Como si se tratara de una niña asustada, salí corriendo del hospital sin rumbo alguno.
Después de un buen rato callejeando decidí pararme junto a la fuente del Olvido. Era una fuente muy
conocida por su forma de pirámide y sus azulejos plateados.
Siempre, me había llamado la atención y aquel día con el
corazón encogido y el alma triste y dudosa por lo ocurrido busqué consuelo en
ella. Sin darme cuenta, la fuente había conseguido cautivarme con el sonido del
agua.
Y aquello, me hizo retroceder en el tiempo y entonces recordé…
Recordé, aquel día cuando tenía cinco años y mi tía Angelines
compraba pescado en la tienda que había justo en frente de aquella preciosa
pirámide plateada.
Mientras tanto, yo jugaba a pasear por encima del pequeño muro que rodeaba la
fuente. ¡Yo, tan aventurera como siempre! Mi tía nunca me dejaba subir allí por
miedo a que me cayera al agua, pero aproveché que estaba ocupada para subirme y
disfrutar así de aquella pequeña travesura.
¡Qué bien me lo estaba pasando!
Hasta que llegó Josué, un compañero del colegio, que siempre
andaba incordiando a los demás. Pues aquel día, me tocó a mí. A Josué no se le
ocurrió idea mejor que empujarme y entonces caí al agua. ¡Acabé empapada y
llorando!
Fue en ese momento, cuando un hombre se acercó a ayudarme. Me
tapó con su chaqueta y me dijo:
—Tranquila bonita. Ya está. ¿Estás sola?
Lo miré extrañada y no contesté pues tía Angelines me tenía
prohibido hablar con los desconocidos. Pero, su mirada me llamó muchísimo la
atención.
—¿Quién eres tú? —le pregunté.
Pero, justo en ese momento, Angelines salió de la tienda
escopeteada y me cogió de la mano y estiró con brusquedad muy nerviosa.
—Te tengo dicho que no hables con desconocidos.
—Pero, me ha ayudado y su mirada…
—¡Basta ya! —me interrumpió.
Angelines, apenas miró al hombre, sabía perfectamente quién
era y no merecía su atención.
Cuando ya nos alejábamos, grité hacia el hombre:
—¡Graciaaaaas!
El hombre, seguía allí de pie contemplándonos y se despedía
con la mano.
Después de analizar aquel recuerdo, descubrí la verdad de
nuevo y susurré:
—Era él, Rodrigo. Ahora lo comprendo, su mirada…
Por miedo, él me había abandonado sintiendo que no tenía el
coraje para enfrentarse sólo a la vida con una niña pequeña. Pero sin embargo, siempre
estuvo ahí, protegiéndome y velando por mí desde la distancia.
Comprendí enseguida que huir no era la decisión más acertada,
así que volví al hospital.
Allí seguía Rodrigo, sentado en su fría cama de hospital
mirando a través de la ventana triste. Entré sigilosamente y cuando llegué a
él, puse mi mano sobre su hombro, me miró y con los ojos inundados de lágrimas
dijo:
—¡Has vuelto!
—Tú me salvaste cuando caí en la fuente de niña…
Él asintió con discreción, yo le sonreí y lo abracé con
fuerza.
Después, lo miré a los ojos y le dije:
—Papá, ha llegado el momento de volver a casa junto a tu
familia.
Él sonrió y volvió a abrazarme.
Y fue así como Rodrigo, dejó de ser “el hombre de la calle”
para convertirse en mi padre.
Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.
Preciosa, me ha emocionado tanto el final, como la manera de plasmarlo. Me sorprendes cada día más con tus escritos. No es pasión de tia, pero eres una crack. Sigue, que no pare tu hermosa creatividad!! 👏😘💜
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias Rosa por tus palabras! Siempre tan cercana, sincera y natural, ¡me encanta! ¡Eres muuy grande! Me alegra saber que te ha gustado el final y que haya conseguido emocionarte, eso es algo muy grande. Un besazo enorme.
EliminarEmocionante final, k bonito no dudes es seguir deleitándonos con tus escritos cada vez más nos llenas el alma y nos cautivas ..eres mágica
ResponderEliminar¡Ohhhh Marideerre! Pero, ¡qué mensaje más bonito y sincero! Me emocionan tus palabras de verdad. ¡Gracias por ser mi fiel lectora y por tu apoyo incondicional! un besazo enorme para ti.
EliminarMadre mía, llorando estoy, que emotivo es el final, cuanto sentimiento, cuanta sensibilidad, gracias por deleitarnos con estos relatos. Me ha encantado!!! Wow!!!
ResponderEliminar¿Muchísimas gracias Verónica! Por tus palabras y por leerme en cada publicación y escrito que hago, ¡eres increíble! Me alegra mucho saber que he conseguido emocionarte con mi relato, la verdad es que ha sido un relato duro por momentos pero con una sensibilidad increíble que hasta a mi misma me ha cautivado jejeje... ¡un besazo enorme!
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