viernes, 6 de agosto de 2021

CUANDO LA LUZ SE APAGA

Hacía un año que había empezado a cojear.

Ella, era mayor y enseguida visitó al médico pensando que la artrosis empezaba a hacer de las suyas, esperanzada con que todo se solucionase con un tratamiento.

La doctora empezó a hacer pruebas para dar con un diagnostico: radiografías, analíticas de sangre, biopsias para analizar el líquido que hacía que su rodilla se inflamase...

La rodilla, cada vez estaba más inflamada y las pruebas, sin embargo, salían bien.

Ella, ¡era fuerte, muy fuerte!  No se quejaba, sólo cojeaba cada vez más. Seguía su tratamiento: pomada antiinflamatoria, tratamiento de cortisona para la inflamación y calmantes para el dolor.

Por suerte, ella vivía rodeada de personas que la querían mucho y la cuidaban en todo momento.

Un día, durante su visita médica...

—Las pruebas salen bien. Lo único que hemos encontrado con las radiografías han sido dos pequeñas calcificaciones en la rodilla —explicaba la doctora.

—¿Y eso es lo que hace que acumule tanto líquido? —preguntó la familia.

—No. Tiene que haber algo más. Por eso vamos a hacer un Tac, necesitamos descartar que sea un proceso tumoral —dijo la doctora.

—De acuerdo —dijo la familia preocupada.

Y así fue, como aquel mes de febrero le hicieron la prueba. 

Los resultados llegaron una semana después.


Imagen de Google

Durante la visita, la doctora les enseñaba las imágenes del Tac y les explicaba con mucha delicadeza:

—Con el Tac, hemos descubierto: un pequeño desgaste de huesos en la zona de los hombros, las calcificaciones de la rodilla izquierda y además aparecen pequeños valores tumorales que nos hacen pensar que se trata de un principio de proceso tumoral.

—¿Quiere decir que tiene un tumor? —preguntó la familia.

—Todavía no, pero podría desarrollarse en los siguientes meses. Por eso, os recomiendo ir haciendo revisiones periódicas. Me gustaría verla cada cuatro o seis meses y hacerle radiografías para ir controlando ese posible proceso tumoral.

—Vale —dijo la familia.

Estaban dispuestos a luchar por ella y hacer todo lo que fuera necesario con tal de que estuviera bien y no sufriera.

Aunque habían recibido una noticia triste, ella y su familia se mantenían fuertes y esperanzados. Los resultados del Tac hablaban de proceso tumoral pero allí no había tumor alguno, así que de momento aún había esperanza de que se tratase cosa de la vejez y la vida tan dura que había tenido.

Después de cuatro meses con un bulto cada vez más grande. Un día, sin saber cómo ni porque el bulto empezó a bajar hasta casi desaparecer.

—¡Se le ha bajado el bulto! —dijo la familia.

Todos lo celebraban con alegría. 

¡Hasta la doctora se sorprendió cuando la vio en una de sus revisiones periódicas!

—Con lo inflamado que lo tenía... no lo entiendo, pero me alegro muchísimo.

Además había hecho la radiografía y todo estaba perfecto. 

¡Ella estaba bieeen! 

Volvía a hacer vida normal y a hacer aquellos largos paseos que tanto le gustaban.

Pero, un año después...

La rodilla empezó a inflamarse de nuevo y esta vez había sido aún más rápido. Ella cojeaba muchísimo, apenas apoyaba su peso en esa pata. Vuelta a la medicación con cortisona para bajar esa inflamación, pero no servía de nada.

Aún así, ella no se rendía, se aferraba a la vida. A pesar de su rodilla inflamada, se mostraba tranquila y feliz con su familia y todos los que la rodeaban. ¡Era tan buena!

Pero aquel día, después de hacerle la radiografía periódica de control, la doctora no tenía buenas noticias:

—Parece ser, que el tumor ya se ha desarrollado y está empezando a atacar el hueso. ¿Veis esta deformidad de aquí? —decía señalando la radiografía.

—Sí —dijo la familia.

¡Era cierto! Se veía con claridad, el hueso se estrechaba en una zona, el tumor invadía la zona y estaba deshaciendo el hueso.

—Podemos proceder a una amputación y posteriormente hacer quimioterapia —propuso la doctora.

La familia se miró por un instante y entonces decidieron que no la harían pasar por todo ese proceso tan duro a sus setenta y cinco años.

—Preferimos darle calidad de vida el tiempo que le quede —dijo la familia.

—¡De acuerdo! Le pondremos un tratamiento de calmantes para cuando lo necesite —contestó la doctora.

Cuando salieron de la consulta y se subieron al coche, las lágrimas invadieron los ojos de todos, estaban muy tristes. 

¡De pronto, toda la esperanza se había desvanecido y la luz empezaba a apagarse!

Ahora sólo quedaba disfrutarla mientras viviera, quererla y mimarla mucho.

Y... ¿Cuándo la luz se apagase del todo? 

Sentirse satisfechos y felices por la vida que le habían dado y lo feliz que la habían hecho.

Porque... cuando una luz se apaga sólo queda aquello que dimos, aquello que hicimos por los demás. 

Y si realmente, lo diste e hiciste todo lo que sentías y estaba a tu alcance, sólo queda una cosa: PAZ.

Imagen de Google


Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.

(Relato basado en una historia real).


7 comentarios:

  1. Respuestas
    1. ¡Eso es! Totalmente de acuerdo contigo Marideerre. ¡Muchísimas gracias por leerme y por tu comentario! un abrazo.

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  2. Wow la piel de gallina. Sin duda una gran familia demostrando su amor por ella, luchando y apostando por ella hasta el último momento. Cuando la luz se haya apagado quedarán corazones llenos de paz por haberlo dado todo por ella. Un abrazo muy muy fuerte!!!

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    1. ¡Hola Verónica! Gracias por tus palabras, son muy emotivas y has conseguido emocionarme. ¡Un abrazo fuerte!

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