jueves, 25 de noviembre de 2021

EL HOMBRE DE LA CALLE (1ª PARTE)

Miré por la ventana y allí estaba como cada noche, acurrucado sobre un cartón y con su querida manta, una manta vieja y llena de agujeros. Para él tenía mucho valor y ¡eran inseparables!

Hacía quince días que había llegado al barrio. Por su aspecto, parecía mayor. Se trataba de un hombre alto y muy delgado, su rostro estaba pálido y demacrado, sus ojos hundidos junto con unas ojeras muy pronunciadas daban lugar a una mirada profunda, apagada y triste. Por su aspecto, podía reflejarse que la vida no lo había tratado bien. 


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Me rompía el corazón verlo allí tan indefenso. Así que un día, decidí ayudarlo. Se mostraba desconfiado y su mirada aterrada no me permitía acercarme demasiado. Así que, cada mañana guardando la distancia y respetando así sus miedos, le dejaba una barra de pan y un táper con comida.

Y así fue como con el paso de los días, me fui ganando su confianza y aquella mirada aterrada empezó a mirarme de otra manera.

Aún recuerdo la primera palabra que me dijo muy bajito y con prudencia.

—¡Gracias!

Fue después de dejarle una bolsa con un par de pantalones y jerséis que mi marido ya no usaba.

Poco a poco, se iba abriendo cada vez más y la vida empezaba a sonreírle, recuperando así las ganas de vivir y una pequeña ilusión que empezaba a aflorar dentro de si mismo.

Pero, dos años después, ocurrió algo horroroso. Como siempre solía hacer después de almorzar, miré por la ventana y mis piernas empezaron a temblar al ver la escena. Tres adolescentes se encararon al hombre de la calle propinándole una buena paliza, sin motivo aparente, únicamente por estar durmiendo en la calle.

—¡Eres un parásito en esta sociedad! ¡Muerto es como deberías estar! —lo menospreciaban los adolescentes al mismo tiempo que le pegaban.

Llamé a la policía y sin pensármelo dos veces bajé corriendo a espantar a aquellos niñatos. 

En cuanto me vieron salir por la portería gritándoles, salieron corriendo dejando al hombre ensangrentado y con la cara toda inflada. Lo cogí de las manos y le dije:

—Te pondrás bien.

Y en ese mismo momento, cogí el móvil y llamé a una ambulancia para que pudieran atenderlo, pues estaba muy grave.

La policía aún no había llegado, cuando sí lo hizo la ambulancia y se llevó al hombre herido hacia el Hospital a gran velocidad y con la sirena en marcha.

Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.

2 comentarios:

  1. Una historia real que ocurre más a menudo de lo k nos gustaría.
    Como siempre nos dejas con la miel en.los labios ..


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