocos rasguños. ¿Y tú? —Preguntó ella mirándolo de
arriba abajo.
—Yo tengo
heridas en los brazos y el golpe más fuerte me lo he llevado en la pierna
derecha pero por suerte puedo caminar —contestó Marcos.
—El avión se
estrelló —dijo ella.
—¿Pero cómo?
Yo lo último que recuerdo es que nos cogimos de la mano —dijo Marcos.
—Lo mismo
que recuerdo yo. Pues resulta que después de eso el avión empezó a perder
combustible y calló en picado hasta esta ciudad abandonada, se llama Lamisia.
Me lo ha explicado Ganesh —le explicó Laia señalando al niño que permanecía
tras ellos.
—¿Ganesh?
—preguntó extrañado Marcos.
—Sí. Ganesh
es un niño nepalí, tiene diez años y vive en esta ciudad abandonada. Él me
ayudó cuando desperté tirada en el suelo, me llevó a su casa, me curó las
heridas y me dio de comer. Ven te lo presentaré —dijo Laia.
Se acercaron
al pequeño y Laia los presentó:
—Él es
Marcos mi marido, Marcos él es Ganesh mi salvador.
Se estrecharon
las manos y Marcos le dijo:
—¡Hola
Ganesh, gracias por cuidar de mi mujer!
—No hay de
qué. Tenemos que irnos de aquí. Acompañarme iremos a un lugar más seguro —dijo
el niño.
Marcos se
quedó sorprendido, Ganesh hablaba perfectamente su idioma. Era así porque
Ganesh había vivido durante muchos años en Lamisia y en sus mejores tiempos
había sido ciudad de mucho turismo, así que había aprendido diferentes idiomas.
Cuando
llegaron a su casa, los recibió un precioso Leopardo de las Nieves, un animal
común de Nepal, sólo que éste era diferente a los demás y muy especial, tenía
la habilidad de adaptarse a todos los climas.
—Tranquilo Marcos, no te asustes. Él es Everest, mi fiel compañero. Mi abuelo me lo regaló cuando yo tenía dos años para que me protegiera y fuera siempre conmigo —le explicó Ganesh al ver a Marcos algo asustado.
Laia
enseguida se acercó a acariciarlo, habían congeniado muy bien.
—¡Es muy
cariñoso! —dijo mientras lo acariciaba.
—Ya veo, ya…
¡es increíble! Nunca había visto un leopardo tan de cerca —dijo Marcos muy
sorprendido.
Ganesh les
preparó un té y unas galletas. Después se sentaron a merendar y empezaron a
hablar:
—Sois los
únicos supervivientes del accidente y por tanto, ¡sois los elegidos! —decía
Ganesh.
—¿Los
elegidos? —preguntó extrañado Marcos. Entonces Laia lo cogió de la mano y
asintió con la cabeza.
—Sí. ¡La
ciudad de Lamisia os necesita! Esta ciudad era una ciudad maravillosa, llena de
gente y de vida…pero entonces llegó Ion para cambiarlo todo. Ion es un ser
desagradable y cruel, disfruta haciendo daño, sólo así es feliz. No se deja ver
fácilmente, pero si algún día lo veis lo reconoceréis enseguida por su aspecto,
tiene cuerpo de pulpo y lengua de camaleón. Con esa larga lengua y esas ocho
patas lo controla todo —les explicaba Ganesh.
—¡Qué
horror! —Dijo Laia.
—Pero eso no
es lo peor. Lo peor es que cuando él llegó a esta ciudad, echó una maldición
para que esta ciudad permanezca abandonada para siempre y nadie pueda
visitarla, sólo así puede tenerla en su poder. He intentado romper la maldición
de varias maneras pero ninguna ha servido —decía el niño algo triste.
—¡Vaya!
—dijo la pareja entristecida también.
—Aquí es
donde necesito vuestra ayuda. Una noche tuve un sueño muy curioso, era algo así
como una revelación. En el sueño aparecían mis ancestros y me mandaron este
mensaje “dos elegidos llegarán a la ciudad abandonada y con su ayuda la
maldición de Ion será eliminada”. El sueño acababa con el pozo de Lamisia lleno
de luz, una luz blanca, muy intensa que llegaba hasta el cielo.
—¡Pues entonces
adelante con la aventura! Tengo ganas de conocer a ese pulpo con lengua de
camaleón —dijo Marcos muy entusiasmado, pues él siempre había sido muy
aventurero.
—Mañana os enseñaré
su guarida. Ahora será mejor que descansemos —dijo Ganesh.
Al día
siguiente, iniciaron su ruta hacia la guarida de Ion.
—Por las
mañanas Ion duerme profundamente, así que es el mejor momento para enseñaros
donde se esconde —les explicaba Ganesh.
Por el
camino toparon con un pozo, que justamente estaba en el centro de la ciudad.
—¡Qué bonito
es! —dijo Laia mientras se asomaba para ver su interior.
Era un pozo
precioso, por fuera el típico pozo de piedra, pero en su interior las paredes
estaban recubiertas de espejos con lo que cuando hacia sol su agua se reflejaba
en ellos, creando un efecto muy bonito.
—Este pozo
es el corazón de la ciudad. Aquí es donde Ion echó la maldición y aquí será
donde nosotros la haremos desaparecer —dijo Ganesh, que a su temprana edad se
mostraba muy maduro.
—¡Qué
curioso es todo! —Dijo Laia asombrada.
—Laia, toma
este bote, es un ácido que he preparado yo mismo con plantas. Si en algún
momento Ion se despierta, no dudes en tirárselo a los ojos así podremos huir,
¿vale? —dijo el niño.
—Vale —dijo
ella y se lo guardó en el bolsillo de su pantalón.
Cuando
llegaron a la guarida de Ion, allí estaba él durmiendo plácidamente. Así que
Ganesh y Marcos aprovecharon para atarle todas las patas para que no pudiera
atacarlos si se despertaba. Pero justo cuando Marcos estaba atando la última
pata, Ion se despertó y al verlo sobre él no dudó en atacarle. Enseguida Ion
sacó esa larga lengua de camaleón y agarró a Marcos con fuerza.
—¡Ahora
Laia! —Le dijo Ganesh.
Entonces
Laia sacó el bote de su bolsillo y le lanzó el ácido a la cara de Ion, éste
entonces perdió la fuerza de su lengua dejando caer a Marcos que ya estaba inconsciente.
Aprovecharon que Ion estaba con los ojos cerrados, Ganesh y Laia cogieron a
Marcos y con la ayuda de Everest lo llevaron corriendo a casa de Ganesh, allí
estaría a salvo. Pero Marcos estaba muy débil y al llegar a casa y tumbarlo
sobre la cama…
—Cariño, ¿me
escuchas? Despierta, estamos a salvo —le decía Laia mientras le acariciaba la
cara.
—Está muy
débil, Ion lo ha golpeado demasiado fuerte —dijo con prudencia Ganesh.
Y justo en
ese momento, Marcos emitió un suspiro muy profundo y se fue, se fue para
siempre.
—¡Marcos!
¡Marcos no puedes irte, por favor cariño te quiero, no me dejes… ¡vuelve
conmigo! —Lloraba desconsolada Laia.
—Laia… —le
dijo Ganesh poniendo su mano sobre el hombro de ella a modo de apoyo y
consuelo.
Pero sin
saber cómo ni porqué Laia salió corriendo de la casa sin rumbo alguno. Estaba
muy triste, sentía impotencia por haber perdido a Marcos de esa manera tan
cruel. Ion merecía sufrir, merecía un castigo cruel, Laia sólo pensaba en
vengarse de él pero entonces se topó con el pozo y no pudo evitar asomarse,
aquel pozo le daba paz cada vez que se asomaba a él y miraba su interior, ahora
más que nunca necesitaba esa paz.
Pero esta vez se asomó triste con los ojos inundados de lágrimas, no podía
dejar de llorar la vida le había arrebatado lo que más quería.
Sus lágrimas
empezaron a caer en el pozo…
Ganesh salió
corriendo en busca de Laia, le preocupaba que cometiera cualquier locura. Pero
cuando llegó al pozo, allí la encontró mirando al vacío llorando y una luz
blanca muy intensa salía del pozo hacía el cielo.
¡De pronto
el suelo empezó a temblar como si se tratase de un terremoto! Y de pronto paró…
—¿Estás bien
Laia? —Le preguntó Ganesh y visitaron de nuevo la guarida de Ion.
—¡No está!
—Dijo sorprendida Laia.
—Tus
lágrimas en el pozo… ¡ahora lo entiendo! ¡Tus lágrimas hicieron que el pozo se
iluminara! Y esa luz… ¡claro el sueño que tuve! ¡En mi sueño el pozo se
iluminaba y esa era la señal de que la maldición de Ion había desaparecido!
—Dijo Ganesh feliz.
Ambos se
abrazaron y saltaron de alegría.
—Lástima que
Marcos no pueda estar vivo para verlo —dijo Laia triste.
—¡Se me
ocurre una cosa! Vamos a casa —Propuso Ganesh.
Y al llegar
a casa…
Ganesh
preparó una especie de aceite con plantas medicinales y un pelo de Everest.
Después encendió velas alrededor del cuerpo de Marcos y empezó a untar el
aceite que había preparado por todo el cuerpo de Marcos. Everest permanecía
tumbado a su lado. Una vez untado en aceite todo el cuerpo de Marcos, Ganesh se
sentó en posición de meditación, cerró los ojos y desde su interior y en silencio
se comunicó con sus ancestros:
“Hoy vengo a
pediros una sola cosa. Necesito que Marcos vuelva a la vida, lo merece después
de enfrentarse a Ion y acabar con su maldición. Abuela he seguido tus pasos con
el ritual de vida que me enseñaste, por favor dame luz y ayúdame para que se
cumpla mi deseo”.
Tal era el
cansancio que todos se quedaron dormidos alrededor del cuerpo sin vida de
Marcos.
Por la
mañana con el primer rayo de sol Everest se desperezaba y lo primero que hizo
fue lamerle la cara a Marcos, pero claro éste no reaccionó y Everest volvió a
insistir…
—Ya Everest
ya sé que es hora de levantarse y quieres salir —dijo Marcos.
Everest
movía la cola contento.
—¡Ha
funcionado! —Dijo Laia que al escuchar la voz de Marcos se había despertado de
golpe y lo estaba abrazando y besando llena de alegría y felicidad.
—¿Cómo? —Preguntó
Marcos.
—Nada… es
una historia muy larga —contestó Laia.
Laia y
Ganesh se miraron y sonrieron felices.
Ganesh miró
al cielo y dirigiéndose a sus ancestros dijo:
—¡Gracias!
Desde
entonces, aquella ciudad abandonada fue recuperando su vida de antes: su gente,
el turismo, las flores, las tiendas, los cines y teatros, los coches, trenes y
autobuses… ¡Lamisia volvía a estar viva al igual que Marcos!
👏👏👏👏
ResponderEliminarMuy buen relato. Seguiremos atentos a tus escritos.
¡Muchísimas gracias AbelTM por darme tu opinión! Me alegra mucho saber que te ha gustado😊 ¡un saludo!
EliminarMuy bonito!!!, sigue así llegarás lejos
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias por tu comentario!🤩 son estos mensajes los que me motivan y hacen que mi ilusión por conseguir mi sueño se mantenga viva😊 ¡un saludo!
EliminarFantástico que historia de amor y vida más hermosa....
ResponderEliminar¡Hola Marideerre! Muchísimas gracias una vez más por tu comentario y fidelidad al leer mis escritos. ¡Eres un gran apoyo para mí!😘😘
EliminarEste relato me ha dejado sin palabras, lleno de emoción!! Me ha encantado!! 🤩
ResponderEliminar¡Mil gracias!
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