miércoles, 2 de marzo de 2022

MANUELA (3ª PARTE)

Ella, le sonrió y se alejó cada vez más hasta subirse en el coche y desaparecer.

El profesor, permaneció de pie hasta que la joven se marchó.

Por suerte, su padre no se había percatado de que aquel joven artista había estado hablando con ella.

—Este fin de semana, vendrán a comer a casa Miguel y sus padres —le explicaba su padre mientras conducía —. ¡Por fin podrás conocerlo!

—No quiero casarme papá, soy muy joven aún —contestó su hija.

—Tienes muy buena edad Manuela, en cuanto acabes tus estudios este verano, estarás lista para casarte con Miguel.

—¿No vas a tener en cuenta mi opinión?

—Soy tu padre, y por tanto yo tomo las decisiones —dijo con firmeza.

Ella, no dijo nada más, permaneció en silencio durante todo el camino mirando a través de la ventana ensimismada en sus pensamientos. Se sintió triste llegando a la conclusión de lo mísera que llegaba a ser su vida al no poder ser dueña de sus propias decisiones.


Imagen de Google

Al llegar a casa, ni siquiera saludó a su madre y se fue directa hacia su habitación. Allí, encontraría la paz que necesitaba en aquellos momentos de rabia y tristeza. Pues, aquel era el único lugar de la casa donde se sentía cómoda y tranquila. ¡Era su pequeño refugio!

A la mañana siguiente, se despertó sobresaltada, de nuevo había tenido aquel sueño tan desagradable. Llevaba muchos días soñando lo mismo y empezaba a inquietarla más de lo que hubiera deseado.

En el sueño, aparecía ella junto a un camino muy largo y todo lleno de niebla. A medida que avanzaba por él, la niebla iba desapareciendo hasta llegar a un gran claro lleno de rosales muy altos que tenían unas espinas muy largas. Allí, su padre la cogía en brazos para evitar que se hiciese daño y como por arte de magia, volaban por encima de los rosales hasta llegar a una alfombra roja aterciopelada donde la esperaba un chico joven con cara de pocos amigos y un látigo en la mano. Al recibirla: le acariciaba la mejilla, la besaba y le susurraba al oído:

—¡No te escaparás!

Y, justo en ese momento, Manuela despertaba del sueño sobresaltada y empapada de sudor. ¡Siempre era igual!

Pero, ¿quién era aquel chico joven? ¡No lo reconocía!

Intentó no darle más importancia y empezó a prepararse para iniciar un nuevo día, que en realidad sería como todos demás. ¿O no?

Al llegar a clase y sentarse junto a su amiga Rocío...

—He vuelto a tener ese sueño Rocío.

—¿Qué me estás diciendo? —preguntó sorprendida —. ¿Otra vez?

—Sí, salía ese hombre con el látigo de nuevo.

—¿Y sigues sin reconocerlo?

Manuela asintió con la cabeza.

—Bueno, estate tranquila, seguro que pronto dejarás de soñar con él —intentó tranquilizarla su amiga.

Aquella tarde, después de sus clases de violín, Manuela fue al aula de labores del hogar y habló con su profesora:

—Disculpe Matilde, me temo que no podré asistir a su clase ya que no me encuentro muy bien.

—¿Qué te ocurre Manuela? —preguntó preocupada la profesora.

—Estoy algo mareada y me duele muchísimo la barriga. Parece que algo me ha sentado mal.

—De acuerdo. ¡Espero que te recuperes pronto!

—Gracias —contestó la joven y se fue.

Cuando la joven salió del edificio, se apresuró y cogió la calle que quedaba a su derecha hasta llegar al edificio de color azul. Allí, tomó la esquina y entró.

—Perdone, ¿me puede decir dónde está el aula de Arte? —preguntó al conserje.

—En la planta de arriba. Es el aula número cinco.

—Gracias.

Por primera vez en mucho tiempo, Manuela se sentía viva al hacer lo que realmente deseaba... ¡ARTE!

Cuando llegó al aula número cinco, la puerta estaba abierta y ya todos estaban  preparando sus lienzos, pinturas y pínceles.

—Disculpa el retraso —dijo tímida al entrar por la puerta.

—Tranquila, puedes pasar, aún no hemos empezado —y entonces curioso le pregunto —. ¿Señorita?

—¡Manuela! —contestó sonriente.

—Bienvenida Manuela. Mi nombre es Jorge —se presentó el profesor.

La invitó a sentarse junto a Rocío, que al ver a su amiga se había levantado para saludarla.

—¡Qué sorpresa tenerte por aquí! —le dijo Rocío mientras la abrazaba.

Después, se sentaron y prepararon: sus lienzos, pinturas y pínceles. Jorge mientras tanto iba tapando los ojos a sus alumnos, uno por uno con un trapo negro aterciopelado al mismo tiempo que les explicaba lo que harían.

—Hoy, mis queridos alumnos, pintaremos desde el alma. Quiero que aprovechéis la oscuridad que os crea este suave tejido en los ojos, para centraros en vuestro interior. Quiero que viajéis a lo más profundo de vuestra alma, os dejéis llevar y pintéis libremente, sin condicionantes.

Todos permanecían en silencio. 

Una vez todos tuvieron los ojos vendados, empezaron a pintar. 


Imagen de Google

Manuela, se sorprendió al ver que no podía parar de pintar. No sabía que colores estaba usando y ni siquiera tenía claro si hacía correctamente el trazo al dibujar aquello que sentía. 

—Es curioso... —susurró Jorge que estaba detrás de Manuela observando su lienzo.


Escrito por: Yolanda Martínez Duarte



6 comentarios:

  1. Wow emocionada por seguir leyendo, que intriga 🤭 me está encantando la historia de Manuela. Olé por ella!! Por improvisar y luchar por lo que quiere 😊

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    1. ¡Muchísimas gracias por tu comentario! Como me alegra saber que te está gustando la historia de Manuela y que te tenga intrigada😊👏👏 ¡ya estoy empezando a dar forma a la cuarta parte!😉 un abrazo🤗🤗

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  2. Me tienes intrigada, como con todos tus escritos.... necesito saber más!!! Sigue explicándonos más cosas sobre Manuela. Que impacientar estoy!!! 👏👏👏😘💜🫂

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    1. ¡Hola guapa! Seguiré explicándoos más cositas de Manuela en la 4a parte, ya la estoy preparando muy motivada por seguir desvelandoos nuevos detalles de su vida😉😊 ¡Gracias por tus palabras y por leerme!🤗😘😘

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  3. Ya estoy intrigada por el siguiente relato ...ole por Manuela

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    1. ¡Gracias guapísima! Como me alegra que te esté gustando y que te tenga intrigada. ¡Gracias una vez más por leerme y dejarme tu comentario!🥰😘😘

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