Habían pasado ya muchos días desde que Rosalía ingresó a causa de la infección del catéter.
Por fin, los
médicos habían conseguido estabilizar las fiebres altas y la infección parecía
ir remitiendo.
Ahora,
Rosalía estaba muy débil, tenía que superar uno de los obstáculos más difíciles
para los pacientes de oncología: fortalecer sus defensas, que se habían quedado
derrotadas en esta última batalla.
Una mañana
que hacía mucho sol, Rosalía se despertó temprano y desde su cama, miraba hacia
la ventana absorta en sus pensamientos. Le daba la sensación de llevar una
eternidad allí dentro, entre aquellas cuatro paredes.
—¡Buenos
días Rosalía! —la interrumpió el doctor Ballesteros.
—¡Buenos
días doctor!
—¿Cómo te
encuentras hoy? —le preguntó mientras le hacia el chequeo rutinario.
—Muy
cansada.
—Es normal,
esta última batalla ha sido dura. Pero, ¡tengo buenas noticias! Parece que la
infección está remitiendo y hemos conseguido estabilizar esas fiebres altas que
tenías —explicó el doctor.
—Me alegro —.Dijo
sin mucho entusiasmo —. ¿A cuántas batallas más tendré que enfrentarme? La
verdad, es que no puedo más, estoy cansada de luchar en balde. Siempre que las
cosas parecen ir bien, sucede algo que lo estropea. No me parece justo.
Al verla tan
desanimada, el doctor la cogió de la mano y se sentó a su lado, dispuesto a
animarla.
—No puedo decirte a cuántas batallas más tendrás que enfrentarte, pero sí puedo decirte una cosa, lo estás haciendo muy bien y necesito que sigas siendo esa guerrera que has demostrado ser desde el principio. Esa capaz de enfrentarse a todo.
—Yo no me
veo así para nada. Esta guerrera que ves, ha llorado muchas veces, se ha
hundido y ha querido huir de este infierno que estoy viviendo.
—Pero,
sigues aquí, ¡luchando! —la interrumpió el doctor —. Eso es lo que tienes que
valorar. Ante todo, eres persona y como
tal, debes permitirte caer tantas veces como lo necesites, pero lo importante
es que siempre acabes levantándote y con eso es con lo que debes quedarte.
Ella se
emocionó, apretó con fuerza la mano del doctor y sonrió.
—Al mediodía
volveré a visitarte —de despedía el doctor.
Y justo
cuando éste iba a salir por la puerta, Rosalía le dijo:
—Doctor,
¡gracias! Y… recuerda, que tenemos pendiente leer el último capítulo de ese
libro tan interesante que llevas leyéndome todo este tiempo.
Él sonrió y
asintió con la cabeza.
Una semana
después…
Rosalía
había mejorado muchísimo y sus defensas empezaban a remontar aunque, muy
lentamente. ¡Por fin, los médicos habían decidido darle el alta!
Era martes,
por la mañana cuando Sofía llegó con un gran ramo de flores para Rosalía.
Estaban de celebración ¡ROSALÍA VOLVÍA A CASA!
—Pero… ¡qué
guapa estás Rosalía!
Rosalía,
lucía un vestido morado y su rostro ligeramente maquillado, desprendía luz y
alegría.
—La ocasión
lo merece. Por fin, vuelvo a casa después de dos semanas entre estas cuatro
paredes.
—¡Cierto!
Justo en
aquel momento, apareció el doctor Ballesteros con la documentación del alta y
se la entregó a Rosalía al mismo tiempo que le decía:
—Cuídate
mucho. Procura no hacer grandes esfuerzos, tus defensas tienen que acabar de
fortalecerse. Y por favor, cualquier síntoma extraño que notes, por tonto que
te parezca, llámame y acudiré enseguida.
—Sí —dijo
ella.
—Puede estar
tranquilo doctor, no estará sola, yo la cuidaré. Me iré a vivir con ella un
tiempo, hasta que sus defensas estén al cien por cien —dijo Sofía.
—¡Es una
idea fantástica! —. Exclamó el doctor.
Después, se
despidió de ellas para seguir con su trabajo.
Al llegar a
casa, Rosalía se sentó en el sofá, estaba agotadísima pero feliz, muy feliz por
estar de nuevo en su hogar. Todo estaba como siempre, Sofía se había encargado
de cuidar de su casa y de sus plantas todo este tiempo. ¡Era increíble!
¡Siempre podía contar con ella!
El tiempo
iba pasando, y… ¡llegó la primavera!
Sofía y
Rosalía llevaban ya tres meses viviendo juntas. Estaban disfrutando de lo lindo
y vivían cada momento con intensidad. La enfermedad de Rosalía, les había hecho
cambiar, ya no pensaban en el mañana, sólo importaba el HOY y el AHORA.
Así que: se
dedicaban largos baños de espuma y sesiones de manicura y pedicura, disfrutaban
de sesiones de cine en casa atiborrándose de helado y bombones de chocolate,
paseaban bajo la lluvia o por la naturaleza descalzas sintiéndose más vivas que
nunca.
¿Se habían vuelto locas? ¡NO! Estaban haciendo lo que nunca se habían permitido hacer debido a ese trabajo que adoraban pero que les había robado demasiado tiempo de sus vidas, unas vidas caóticas y estresantes. Ahora se habían permitido un pequeño parón, para disfrutar de lo realmente importante: ¡ellas mismas!
La escuela
de danza se había quedado en manos de Lourdes, una vieja amiga de Sofía, que no
dudó en ayudarla cuando se enteró de la enfermedad de la joven.
Lo que nadie
podía imaginarse, fue lo que sucedió aquella mañana del mes de abril.
Sofía, se
despertó sobresaltada al escuchar el agua que salía del grifo de la bañera.
Miró el reloj, eran las seis de la mañana. Se levantó extrañada, Rosalía nunca
se bañaba tan pronto. Al tiempo que se dirigía al cuarto de baño, llamó a
Rosalía:
—¿Rosalía? Si
que te has levantado pronto hoy.
Pero Rosalía
no contestó.
Sofía no le dio
importancia, porque a Rosalía le gustaba ponerse los cascos de música mientras
se bañaba. ¡Era su forma de relajarse y desconectar del mundo!
Pero, cuando
llegó al cuarto de baño, descubrió algo terrible… ¡Rosalía estaba tirada en el
suelo inconsciente sobre un charco de sangre!
Enseguida,
llamó a una ambulancia y la llevaron al hospital donde permaneció en la UVI
unos días. Los médicos le hicieron pruebas, necesitaban saber la causa de ese
desmayo.
Barajaron la
posibilidad de que el desmayo hubiera estado ocasionado por una bajada de
azúcar o anemia, teniendo en cuenta que su estado de salud aún estaba
debilitado.
Pero tras las
pruebas, pudieron comprobar que no era así. El causante había sido la leucemia,
estaba en un estado muy avanzado y algunas
de sus células malignas habían invadido el sistema nervioso central con lo que estaba
empezando a dañar el cerebro de Rosalía.
Cuando el
doctor Ballesteros recibió los resultados, se derrumbó.
Decidió llamar a Sofía, debía prepararla para lo peor. No sabía cuanto podía quedarle de vida a Rosalía, pero lo que sí sabía era lo que necesitaba en aquellos momentos…
—¡No puede
ser! Rosalía…. ¿Se muere?
Fue la
respuesta de Sofía al recibir la noticia del doctor Ballesteros por teléfono.
Lloraba desesperadamente.
—Ven lo
antes posible por favor. ¡Aún podemos hacer una cosa por ella!
Sofía cogió
un taxi y llegó al hospital enseguida. Allí la esperaba el doctor Ballesteros
que la consoló con un abrazo.
Después, visitaron
a Rosalía que permanecía dormida. Sofía se sentó a un lado de la cama y cogió
la mano de la joven. El doctor Ballesteros se sentó al otro lado y la observó pensativo.
Allí estaba tumbada tan frágil y delicada, la enfermedad había hecho
mella y su aspecto nada tenía que ver con la chica que entró a su consulta dos
años antes. ¡Una joven llena de vida y de luz! Una luz que ahora se estaba
apagando para siempre .
Sintió
impotencia por no haber ganado aquella batalla y no haberla podido salvar.
En aquel
instante, sacó de nuevo su libro y empezó a leer en voz alta, el último
capítulo que tenían pendiente…
Los ojos de
Sofía, estaban inundados de lágrimas que caían por su mejilla sin poderlas
retener. Y el doctor ballesteros leía con esfuerzo el último párrafo del libro.
—Y así fue
como Celía y Roberto tomaron caminos diferentes. Sabían con certeza, que la
distancia no podría interponerse en la amistad que habían trabado. Ellos, habían
decidido quedarse con: aquella complicidad, aquellas miradas y sonrisas
compartidas… Todo, absolutamente todo lo que habían sentido nadie se lo podría
arrebatar. Celía se subió al tren y diciendo adiós con la mano, sonrió y se
despidió para siempre.
Después de
terminar de leer, se hizo un silencio. Rosalía abrió los ojos por un instante, apretó
con fuerza la mano de Sofía y ésta la abrazó fuerte y le dio un beso en la
frente.
Después,
Rosalía miró al doctor y con un hilo de voz le dijo:
—¡Gracias!
El doctor le
cogió la mano con fuerza y ella sonrió.
Se quedó
dormida de nuevo, emitió un suspiro muy suave y se fue para siempre, rodeada de
las personas que más quería.
Escrito por: Yolanda Martínez Duarte.
Ufff he terminado con los pelos de punta ,¡¡¡
ResponderEliminarHola Marideerre, te entiendo perfectamente yo cuando lo escribí me emocioné. ¡Es una historia muy emotiva y Rosalía nos ha demostrado ser una guerrera de primera! Gracias una vez más por leerme. ¡Un abrazo!
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarCon lágrimas en los ojos estoy, esta historia tan conmovedora y real ha conseguido llegarme al corazón, wow!! Una historia que ha mantenido mi entusiasmo por saber qué pasará en todo momento. Que buena mano tienes escribiendo!! Sigue así!! Wow te felicito de verdad que si!!
ResponderEliminarHola Verónica, ahora la que se va a emocionar soy yo con tus palabras. ¡Muchísimas gracias de verdad! Me alegra saber, que la historia te ha mantenido enganchada en todo momento y ha conseguido cautivarte sacando a flor de piel sentimientos y emociones. ¡Un abrazo!
EliminarAunque me temía el final no lo "quería" leer. Real y dura como la vida misma. Eres una crack, sigue así preciosa!!! Enhorabuena por esa creatividad tan maravillosa que tienes innata!! 👏👏😘💜
ResponderEliminar¡Hola Rosa! Muchísimas gracias una vez más por leerme y darme tu opinión, ya sabes que es muy importante para mí. Sí, Rosalía ha sido en todo momento una historia que refleja la realidad de muchas personas y aunque por un momento quise darle un final feliz, lo pensé y repensé hasta llegar a la conclusión que esta vez debía ser más realista... ¡un abrazo enorme!
EliminarIncreíble relato de verdad. Me ha tenido enganchada desde el primer capítulo. Lo has escrito tan bien que al menos para mi parecer, nadie diría que eres principiante de verdad. Me quito el sombrero porque es maravilloso.
ResponderEliminar¡Ohhhh! Muchísimas gracias por tus palabras de verdad... me alegra saber que te ha enganchado desde el principio. Rosalía ha sido un personaje muy especial, a mí también me ha conquistado, no imaginas lo que me costó crear ese final para ella...pero pensé que era lo más correcto y realista, aunque duela... ¡un abrazo!
EliminarFelicidades a sido impresionante el relato. Yo por desgracia lo viví con mi padre y siempre tuve la esperanza de que ganara la batalla, pero por desgracia no fue así. Me ha impresionado muchísimo tu relato . Me ha hecho vivir la experiencia que tuve con mi padre. Escribes muy bien es una pasada como haces que te metas dentro de la historia. Felicidades Yolanda.
ResponderEliminarPor cierto Yolanda. Tu Block me lo recomendó una persona muy especial para mi. Y que razón tenía. Felicidades por esa forma de tan clara y sencilla de escribir. Haces que te metas dentro del relato con tu forma de escribir.
Eliminar¡Hola! Ante todo, agradecerte tu visita en mi BLOG y por leer mis relatos. Me alegra mucho saber que te ha gustado mi relato de Rosalía y siento mucho que tuvieras que pasar por lo mismo que ella, con tu padre. ¡Es algo muy duro! Muchos ánimos😉
EliminarPor cierto, me alegra saber que hayas conocido mi BLOG por recomendación de otro/a lector/a😊 y gracias por darme tu opinión sobre mis escritos y mi forma de escribir. ¡Me alegra mucho saber que te gusta y te transmite! ¡un saludo!
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