miércoles, 27 de abril de 2022

LUZ MARÍA (2ª parte y FINAL)

 —Dime mamá — contestó al fin con la voz entrecortada.

—¿Ya estás en Sevilla?

—Sí.

—Vale. Es que Luz María ha preguntado por ti.

—Decidle que ya estoy llegando —los ojos se le inundaron de lágrimas —. En cinco minutos estoy ahí.

—Vale, hija —contestó su madre al otro lado del teléfono.

—Por favor, apresúrese — le dijo Fabiola al taxista después de colgar el teléfono.

El taxista, la miró por el retrovisor interior y asintió. Comprendió al instante que la joven estaba pasando por un mal momento y aceleró la marcha aún asumiendo que pudieran ponerle una multa por superar la velocidad establecida en ciudad.


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Y efectivamente, ¡en cinco minutos llegaron al hospital!

Fabiola salió corriendo del taxi dejándole una buena propina al conductor.

Entró al hospital, donde la recibió su padre y la acompañó hasta la habitación donde estaba Luz María. Al entrar, descubrió a su bisabuela muy desmejorada. Estaba muy pálida, algo consumida y con sus ojos ojerosos, cerrados. ¡Se temió lo peor! Pero, miró su pecho y descubrió que aún respiraba, muy lentamente pero aún... ¡estaba viva!

Allí estaba rodeada de los suyos. Ahora sí, ¡estaban todos!

La madre de Fabiola, sostenía la mano de la anciana. Le hizo una señal a su hija para que se acercara y le ofreció la mano de su bisabuela. La joven, no dudó ni un momento en cogerla con fuerza. Fue entonces, cuando su bisabuela, abrió los ojos muy lentamente y sonrió.


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—¡Ya estoy aquí yayi! —le dijo Fabiola con cariño y la besó en la frente.

—¡Gracias! —susurró con dificultad la anciana.

Fabiola, la abrazó y permanecieron así un largo rato. Hasta que la joven escuchó un discreto suspiro. Fue entonces, cuando supo que... ¡Luz María había fallecido!

Lo había hecho rodeada de amor y junto a toda su familia. Su última voluntad se había cumplido y Luz María se fue en paz.
En ese momento, se hizo un silencio incómodo y después, empezaron los primeros llantos.

La anciana dejaba un vacío muy grande entre todos y ahora debían aprender a vivir sin ella.

Poco después, entró el doctor acompañado de un par de enfermeras y certificaron su muerte. Después , la cubrieron con una sábana blanca y se la llevaron. 

—Mamá quería ser enterrada —fue lo primero que dijo el hijo mayor de la anciana.

—Sí, y así lo haremos —afirmó la madre de Fabiola.

—Pero, que sea con muchas flores y música alegre —propuso Fabiola.

Todos la miraron extrañados.

—No me miréis así. Ella, siempre quiso que su partida fuera una celebración —sus ojos se llenaron de lágrimas de nuevo —. Cuando era una niña, siempre me decía "el día que me muera y tenga que partir, lo haré bailando y con alegría".

Todos se sorprendieron e hicieron un esfuerzo por sonreír.

—Ella, ¡tan flamenca como siempre! —exclamó el hijo mayor.

—Pues así será... —dijo la hija más pequeña de Luz María.

Al cabo de dos días, la enterraron. Partiría con su mejor gala dentro de una caja de madera llena de flores de colores alegres y con música flamenca de fondo. Todos, vestían de luto y no podían parar de llorar al recordarla.

Luz María, no sólo había sido buena madre, sino que también buena esposa, abuela y bisabuela. Entregada a todos y siempre con actitud positiva, a pesar de los problemas y dificultades que pudiera tener en su vida. 
Ella, era moderna y con una mente muy abierta para los tiempos a los que pertenecía. Sin duda, había dado lecciones a muchos.

Ahora, Luz María viajaba hacia un nuevo destino, donde sin duda alguna, brillaría con luz propia.

Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.

jueves, 21 de abril de 2022

LUZ MARÍA (1ª parte)

 Tumbada en la cama del hospital, se debatía entre la vida y la muerte.

Allí estaba Luz María, una anciana de noventa y cinco años, haciendo un pulso con la muerte. Los médicos no le habían dado más que veinticuatro horas de vida y... ¡las había superado! 

Estaba cada vez más débil, pero se resistía. Ella, había hecho una promesa hacía mucho tiempo. El día que la muerte picase a su puerta, se iría pero sólo con una condición, acompañada de todos sus familiares. Esto incluía a: sus cinco hijos, diez nietos y cuatro biznietos.

Tres días después de que los médicos hubieran informado a la familia de que a Luz María sólo le quedaban veinticuatro horas de vida, sus hijos decidieron reunir a toda la familia para cumplir así con el deseo de su madre.

Ya estaban prácticamente todos, sólo faltaba Fabiola la biznieta más mayor de todos.

—Fabiola, por favor tu bisabuela se está muriendo. Apresúrate en llegar, está cada vez más débil y no sé si aguantará... —le decía su madre a través de una llamada telefónica.

—Mamá, estoy en el aeropuerto. Hago todo lo que puedo, cogeré el primer avión que salga hacia allí —contestó la joven.

Cuando colgó el teléfono. Fabiola, miró el billete de avión que sostenía en sus manos y susurró:


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—Bisabuela espérame por favor.

Y una lágrima recorrió su mejilla. Fabiola, vivía en Roma desde hacía tres años por motivos de trabajo.

La espera se le hizo eterna. Pero, por fin anunciaron su vuelo. Fue de las primeras en entrar al avión y cuando se sentó en su asiento se santiguó como era costumbre en ella cada vez que cogía un avión. Algo que le había enseñado su bisabuela desde niña.

Después respiró muy profundo y sonrió esperanzada por llegar a tiempo a su destino y poder ver a Luz María con vida.

Cuando llegó al aeropuerto de Sevilla, cogió un taxi que la llevaría directa a su destino, el Hospital Virgen del Rocío.

—Por favor aligere que mi bisabuela se  está muriendo —dijo la joven al conductor.

—Hago tó lo que puedo mozita —contestó el taxista.

Fabiola sonrió discretamente. Hacía mucho tiempo que no tenía la oportunidad de escuchar el acento andaluz que tanto le había gustado siempre y se dio cuenta de lo mucho que lo había echado de menos.

Sonó de nuevo su teléfono, Fabiola miró la pantalla, donde aparecía "MAMA", se temió lo peor. Tardó en contestar a la llamada por miedo a que su madre le diera malas noticias.

—Dime mamá —contestó al fin con la voz entrecortada.

—¿Ya estás en Sevilla?

—Sí.

—Vale. Es que Luz María... 


Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.

sábado, 16 de abril de 2022

MICRORELATO "LAS LÁGRIMAS DE LETICIA"

Allí estaba soportando el golpe que acababa de darle la vida. Sola, se encontraba más sola que nunca. Perdida y hundida entre un mar de lágrimas que no podía controlar. Pero, ¿si ella era dueña de sus propias lágrimas por qué no tenía poder sobre ellas? Brotaban de sus ojos totalmente descontroladas. Leticia, estaba triste y no tenía fuerzas para nada más.


¿Qué crees que le pasó a Leticia? ¿Por qué estaba triste?

En unos días lo desvelaré. Pero, primero me gustaría ver hasta donde llega vuestra intuición e imaginación. 

Déjame tu comentario, estaré encantada de leerte.


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 Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.

LUKA, CARLOTA Y UN PROYECTO DE VIDA EN COMÚN (micro relato)

Imagen de Google Tras una semana ajetreadísima, Luka y Carlota consiguieron hacer un hueco para tomar un café juntos. El reencuentro fue de ...