miércoles, 22 de junio de 2022

LINA (EL FINAL)

 Así que Litzy propuso a la niña un nuevo plan, se acercó a ella y se lo explicó muy bajito al oído. 

Fuese lo que fuese, ¿serviría para que aquellos niños la dejaran en paz?

Un día, por la mañana, antes de ir al colegio Lina guardaba en su mochila: el estuche, los libros, las libretas... ¡Estaba todo listo!

—¡Espera, que falta lo más importante! —exclamó la niña.

Y entonces, se acercó al armario que tenía en su habitación y cogió una bolsa de color verde muy brillante.

—¡La bolsa de la risa! —exclamó riéndose a carcajadas.

Y justo en aquel momento apareció Litzy que dijo:

—Veo que ya has cogido la bolsa de la risa.

—Sí, seguro que la necesitaré.

Litzy asintió con la cabeza y sonrió picarona. ¡Había llegado el momento de poner en marcha su plan!

Lina metió la bolsa de la risa en su mochila y se fue al colegio muy contenta. Por primera vez, en mucho tiempo, sabía que se iba a divertir.

Cuando llegó, como ya era habitual, nadie la saludó. Así era Lina, invisible para todos. Solo acudían a ella para molestarla y tratarla mal.

Se sentó en su silla y empezó la clase de inglés. 

Justo en aquel momento, cuando la profesora estaba de espaldas anotando algo en la pizarra, Pedro lanzó una bola de chicle a Lina y luego otra, y otra, y otra... fue entonces, cuando Lina sacó su bolsa de la risa y cogió algo de ella... ¡una peluca de payaso y una flor de goma! Se puso la peluca con mucha discreción y también se puso la flor de goma en su camiseta. Se aseguró de que la profesora siguiera entusiasmada con las anotaciones que estaba haciendo en la pizarra y aprovechó para girarse hacia Pedro y éste dijo:


Imagen de Google

—Tienes ganas de divertirte por lo que veo.

Después, Pedro empezó a reírse a carcajadas y justo en ese momento Lina le lanzó un chorro de agua que fue a parar justo a su boca.

Los demás niños y niñas empezaron se rieron muchísimo. 

—¡Silencio niños! —exclamó la profesora mientras seguía concentrada en sus anotaciones.

Mientras Pedro muy enfadado susurró:

—¡Esto no va a quedar así!

Lina sonrió burlona, guardó sus complementos de broma y volvió a atender la clase con normalidad.

La mañana transcurrió con normalidad hasta que llegó el momento del recreo. Allí, Lina volvió a toparse con Pedro, que esta vez venía acompañado de sus amigos. Lina recurrió de nuevo a su peluca y a una pelota pequeña que hacia sonido al botar.

Pedro y sus amigos se acercaron a Lina diciéndole:

—¿Qué pasa? Estás graciosa hoy, ¿no?

Ella no dijo nada, solo sonrió y se alejó un poco, lo justo para lanzar la pelota. Pero, ¿qué pasó? ¿a donde fue a parar la pelota?


Imagen de Google

Boing, boing, boing.... ¡PLAAAAF!

¡La pelota chocó en la cara de Pedro! 

Después, rebotó y como por arte de magia llegó de nuevo a las manos de Lina. Ésta, siguió lanzándola todo el rato y fue chocando en: las piernas, brazos, barriga... de los amigos de Pedro.

Justo en ese momento, cogió fuerzas y se envalentó a decir:

—Es divertido este juego. ¿Verdad?

El resto de niños del colegio, que al ver la escena se habían acercado enseguida a curiosear, no podían parar de reír. ¡Les resultaba taaaan divertido!

Pedro y sus amigos muy humillados decidieron alejarse.

Aquella misma noche, cuando Lina estaba tumbada sobre su cama leyendo un libro cuya historia la tenía muy entusiasmada e intrigada, apareció Litzy que se acurrucó en su regazo y le preguntó:

—¿Qué tal ha ido hoy en el colegio? ¿Has tenido que usar la bolsa de la risa?

—Síííí. 

—Bien, bien...

—Todos los niños y niñas se ríen con mis bromas.

—¡Me alegro mucho pequeña! —exclamó Litzy.

Y así fueron pasando los días en el colegio. Lina seguía usando su bolsa de la risa porque Pedro no se daba por vencido. 

Hasta que un día...

Todos los compañeros de clase de Lina, llegaron al colegio con una peluca de payaso y una sonrisa taaan amplia que hasta los profesores se contagiaban de ella. ¡El ambiente era magnífico! ¡Algo estaba cambiando!

Pedro, al verlos a todos así, se temió lo peor...

—¿Os habéis vuelto locos o qué?

—¿Locos? ¿Nosotros? Para nada... —contestó Martín.

Entonces, Maria se acercó a Pedro y le puso una peluca:

—Nos hemos dado cuenta que este juego es mucho más divertido que al que tu jugabas. ¡Ha llegado el momento de divertirte a nuestra manera!

Pedro entornó sus ojos e hizo intento de quitarse la peluca. Pero, uno de sus amigos lo agarró por el brazo. ¡Él también llevaba la peluca puesta!

—¿Tú también?

—Y aún queda algo más por hacer... —fue lo único que dijo Lucas.

Después Lucas y el resto de amigos de Pedro, lo cogieron de las manos y juntos se acercaron a Lina.

—Tenemos algo que decirte... —empezó diciendo Lucas.

Después miró a Pedro.

—¿Qué quieres que haga? —preguntó Pedro ignorante.

—Lo sabes perfectamente —le dijo su amigo.

Se hizo un largo silencio.

Todos los niños sonreían esperanzados de que ocurriera aquello que tanto tiempo llevaban esperando. 

—Pedro, adelante... —dijo la profesora.

Pedro, miró a Lina a los ojos y a regañadientes dijo:

—¡Perdón!

—¿Y? —lo invitó la profesora a seguir.

—No volveré a molestarte nunca más.

Todos los compañeros aplaudieron. 

Litzy, que había estado contemplando la escena a lo lejos. Sacó de nuevo su farolillo y lo hizo brillar para llamar la atención de Lina. Entonces, se miraron y Lina comprendió, que había llegado el momento de despedirse. Una lágrima recorrió su mejilla y susurró:

—¡Gracias!

Litzy, hizo gesto de reverencia y como por arte de magia desapareció por el mismo sitio por el que apareció la primera vez que Lina lo descubrió desde el patio del colegio.


Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.






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