sábado, 28 de agosto de 2021

IRIS (2a parte y FINAL)

 ¡Qué calor está haciendo este verano!

Estamos en pleno mes de agosto y el calor de Murcia es seco y por momentos, asfixiante.

Este verano, mis padres y yo no hemos viajado a ningún sitio. Mis padres, trabajan muchísimo siempre y hasta septiembre no tienen vacaciones. ¡Vaya rollo, justo cuando yo empiezo el colegio!

Desde que montaron la empresa de suministros para los restaurantes, bares y cafeterías tienen mucho trabajo y los veo muy poco la verdad. 
Paso la mayor parte del tiempo, con mi abuela Adelina o con Sara.

Aquella tarde, estaba sentado junto al faro, leyendo un libro. Cuando de pronto, la voz de Sara me interrumpió. Venía corriendo.


Imagen de Google

—Miguel, ¡acabamos de llegar del viaje!

—Por fin, ¡te he echado muchísimo de menos!

Nos dimos un fuerte abrazo y ella me preguntó:

—¿Cómo estás? ¿Ya les has dicho a tus padres lo de Iris?

—Que va, están todo el tiempo trabajando. Apenas los veo.

—Vaya... Ahora que estás preparado para decírselo, ¡qué rabia!

—Pues sí. Pero bueno... Dime, ¿cómo te han ido las vacaciones?

—Muy bien. Hemos visitado muchísimas cosas. ¡Valencia es muy bonita! Mira, ven que te enseño las fotos.

Y entonces, nos volvimos a sentar junto al faro. Sara sacó su cámara de fotos digital y empezó a enseñarme todas las fotos del viaje. Estaba tan entusiasmada explicándome todo con detalle, que por un momento, la miré y me sentí afortunado por tenerla de vuelta.

Sara, ¡me daba la vida! ¡Ella era la luz en mi oscuridad! 

Siempre aparecía cuando más la necesitaba.

Aquella noche, fui a cenar a su casa y me quedé allí a dormir.

Por la mañana, me despertó el teléfono, alguien me llamaba. Miré la pantalla, era mi madre:

—Dime mamá —contesté.

—¿Dónde estás? Hoy papá y yo, nos hemos cogido fiesta en el trabajo porque queríamos pasar el día contigo.

—Vale. Ahora voy, me quedé a dormir en casa de Sara.

Cuando acabamos de hablar, me vestí, me despedí de Sara y sus padres y fui para casa.

Al llegar, me esperaban mis padres vestidos de deporte y con el bañador. 

—¿Qué hacéis vestidos así? —pregunté asombrado.

—¡Vamos a pasear en Kayak! —contestó papá.

—¡Qué sorpresa! Vale —dije entusiasmado.

Pasear en Kayak, era algo que me gustaba desde bien pequeño.

Hicimos una ruta preciosa en kayak hasta llegar a una calita, donde nos estuvimos bañando. 

Fue allí, donde pensé "AHORA O NUNCA".

Estábamos bañándonos cuando les dije:

—Papá, mamá tengo una cosa muy importante que deciros.

—¿Qué ocurre Miguel? —preguntó mamá.

—Desde que tengo tres años, siento que no me gusta ser niño. Quiero ser una niña y llamarme Iris.

Mamá lo aceptó y comprendió enseguida. Papá, sin embargo, salió del agua sin decir nada y fue caminando sin rumbo alguno. 

—No te preocupes hijo, papá está bien, sólo que necesita más tiempo para comprenderlo. Te apoyaremos en todo lo que decidas hacer —me dijo mamá y me abrazó.

El verano pasó volando y llegó septiembre.

En cuanto empezó el curso escolar, mis padres se reunieron con María, mi profesora. Estuvieron hablando del tema Iris para poderlo plantear a mis compañeros y compañeras en clase. 

¡Había llegado el momento de que mi secreto viera la luz!

Y así fue, como un día de otoño, durante la clase de matemáticas María me llamó para que saliera a la pizarra. Se puso a mi lado, rodeó mi hombro con su brazo y dijo:

—Hoy, Miguel y yo tenemos que explicaros algo muy importante. Como todos sabéis, en la vida existimos: mujeres y hombres, niñas y niños. Pero, también existen: mujeres que quieren ser hombres o al revés y niños que quieren ser niñas o al revés. ¿Verdad Miguel?

—Sí. Yo por ejemplo, soy un niño pero me gustaría ser una niña y llamarme Iris —dije.

Estaba muy nervioso pero feliz al mismo tiempo porque por fin podía ser yo mismo y mostrarme tal cual.

Aún recuerdo la reacción de mis compañeros y compañeras de clase, se quedaron todos en silencio y lo aceptaron sin más.

—¿Por eso nunca quieres jugar a fútbol? —preguntó Eloy.

—Sí —contesté.

—Yo, ¡puedo dejarte mis muñecas y podemos jugar a maquillarnos! —propuso Celía.

—¿Entonces, prefieres que te llamemos Iris? —preguntó Óscar.

—¡Me encantaría! —contesté.

Sara, me miraba emocionada y me sonrió.

Desde aquel momento, comprendí que empezaba una nueva vida para mí. Ahora, sería yo de verdad, sin tenerme que esconder de nada ni nadie. Podría dejarme el pelo largo, ponerme vestidos y zapatos de tacón... Ahora, ¡era feliz de verdad!


Imagen de Google

Escrito por: Yolanda Martínez Duarte


4 comentarios:

  1. Ooohhh me ha encantado la historia de Iris, que sensibilidad y aceptación por parte de sus compañeros de clase. Me encanta!! Ojalá esta sociedad estuviera más preparada y más abierta de mente para aceptar y respetar estos temas tan delicados.

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    1. ¡Gracias Verónica!😊 pienso igual que tú, ojalá esta sociedad tuviera una mente y perspectiva mucho más abierta ante situaciones como la de Iris. La buena aceptación por parte de sus compañeros de clase nos demuestra una vez más la capacidad de aceptación y adaptación ante situaciones nuevas que tienen los niños. Algo en lo que muchos adultos, aún tienen mucho trabajo que hacer. ¡un abrazo!

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  2. Ojalá la realidad fuese así de fácil, el mundo sería mucho mejor.
    Me ha gustado mucho

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